Setién en los rondos

Dicebamus hesterna die. La tradición atribuye el célebre «decíamos ayer» a Fray Luis de León, quien debutó de este modo ante la expectante audiencia universitaria al retomar su cátedra tras años encarcelado. También la noche de hoy representa el kilómetro cero para el cruyffista confeso Setién, aunque convendría no perder de vista el depósito de gasolina físico y emotivo de estos «grandes jugadores que de repente y como en un sueño» le han encargado dirigir tras la sinuosa pero esperada salida de Valverde. Procesado desde hace demasiado por la Inquisición global de las redes sociales, el Txingurri fue rescindido a la postre por una directiva cuyo modus operandi se pareció más a un capítulo de First Dates que a una entrevista de trabajo seria. Xavi, Koeman, Henry, García Pimienta, Pochettino y Allegri en la licuadora. Cuando le llegó el turno de pasar por ventanilla, el bueno de Quique ya había sacado brillo a las botas de tacos.

El libro de estilo. Las formas suelen importar más en can Barça que en otros lares, por lo que el sonrojante cómo puso en tela de juicio durante algunas horas el qué de la decisión. Sin embargo, superada la sacudida y aplaudida la señorial despedida de un aliviado Ernesto, la parroquia blaugrana volvió en sí para entusiasmarse legítima y —parece mentira escribir esto, pero ahí voy— unánimemente con el nuevo maestrillo, que aterriza en un vestuario alicaído para devolver automatismos, frescura y propuesta con un librillo bajo el brazo que sobre el papel casa a la perfección con la identidad del club. Y es que Setién no parece un míster de los de si no te gustan mis principios, tengo otros sino más bien un líder que muere con sus ideas; intuyo, por tanto, que la clave de su éxito residirá en la capacidad para convencer a una plantilla que lleva meses mirándose al espejo sin reconocerse. Por lo pronto es refrescante ver al técnico sumándose a los rondos en los que predica con el ejemplo y no desentona.

Me alegra que me hagas esa pregunta. Como si hubiera estado las últimas dos temporadas y media observando al espectador culé por un agujerito —así me decía mi madre de pequeño, refiriéndose a mi comportamiento en el cole—, Setién tiró un par de paredes con su nueva afición al presentarse en sociedad. Astuto, con jersey de cuello alto y un dogmatismo tierno, el cántabro deslizó que «si jugamos mal y ganamos me iré a casa de mala leche» y lanzó después un aviso apto para todos los públicos sobre la cantera, porque «siempre que aparece un chaval hay una energía que permite que los de arriba no se relajen». Cortitas y al pie. Foto con Riqui Puig, caricias y quizá titularidad a Ansu. Olor a nuevo, a papel de regalo, a libros de texto recién forrados. Porque nadie dijo que los propósitos de año nuevo no se pudieran poner en práctica desde un 19 de enero. Bien jugado, Quique. Nos tienes ya en el bolsillo, ahora te toca lidiar con la siempre intricada mente de los jugadores, que hoy miraremos con renovada ilusión. Y esto no nos lo quita nadie.

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