Tras conocer la convocatoria para intentar asaltar Mestalla, una noticia sacudía a todo aquel que le profesa fe ciega a La Masia. El periodista Alfredo Martínez explicaba en la Brújula del Deporte de Onda Cero que Quique Setién le habría comunicado a Carles Pérez que no entraba en sus planes y que se buscará equipo en este mercado invernal.
Mazazo para aquellos que la llegada del cántabro había supuesto un bálsamo para una cantera maltrecha con minutos para Riqui Puig en sus dos primeros partidos o la inclusión de Álex Collado en el viaje a Valencia y posterior debut en Liga. Ese dolor se sentía al marcharse un jugador que había realizado todos los pasos de forma adecuada para alcanzar el éxito, similar a lo acontecido con la salida de Carles Aleñá pero viviendo sus evoluciones desde la sombra.
La carrera deportiva de Carles Pérez natural de Granollers arrancó en el CF Vilanova del Vallès donde no tardó en despuntar pasando a los benjamines del CF Damm, uno de los mejores equipos formativos del fútbol catalán y posteriormente fue captado por el RCD Espanyol en infantiles. A los catorce años fue reclutado por Albert Puig con el beneplácito del entrenador cambrilense Franc Artiga.
Se convertía en blaugrana juntamente con Marc Cucurella, con quien compartió su periplo perico y el cual tampoco pudo hacerse con un hueco en la primera plantilla, teniendo que marcharse a contextos antagónicos de su formación como Ipurúa con la SD Eibar de José Luis Mendilibar o actualmente en el Coliseo romano de gladiadores que tiene montado Javier Bordalás con su Getafe CF en posiciones europeas.
Llegó a un filial que tocó fondo y se desdibujo bajo el oscuro mando de Gerard López. Tuvo paciencia y su oportunidad llegó tras una pubalgia de José Manuel Arnaiz y no la desaprovechó, anotando un hat-trick en 26 minutos en Tenerife. Pese al exitoso debut, volvió al Juvenil y conquistó la segunda UEFA Youth League en la historia del FC Barcelona, siendo el máximo anotador del conjunto de García Pimienta.

Precisamente con dicho técnico se afianzó en el B e hizo caso omiso de innumerables ofertas que recibió, como de la Premier League, el Valencia o un SL Benfica tentándole para incorporarlo al estar cerca de finalizar su contrato. Sin embargo, renovó su contrato hasta 2020, ampliable hasta 2022, y con una cláusula de rescisión de 100 millones de euros, incluyendo según Edu Polo en Mundo Deportivo una cláusula donde podía rescindir su contrato de forma unilateral de no tener una ficha con el primer equipo y recibía una propuesta de Primera o Segunda División.
De todas formas decidió seguir y tras mostrarse como el jugador más maduro de los pupilos de García Pimienta y tener buenas actuaciones en las oportunidades que le brindó Ernesto Valverde como en Eibar, en la gira asiática con doblete contra el Vissel Kobe o esta temporada contra el Real Betis, ha tenido que salir empujado por dos factores.
En el aspecto deportivo es cierto que su irrupción no ha sido del calibre de Ansu Fati pero igual de cierto es que su perfil siempre ha sido muy necesario en el Barça. En los últimos equipos más exitosos, siempre ha existido ese tipo de jugador al que podría emular como Ludovic Giuly o el más significativo, Pedro Rodriguez. Tampoco tiene nada que envidiar a las prestaciones que ha dado Malcom Oliveira, costando el brasileño 40 millones de euros y ocupando ese rol de alternativa en caso de ausencias en los extremos, pujando con el mencionado Fati y estando ambos por delante de un Ousmane Dembélé habituado más a la enfermería que al verde.
Precisamente la variación en los extremos en el nuevo sistema de Quique Setién puede ser una de las sentencias del jugador. La apuesta en estos primeros duelos por el 3-3-4 en fase ofensiva parece ser uno de los motivos de más peso. Setién no ocupa sus bandas -llamarle carrileros o extremos en función de la fase del juego-, con jugadores a pie cambiado, por lo que siendo zurdo, vería su plaza ocupada por un indudable Jordi Alba y un Junior Firpo de la confianza del míster.
En estos casos parece lógica la sinceridad de mostrarle que sus opciones serían residuales al haber cambiado su status dentro del nuevo sistema. Con las cartas sobre la mesa y tras la información de Santi Ovalle de que el propio Carles Pérez aceptaría bajar al filial, cobra mayor sentido su entorno estuviera molesto al creer que la decisión de su venta es por criterios económicos, segundo factor anteriormente descrito.
Su proceso formativo perfectamente podría haber proseguido con un retorno al B o en todo caso con una cesión a un entorno favorable para su crecimiento y posterior adaptabilidad blaugrana. El mal estar de su entorno se ve refrendado con ese definitivo traspaso a la AS Roma, sin tener ni siquiera una opción de recompra en el que puedas seguir teniendo opciones sobre el jugador.
El Barça cedió rápidamente a la negativa de los romanos de incluir esa posibilidad, empujados por una necesidad económica que les devora. El propio Santi Ovalle en el Què t’hi jugues, informaba que el objetivo de la secretaría técnica es ingresar 100 millones de euros antes del 30 de junio de 2020. Habiendo ingresado a día de hoy más de 50 millones de euros por las ventas y cesiones de los Malcom, Philippe Coutinho, Rafinha Alcántara o un Jean-Clair Todibo también afectado por la misma gestión.
El resto del montante para conseguir otro curso en positivo parecía que se iba dar de la venta de Arturo Vidal o Ivan Rakitić pero sus salidas no han llegado, ya sea por el buen rendimiento del chileno y su gran utilidad como recurso o la devaluación que parece haber sufrido un croata que tampoco parece que vaya a tener un papel principal esta campaña. La necesidad de efectivo inmediato ha empujado al club a desprenderse de talento producido en la Masía.
Primero lo ha realizado en una operación similar a la de Neto Murara y Jasper Cillessen con ese trueque tasado en poco más de 8 millones de euros con la Juventus por un Alejandro Marqués muy alejado de ese valor, al no ser fundamental para García Pimienta y finalizando contrato en junio (poner en contexto que un contrastado Christian Eriksen en la misma condición contractual salió por 18 millones de euros), utilizando los bianconeri a Matheus Pereira que lo tenían cedido en el Dijon FCO, rendimiento definido por el experto en fútbol galo, Andrés Onrubia como muy decepcionante.
Otro que parece que llenará esas maltrechas arcas es Abel Ruiz, que ya está con las maletas hechas. Su destino también ofrece la posibilidad de un conveniente arqueo de ceja, siendo su más que probable destino el Sporting de Braga, club nodriza de un Jorge Mendes que parece haber conseguido un puesto de privilegio en el palco del Camp Nou. Unos 10 millones de euros como informa Ferran Martínez en Mundo Deportivo. Suma y sigue.

Es posible que las actuales oportunidades de Carles Pérez eran limitadas, pero la gestión de su futuro no se ha hecho en vistas de una progresión sino siendo claramente engullido por estas maniobras contables. En definitiva, mercadear con el talento emergente para tapar las vergüenzas económicas de una junta que sigue gastando millonadas sin tener un plan definido pero con el beneplácito de una prensa oficialista que les sigue manteniendo el apoyo de gran parte de socios y por consiguiente plenos poderes para hacer y deshacer a su antojo.
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