CASUALIDADES Y OBSESIONES
Ricard Torquemada se debió de sentir un poco como David Moyes cuando este se hizo cargo del Manchester United tras más de dos décadas de reinado de Sir Alex Ferguson. Sustituir a Joaquim Maria Puyal, la que fue la voz de Catalunya Ràdio durante más de 40 años, es dar un salto demasiado vertiginoso como para no asustarte. Ahora, un año y medio después de recoger el testigo como director de la antes TDP, ahora TDT, Torquemada continua haciendo lo que mejor sabe hacer; explicar los porqués de un deporte que, casi siempre, lo pone difícil. En el fútbol nada es tan fácil como parece, excepto si tienes a Messi.
Nos citamos en su estudio, donde analiza y trabaja junto a su equipo de la TDT (Transmissió d’en Torquemada). Sexto piso y el ascensor no funciona. Un televisor enorme, que miro con envidia, una mesa que da cierto aire de reunión al asunto y una pizarra en la que lo imagino apuntando sus obsesiones, sus porqués, aquello a lo que se debe en cuerpo y alma. «Claro que tuve vértigo. Pero al final era un paso que quería y sentía que podía dar. Hace mucha ilusión ver cómo está funcionado, ver el minuto a minuto, corregir, sentir que lo que tenías pensado se va cumpliendo. Era un proyecto muy importante para todos y poder darle tu forma… me hace muy feliz». Aunque cuando Puyal, el gran narrador del país, dejó vacante el puesto de narrador, Torquemada tuvo claro que aquél no era su sitio. Uno, con los años, se va conociendo. Entendiendo sus virtudes, pero sobre todo sus limitaciones. «Teníamos mucha responsabilidad de seguir con el éxito de la transmisión, debíamos ser responsables.» Confiesa que solo lo ha probado bajo la complicidad de sus paredes, de pequeño. Todo queda en casa. «Me siento muy cómodo haciendo lo que hago«.
El analista es una figura extraña. Un cuerpo que canta en medio de un entorno tan hostil, tan propenso al grito y las pasiones. Es el que grita silencio en medio de una trifulca callejera. Y Ricard Torquemada es uno de los mejores en esto de poner la tilde donde toca, de señalar el matiz exacto. Aunque reconoce que todo se dio por casualidad, como casi todas las cosas que valen la pena en esta vida. «Yo al principio hacía entrevistas. Era algo que no se me daba muy bien, y con Puyal lo trabajamos muchísimo. Yo sabía que no era mi fuerte. El palco se cerró y ya no podía ir ahí a hacer entrevistas. Poco a poco empecé a observar, a analizar… y Puyal me dio muchísima libertad. Fue todo muy natural«. Ahora, mira el panorama nacional con cierta incredulidad. «Cuando empecé había muy pocos analistas en los que fijarme. Mis referentes eran sobre todo de latinoamérica y España. En Catalunya había un vacío en este sentido. En estos 20 años todo ha cambiado mucho, ahora, gracias a las redes y las nuevas plataformas, hay muchísimos analistas, mucha gente que quiere saber los porqués, que consume fútbol.»
