Dos topicos que se repiten hasta la saciedad y negare hasta que tenga fuerzas, son que Twitter es una red social podrida y que el periodismo deportivo es una completa basura. Para desmentir dichos planteamientos me sirve plenamente la figura de Javi Roldán.
Desde el minuto cero de la creación de éste Estadi Johan Cruyff siempre hemos tenido palabras amables y su apoyo en todo lo que hemos necesitado. Sumarle a ello la calidad que derrochan sus comentarios o sus famosos hilos.
Si alguien consume periodismo basura en pleno 2018 es simplemente idiota. Los artículos que ha escrito son sublimes y nos teletransporta allá donde nos quiera llevar. Necesita estudiar el fútbol del pasado para entender el del presente y a nosotros nos encanta embarcarnos en cualquier aventura que tenga intención de hacernos partícipes. Sin más dilación, los 4 de Javi Roldán.

Ruud Hesp
“No soy un salvador, para mí esto es un sueño”, declaró Hesp tras darle la Copa del Rey al Barça parándole el penalti decisivo a Eskurza. Cuando sucedió eso el neerlandés sólo llevaba una temporada en el club, tiempo suficiente para que ya nadie se acordara del portero más caro de la historia azulgrana hasta la fecha. Finalmente Vitor Baia tuvo que salir, viendo que lo de Hesp no era flor de un día, sino que el desconocido iba bastante en serio.
Independientemente del rendimiento que hayas dado en tu país, hay que ser muy válido y tener mucha grandeza para llegar al Camp Nou siendo un veterano y hacerte con la portería disipando las dudas del siempre sensible culé, si no que se lo pregunten a Bonano o a Rüstü. Como una suerte de Van der Sar de saldo, Ruud Hesp fue recomendado por Hoek para la primera plantilla formada por Louis van Gaal cuando sumaba 32 años, jugaba en el Roda y sus mayores éxitos habían sido salir nombrado mejor portero holandés en 1989 y ser tercer espada en Inglaterra ´96. Una torre de casi dos metros que, a priori, llegaba para eliminar de la ecuación a Busquets y ser un suplente de garantías para Baia, indiscutible en el triunfal Barça de Robson.
La suerte estuvo de su lado cuando el guardameta portugués fue operado al inicio de curso, y siguió junto a él cuando, al regreso del luso, Shevchenko y compañía se encargaron de sembrar la duda. Ahí Hesp tuvo la posibilidad de asaltar la portería, y no la desaprovechó. Pero no nos engañemos, su obra no entra en el clásico demérito de los arqueros que acaba por facilitar la titularidad al menos malo, estando en su haber absolutamente todo lo bueno que le sucedió en la Ciudad Condal. Ya con él como titular, los de van Gaal ganaron dos Ligas y una Copa. Su buen hacer le permitió acudir a Francia ´98, donde, eso sí, sería suplente de un pujante Van der Sar.
Ruud Hesp es probablemente el más destacado miembro del imaginario grupo de los «no mejores porteros de la historia azulgrana», ese segundo escalón tras nombres como Ramallets, Zubizarreta o Valdés.

Sergi Barjuan
“Estuve fuera unos meses y cuando regresé Sergi ya se había convertido en uno de los mejores laterales de Europa”. Estas son palabras del ex defensa Juan Carlos, que aún tenía 28 años pero que vio imposible volver a ser titular tras su lesión, dada la fulgurante irrupción de un joven Sergi Barjuan que había debutado esa misma temporada 93/94.
Y no se equivocaba, en la siguiente década Sergi sería un excelente corrector en defensa de tres, un buen interior en un centro del campo en rombo y, sobre todo, uno de los mejores laterales izquierdos del mundo, compartiendo mérito con Maldini y Roberto Carlos. En la figura de Sergi, carrilero larguísimo, veloz e incansable que dominaba a la perfección ambas piernas, el costado zurdo del Barça tuvo dueño para Cruyff, Robson, van Gaal y Serra Ferrer. Asimismo, tras convencer pronto a un Clemente con merecida fama de dudar de los jóvenes y así acudir al Mundial de USA ´94, fue el mejor jugador de España en Inglaterra ´96 y estuvo en todas las siguientes citas con la Selección hasta la Eurocopa del 2000, pese a que aquella campaña ya había perdido importancia en el último Barça de van Gaal.
Serra lo recuperó, pero los problemas físicos con Rexach y el posterior retorno de van Gaal pusieron punto final a su trayectoria en el conjunto azulgrana en 2002, ya con 30 años. Hoy día estamos en disposición de afirmar que, junto al inagotable Jordi Alba, cuando hablamos de Sergi lo hacemos del mejor lateral izquierdo de la historia barcelonista.

