Ídolo del barcelonismo, su nombre fue sinónimo de gol en el Camp Nou. Dio la primera Recopa de Europa al Barça y fue el jugador más querido entre la afición culé. Los gestos de solidaridad con «Hansi» hicieron que se enamorase del club, de Barcelona y de Cataluña.
El Barça se movía en aguas convulsas. La marcha de Johan Cruyff y la nueva directiva, encabezada por Josep Lluis Núñez, tenían, como misión principal, sustituir a un jugador de la dimensión del holandés. Por aquel entonces, al contrario que hoy día, no todos querían jugar en el Camp Nou. Muy al contrario. Existían numerosas ofertas, muchísimo más atractivas para un jugador profesional de fútbol. El estilo holandés, el poderío alemán y el espíritu inglés dominaban el fútbol.
El Mundial de Argentina de 1978 abría la puerta a muchos cracks que fueron objetivo del F.C. Barcelona. Núñez, recién estrenado su mandato, tenía como prioridad traer a Barcelona a un jugador que hiciese olvidar a Johan y que volviese a ilusionar a una masa de socios que superaba todas las expectativas. El elegido, lejos de ser Krankl, era la estrella del momento, un talento británico llamado Kevin Keegan.
UN AUSTRIACO AL QUE ENVIABAS UN BALÓN Y LO CONVERTÍA EN GOL

La prensa se volvía loca, anunciando a bombo y platillo nombres de estrellas que ni siquiera se habían planteado llegar a Barcelona. Además, tras la marcha de Rinus Michels, un nuevo entrenador, el francés Lucien Müller ocuparía el banquillo. De aspecto afable y calmado, contrastaba con el pasado más reciente de “El General” Michels. Jugadores como Rexach agradecerían el cambio, aunque aún a día de hoy reconoce: “Nos faltaba mano dura, hacíamos lo que queríamos”. La marcha de Cruyff, el jugador estrella, la figura más representativa del equipo, se producía simplemente porque el holandés sentía que ya no era capaz de ofrecer al público del Camp Nou lo que de él se esperaba sobre el terreno de juego. El nuevo crack debía ser capaz de hacer olvidar al socio la figura más emblemática del barcelonismo hasta la fecha.
Tras una temporada en que se conquistó la Copa del Rey, el equipo lucharía por la Recopa de Europa, y ese jugador vital debía ser fichado con urgencia. En el Mundial de Argentina sonaron muchos nombres. Keegan, sobre todo, por aquel entonces estrella del Liverpool inglés. Pero un jugador hizo un Mundial diferente. Periodistas como Pere Ger contarían después: “Compañeros me hablaban de un austriaco al que le enviabas un balón y lo convertía en gol”. Su nombre era Hans Krankl, un delantero fuerte físicamente, gran rematador, con un chut potentísimo que destacaba en el Rapid de Viena y en la selección Austriaca. Sus goles lo habían hecho alzarse con la Bota de Oro como máximo goleador europeo de la temporada 1977-1978.
Pero igual que su posterior etapa en el Barça, no todo sería coser y cantar.
CASI VALENCIANISTA