El tiempo afecta de distintas formas a cada uno. En algunos acentúa, en otros matiza. «Mis convicciones futbolísticas, cruyffistas, se han ido suavizando con el paso de los años, las he centrado. Porque te das cuenta de los grises y debes aceptarlos. Pero este proceso forma parte de un viaje apasionante en el que vivo cada minuto, cada detalle, porque se que en un futuro variarán. » Ha cambiado el fútbol, la forma de contarlo. Pero sobre todo la gente que lo consume. Cada vez con más información, más partidos, más conocimiento, más y más. En todo. El analista tiene que convivir con la sobreinformación. Si el fútbol avanza, él también. «Es una realidad que me tortura y me pellizca cada día que pasa. Intento fijar objetivos nuevos, evolucionar. No cambia tanto el discurso que tú das, porque lo que digo es lo que veo, y no puedo ver más allá. No pretendo ver más de lo que veo, porque tengo las herramientas que tengo. Te das cuenta que hay personas que ven muchas cosas, con mucha profundidad, y aprendes de ellas. Es evidente que hay mucha gente que está mucho más preparada que tu, pero hace falta ubicarla, que su mensaje sea claro, que sepan comunicarlo.«

Hay un mal que compartimos todos los periodistas (estudiantes incluidos) y que se condensa en un verbo que pese a saber que no se debe caer en él, lo hacemos. Pontificar. Pontificamos a todas horas, sin querer y queriendo. En el fútbol, donde las emociones son obscenas y llevadas hasta el límite, querer imponer tu mensaje es, la mayoría de las veces, más importante que el propio mensaje. «A todos nos pasa. Todos pontificamos. Todos deberíamos intentar huir de este verbo. A veces cuando me escucho en las transmisiones me digo ‘aquí debería haber bajado una marcha, dar un paso menos«. Ricard Torquemada trabaja como los que intenta explicar. Como los entrenadores. Se ve el partido repetido no solo para apuntar detalles, sino sobre todo para oír la retransmisión, detectar errores, aciertos. «Lo hago desde que que soy el responsable (2018). Trabajar en directo es difícil, porque las emociones están ahí. Todo forma parte del proceso, como si cocinaras, ver si estaba al punto, si le faltaba algo… Siempre encuentro cosas.» Torquemada escucha como si aun lo tuviese todo por aprender. Y quizás este sea el secreto. Ser una esponja. Aunque reconoce que «hay ciertas convicciones que ya no cambiarán, detecto rápidamente lo que puede o no ayudarme a mejorar cosas de mi trabajo«.
Papel y radio. Dos soportes que, pese al paso de los años, se mantienen como vestigios de la mejor profesión del mundo, que dijo García Márquez. A pesar de todo; los cambios, el dinero, la imagen, el click, la radio sigue teniendo ese algo inefable que engancha. «La forma de hacer radio no ha cambiado tanto. No por nada en concreto, sino porque creemos en lo que hacemos y han sido muchos años aprendiendo en una forma de trabajar, que es la que sabemos hacer. No sabríamos hacer radio de otra forma.» Pero ¿qué tiene la radio que aun atrapa pese a que ya todo el mundo ve el partido? «Es un mensaje más directo. Aunque la inercia nos lleve a que supongamos que el oyente lo está viendo, no todos lo ven y tenemos que continuar explicando el partido. A veces hay gente que me dice que no nos olvidemos de los que van en coche, o los que no tienen acceso al partido en Tv, y es verdad.» La retransmisión es una lucha latente entre contar lo que se ve y contextualizar, explicar. Dar oxígeno al análisis y a la narración es clave para que todo salga bien. «A veces tengo la sensación que nos pasamos de frenada, que lo más difícil es dar con el equilibrio entre una cosa y la otra, porque es hacia donde va todo.»
Tras dos décadas, el periodista es consciente de la inmensa suerte que ha tenido al poder contar la etapa más ganadora de la historia. Ha vivido muchos FC Barcelona, muchas pieles, muchos equipos distintos. «Hemos estado educados en un lenguaje concreto y cuando vemos que un equipo se expresa con este lenguaje, nos es más fácil reconocerlos. » El FC Barcelona, admite, «ha tenido siempre entrenadores que se han movido bien en los porqués, que han ayudado a interpretar lo que sucedía. Cuesta más interpretar a los que, cuando preguntas,no ves si hay un porqué con mucha fuerza detrás.» Y lo tiene claro. «Cuando más matices, más estimulante. Es como abrir un libro nuevo cada día. Todos los entrenadores que ha tenido el Barça me han enseñado algo, algunos más que otros, pero es verdad que cuando llega Rijkaard es el primer momento de madurez, en el que como analista te empiezas a preguntar muchísimas cosas. Con él empezó un ciclo que hasta hoy no se ha parado, ahora tenemos que ver hacia dónde avanza«.
«Es frustrante«. Encorsetar a Leo Messi es imposible, su talento es inanarrable, y cada vez es más difícil encontrar recursos para acercarse a su monstruosa genialidad rutinaria. Lo reconoce con un brillo especial en la mirada, una frustración que enriquece, que frustra y, a la vez, hace feliz. «Tendimos a la exageración para hablar de Messi, pero no pensamos en que habrá un momento o un registro que será mejor. Nos continua desafiando cada día. ¿Cuántas veces hemos dicho que es un extraterrestre, que es el mejor, que no volveremos a ver este gol? La calificación que con otro futbolista la usas una vez en su vida, con Leo es algo rutinario.