Iván de la Peña
«De la Peña juega al fútbol como los ángeles, aunque alguien critique el fútbol de los ángeles». Esto escribió en El País el periodista Óscar Sanz tras una de las pocas exhibiciones que le permitieron a Iván en la Selección, en el año 2005.
La historia conocida del Pequeño buda empezó una década antes, en verano de 1995. El primer Barça de Cruyff después del Dream Team había naufragado en la 94/95. El técnico necesitaba un giro de timón para, como fuera, tratar de poner el navío a barlovento. Pese a que no llegó al puerto previsto, lo cierto es que Johan hizo lo posible para enderezar aquella derrota. Gran parte de su nueva tripulación fue la llamada Quinta del Mini, en la que De la Peña tendría un destacado papel.
Lo Pelat debutó en la primera jornada de aquella 95/96 con un gol de genio para ganar un partido a orillas del Pisuerga. Del mismo modo que se presentó pasó a convertirse en referente de un centro del campo novedoso y arriesgado, donde Popescu estrenaba equipo y rol, Guardiola posición, Roger categoría y Bakero papel como único veterano de referencia. De la Peña no se escondió en una temporada que, en lo grupal, tuvo altibajos y que, tras perderse tres títulos casi a las puertas, acabó con el cese de Cruyff. Habiendo jugado mucho de 4 en la cantera, actuando ahora siempre como interior o mediapunta se hizo ver prácticamente cada partido, y no solo por su brillante testa. Se ofreció a la salida, a la circulación y a la finalización, se implicó en la recuperación, se ofreció en los balones parados o cuando el equipo no encontraba la profundidad para esa nueva delantera menos poblada.

A veces fue un revulsivo, el prestidigitador que sorprendía con trucos imposibles. Pero recordarlo como eso, como un simple mago, es injusto. Aquella campaña fue el mejor del equipo junto a Figo, y la siguiente lo sería su dupla con Ronaldo. Robson dudó de él al inicio, pero acabó dándose cuenta de que hacerlo jugar entre Guardiola y el 9 brasileño podía dar un rendimiento que ningún rival podría igualar. Lo situó en la mediapunta a mitad de curso y De la Peña no solo cortó las críticas sobre el equipo, sino que gran parte de la Recopa y la Copa del Rey que el británico se llevó en la mochila salió de su bota derecha.
La llegada de van Gaal lo hizo recordarse como pivote y, poco después, volver al banquillo. “Quizá van Gaal me pedía algo que yo no podía dar” declararía más tarde De la Peña en relación a la exigencia física y la limitación táctica que le condenó. Su marcha al Lazio, su paso por el Olympique de Marsella o su populista y fugaz vuelta al Barça cuando ya había tocado fondo solo sirvieron para enturbiar su memoria. Por fortuna, como tantas otras veces el máximo rival catalán acogió un producto de La Masía. Entrenadores como Lotina o Valverde le buscaron acomodo, supieron mimarlo y aprovecharlo, pasando así de ser uno de los talentos más desaprovechados de la historia barcelonista a uno de los mayores talentos que triunfó en la españolista. Iván de la Peña demostró no ser solo un jugador de momentos.

Henrik Larsson
«Remato sin pensar», se definió Larsson. Con eso nos sobra, debieron de decirse Ronaldinho y Rijkaard mientras este estrujaba el papel con las estadísticas del punta sueco que ya había ojeado.
En 2004 se fueron Saviola y Kluivert, desgastados. En su lugar llegaron un joven Eto’o y un curtidísimo Larsson, cerca de cumplir los 33. El plan era el que afortunadamente a la postre acabó cuajando, que el camerunés fuese el nuevo delantero del recién implantado 4-3-3 y Henrik el suplente que transformase la mayoría de sus minutos en goles. Tras acumular escandalosas cifras en Holanda y Escocia año a año, Larsson no esperaba que fuese al final, casi en el retiro, cuando el Barça llamase a su puerta. Rijkaard pensó en él y él no lo dudó un instante; no había mejor premio para cerrar su carrera. Pero transcurridos apenas unos meses y sumando ya 4 goles desde el banquillo, se volvió a romper la pierna.
Dada la gravedad de la lesión, podía pensarse que, ahora sí, era el momento de abandonar. Larsson, a lo suyo, trabajó y consiguió volver para las dos últimas fechas ligueras, levantado vestido de corto la primera Liga azulgrana en un lustro. Al año siguiente la lesión estaría olvidada. Tanto cubriendo la ausencia de un Eto’o en la Copa de África como en el rol secundario para el que se le fichó, lo jugó casi todo, a medias en tiempo pero al máximo en intensidad. Así hizo, entre otros aportes, 15 goles entre todas las competiciones y dos de las asistencias más recordadas en la historia barcelonista, las de los goles que dieron la segunda Liga de Campeones a la entidad en el Stade de France.
Con otra nueva Liga en su palmarés, su excelente rendimiento le permitió fichar por el Manchester United y disfrutar, a sus 35 años, de una experiencia en Premier League. Henrik Larsson estuvo dos cursos y se perdió casi uno de ellos, aun así puede ser considerado, sin ningún género de duda, uno de los jugadores imprescindibles en el renacer de un club que no parecía ver el final del túnel. En su despedida, más agradecido si cabe que la afición, Rijkaard lo definió como «ejemplo de jugador profesional».
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