En la noche que Lionel Messi volvió a adueñarse de La Liga, el FC Barcelona despacho 5-1 a un Real Valladolid que, pese a ser una de las mejores defensas colectivas del campeonato español, no pudo detener a la estrella argentina que nuevamente demostró que es el mejor jugador del mundo.
Pero, más allá del impacto del capitán, los dirigidos por Ernesto Valverde consiguieron superar a su rival a partir de las sociedades confeccionadas en el sector izquierdo, zona más fuerte del ataque debido a la presencia de Jordi Alba, Frenkie de Jong, Ansu Fati más la interiorización del 10 y la presencia de Luis Suárez en el carril central. Aprovechando la facilidad que tienen los jugadores en el sector izquierdo para ocupar las tres zonas del ataque posicional (base, entre líneas y amplitud) y los movimientos de Lionel para aparecer en la zona de la pelota, el Barcelona consiguió progresar con cierta facilidad y, a partir de ahí, conectar con mayor facilidad con su estrella en escalones donde pueda marcar la diferencia.
El problema, más allá de los puntos antes mencionados, apareció en el sector opuesto donde Nélson Semedo no pudo aprovechar en ningún momento la posibilidad de atacar el lado débil con agresividad y coleccionó constantes perdidas en diferentes alturas. El portugués, en una faceta donde debería potenciarse debido a su capacidad para prevalecer en los duelos individuales, fue uno de los puntos más bajos contra un Valladolid que, al mismo tiempo, facilitó al Barcelona dominar por los costados al utilizar un 5-3-2 como esquema con la intención de igualar en el carril central, lo que llevó a desproteger los costados.
La banda derecha ha sido, desde la llegada de Valverde, uno de los principales problemas del conjunto culé debido a que no se ha incorporado a un futbolista que pueda interpretar y ejecutar de manera idónea lo que es compartir, así sea de manera esquemática, la banda con Lionel Messi. Pero para explicar eso es necesario profundizar un poco más.