Si mirar el futuro da vértigo, mirar el pasado no se queda atrás. Ha vivido, salvando Wembley, los momentos más importantes del club. Los ha explicado. París, Londres, Roma, Berlin. Remontadas y partidos inolvidables, títulos como si cayesen del cielo, un juego para sentar escuela, una forma de hacer y de perder. Porque el Barça incluso en la derrota se reconocía. «Cada momento en su momento es inigualable, después quizás alguno lo supera, pero en el momento en el que lo vives es insuperable.» Aunque, no sin cierta nostalgia embriagadora en su voz, reconoce que «no veremos nada como el FC Barcelona de Guardiola. Sí momentos parecidos, pero no nada como aquello. Con aquella magia, continuidad, aquel refuerzo de que todo lo que habíamos soñado era verdad, que el cruyffisimo tenía sentido tantos años después. Ahora volvemos a entrar en un terreno de recesión futbolística, pero yo no voy a dudar de si es o no recuperable el estilo; siempre lo es si se cree en el plan.» La importancia del camino recorrido. El proceso por encima de la finalidad. Pero nada dura para siempre, incluso en el Barça, donde no ha habido mayor escuela de la victoria que el cruyffismo, el fútbol no deja de ser una polarización entre ganadores y perdedores.
CONVICCIONES
Se ha acabado la etapa Ernesto Valverde. Un viaje- leer artículo en el que se analiza la etapa Valverde aquí – en el que el técnico extremeño pareció estar siempre al borde del abismo aun cuando las cosas iban bien. En el fondo, Ernesto es un tipo demasiado normal para un mundo tan raro. «Lo mejor que se puede decir de Valverde es que no forma parte de este mundo tan egocéntrico, desafiante y orgulloso. Es una persona sencilla en un mundo que no se acepta la sencillez.» El Barça de Valverde siempre fue honesto en sus intenciones; no pretendió vender algo que no era. Para Torquemada «el problema estuvo en las expectativas que se generó la gente. Valverde es lo que hemos visto de él en este Barça. A mí no me ha decepcionado. Quizás se debería preguntar a quienes lo contrataron por qué lo hicieron, qué buscaban en él. Ernesto se ha adaptado a lo que había y tenía para sacar los máximos resultados, no me parece que buscase trascender con su obra.»
Cuando la gente opina sobre fútbol solo tiene en cuenta su propia opinión respecto a cómo deberían funcionar las cosas. Desde este orden subjetivo y, muchas veces, irreal. La gente no entendió qué era para él entrenar al Barça. «Nunca antes estuvo en un equipo con disposición de ganar títulos, así que lo que él quería era exprimir al máximo una gran plantilla para ganar, y en eso no se le pueden poner reproches. Porque lo hizo. No podemos pensar que lo que queremos nosotros para el equipo es lo que va a querer el entrenador.» Ernesto, como técnico, «es convencional en sus formas, muy flexible, de convicciones poco firmes. Cuando llegó fue muy inteligente y vio que no podía hacer su obra con lo que tenía, y se adaptó para ganar. A Ernesto se lo ficha para gestionar una inercia, y es uno de los mejores gestores que hay. Otra cosa es si alguien pensaba que se lo fichaba para otra cosa, pero si tu repasas la carrera de Valverde de tas cuenta de que se adapta, que su plan es muy versátil. Es permeable a lo que tiene.» Al final todo está condicionado a las expectativas.
De permeabilidad a convicciones a prueba de bomba nuclear. Quique Setién se hubiera dejado cortar un dedo para que Cruyff lo entrenase, y así lo ha dicho en alguna ocasión. «A mi Setién me gusta mucho. Me han educado desde unas convicciones innegociables para ejecutar una idea con pasión, y que esta idea pase por delante de todo.» Para Torquemada los entrenadores, a grandes rasgos, se dividen en dos grupos: los que se adaptan y los que transforman o quieren transformar. «Los segundos son pocos. Da igual el equipo, transmiten unas convicciones, una expresión colectiva determinada. Y Setién está dentro de este grupo.» Aun así, hay muchas incógnitas en su fihcaje, muchas dudas. «No es un buen momento, o no el ideal, para su llegada. Tendrá que cambiar muchas cosas en muy poco tiempo. Habrá cosas que le serán fáciles de recuperar, pero los jugadores llevan dos años y medio trabajando de una forma determinada, bajo unas pautas determinadas. Cambiarlo lleva tiempo y en unas semanas se empieza a jugar títulos, no tiene margen para el error«.
Torquemada, siempre crítico y avispado en sus análisis advierte. «Plantilla y jugadores no están en el mismo momento. Es una plantilla veterana, que ya ha vivido sus mejores momentos. Tenemos que ver cómo se ajusta. Valverde fue práctico y pensó siempre en cómo se podía ganar el partido. Setién no es esto. Es pensar en cómo quiero que mi equipo juegue, en disfrutar.» Sobreponer el resultado a la impresión positiva de la adrenalina y la diversión. Se pasa de una forma de hacer a otra. «Es un debate eterno. CLemente o Cruyff. Bilardo o Menotti. A veces queremos convencer a la gente que mi opción es la buena, y el fútbol es infinito, todas las formas tienen cabida. Falta mucha tolerancia, no aceptamos la otra parte. Y yo el primero, a veces me encuentro intentando convencer a gente de mis convicciones«.
Llegados a este punto, quiero hacer un pequeño juego. Le lanzo tres nombres de la plantilla del FC Barcelona que, creo, pueden mejorar muchísimo. Ousmane Dembélé, Frenkie De Jong y Clement Lenglet. Tres jugadores jovencísimos que pueden encontrar en Setién un padre futbolísitico que les empuje y les potencie.
«Setién es un educador, y va a saber a la perfección qué quiere de Dembélé, o del rol que quiere para su posición. Pero no sabemos cómo quiere jugar (extremos abiertos, laterales largos). Setién lo va a enfocar a una forma de jugar determinada, y no sabemos si esta es la que mejor casa con Ousmane, es pronto por saberlo.» El francés está ante, quién sabe, su último tren en este club. Tras dos años y medio de dudas, apenas ha asomado su talento en forma de coletazos violentos. Setién tiene uno de esos retos imponentes y seductores ante sí.
«De Jong no puede ser el hilo conductor de este FC Barcelona porque hay unas jerarquías que pesan muchísimo. Empezando y terminando por Leo Messi«. Messi es una suerte una trampa a la vez. Más lo primero que lo segundo, pero su fútbol, total y embriagador, obliga al entrenador a condicionar muchas de sus ideas para que Leo lo tenga todo. Porque no hay mejor plan que el de darle el balón a Messi. Y, aquí, le pregunto sobre la relación Messi /Setién, que va a medir el éxito del plan del técnico cántabro en gran medida. «La evolución del Barça en los últimos años es una cuestión de centros de gravedad y de pesos. La MSN obliga a Luis Enrique a encontrar equilibrios muy difíciles. En el Barça de Guardiola Leo se relacionaba con los centrocampistas, y en el pos Guardiola, con los delanteros. Fue un cambio sustancial. Cuando se relaciona con los delanteros, crece de forma individual, porque se siente capaz (junto a Suárez y Neymar) de marcar aunque estén en inferioridad. La comprensión del plan de juego pasa a un segundo plano cuando tienes a estos monstruos. La cuestión es si alguien puede invitar a Messi a volver a empezar, que el centro de gravedad vuelva al centro del campo«.
Ser Leo Messi tiene una ventaja que no tiene parangón a nivel mundial. «Messi tiene la capacidad de simplificar el juego de forma individual, y es muy difícil que no tenga la tentación de hacerlo desde el punto de vista colectivo, que todos los procesos sean más rápidos, que todo pase por la delantera. Seguro que tiene esta tentación. Y esto es un injusto, porque la responsabilidad debería recaer en la idea colectiva, no solo en Messi. Al final es él quién lo decide todo dentro del verde, y la idea debería imponerse por encima de la superioridad individual que él siente. Ahí está el reto para Setién, porque ni Luis Enrique ni Valverde han podido parar esta inercia, solo han podido menguarla, equilibrarla. Estoy seguro que el Barça de Luis Enrique él no lo sentía como tal, porque al final su idea quedaba en manos del poder del tridente, que era algo incomparable».
Al final, mil entrenadores, mil compañeros, mil partidos, mil hipótesis. Habremos vivido mil vidas que al final todo se reduce en tratar de convencer a Messi de que tu idea es la mejor. Messi es una condena con sentido opuesto. Padecer la tortura de su excelencia es, a la vez, disfrutarla. Nadie lo sabe mejor que quién lo intenta condensar en palabras. A Ricard Torquemada le queda cada vez menos tiempo para intentarlo.