Los equipos de la Liga ya buscaban jugadores potentes en el extranjero. Antes que la recién elegida directiva culé pudiese siquiera posicionarse, el Valencia C.F. ya había apostado fuerte y en serio por el Bota de Oro de la pasada temporada. Hans Krankl contaría, más tarde: “Mi agente me llamó para decirme que con el Valencia estaba todo arreglado y sólo esperaban mi firma”. Núñez y el entonces vicepresidente, Joan Gaspart, ya habían recibido noticia del crack austriaco y se pusieron manos a la obra. Hablando directamente con el representante del jugador, le convencieron para llamar a Krankl y hacerle llegar la oferta del F.C. Barcelona. El jugador austriaco no lo dudó ni un instante. “Entre Barcelona y Valencia, preferí Barcelona” afirmaría el jugador en su día.
El Valencia se sentía traicionado. Acusaron públicamente al Barça de haberse entrometido en un fichaje que estaba decidido y de mala praxis. El conflicto pasó directamente a los medios de prensa, que enfrentados unos y otros, publicaban titulares y palabras de Hans Krankl a fin de justificar el fichaje. Mundo Deportivo se haría eco de una frase del jugador: “Nunca firmé ningún acuerdo con el Valencia”.
Tras apreciar el posicionamiento del jugador, el Valencia rebajó sus pretensiones. Abandonó su campaña contra el F.C. Barcelona, aunque nunca olvidaría que aquel crack, Bota de Oro de 1978, podría haber sido su buque insignia.
Hans Krankl llegó a Barcelona vitoreado como un crack. Sus goles y su actuación en el recién disputado Mundial de Argentina no pasaron desapercibidos. La afición, desde el primer minuto, lo arropó como a uno de los suyos, probablemente por la necesidad de una figura tras la marcha de Cruyff y por todo el morbo que había generado su fichaje cuando parecía que sería jugador valencianista.
JOHAN CRUYFF COMO REFERENTE
“¿Y para quién no?” Se preguntaría Hans Krankl en 1978. “Claro que es un jugador referencia, pero no pueden compararme con él.” El estrépito era asombroso. La afición se agarraba a Krankl como el nuevo héroe de la parroquia culé. Se llenaban portadas de prensa comparándolo con Johan Cruyff, mientras Hansi, como cariñosamente lo llamaría desde el principio el Camp Nou, trataba de desmarcarse. Cruyff lo había sido todo. Su fútbol, sus goles, sus regates. Era un jugador total. Hansi llegaba al Barça con la difícil tarea de sustituir a una leyenda, y aunque nadie olvidaría al holandés volador, todos venerarían al austriaco y le demostrarían una fe y un cariño que el propio jugador siempre ha llevado muy dentro.
Era urgente desmarcarse y evitar esa comparación. Por fortuna para Hansi, otro holandés, Johan Neskeens, hacía las delicias del Camp Nou. Era el centrocampista total. Su garra, su entrega y su calidad tenían ganado el corazón de los aficionados. Nadie imaginaba un centrocampista mejor, más trabajador ni entregado que Neskeens. Tras Cruyff, él sería el referente. Hansi aprovechó esa situación para quitar presión de sus piernas, al tiempo que generaba su propia leyenda. A su manera, la alargada sombra de Cruyff hizo que Hansi Krankl se ganara a la afición. “No soy Cruyff, no me pueden comparar con Cruyff, pero marcaré más goles que Cruyff”, sentenciaría Hansi.
ENAMORANDO AL CAMP NOU

Por si fuese poco todo lo que trajo su fichaje, Hansi no tardaría en enamorarse de Cataluña, del Barça y de la masa social del club. Tampoco le costaría mucho a la afición. Pese a los malos resultados del equipo, especialmente en Liga, el aficionado siempre pensaba: “Queda el gol de Hansi” .
Y no iba desencaminado. En su primer año como culé, Krankl anotó 29 goles en 30 partidos de Liga, haciéndose con el premio Pichichi. Se le fichó para marcar, y Hansi, un animal de área, no defraudó en absoluto. Los goles iban saciando la ausencia de una estrella como Cruyff. No obstante, los resultados pasaban del blanco al negro con excesiva facilidad. Para la historia quedan el 9-0 al Rayo Vallecano con nada más y nada menos que cinco goles de Hansi Krankl igual que quedan derrotas como el 4-0 frente al Valencia, en Copa del Rey, que supuso la eliminación del torneo tras haber ganado 4-1 en el partido de ida.
Sin embargo, en el Camp Nou, un nombre brillaba con luz propia. Siempre dentro del área rival. Viviendo rodeado de defensores, ganando balones con su potente remate de cabeza, atemorizando a los porteros rivales. Su chut, sin duda, era su arma más temida. Hansi aprovechaba su potencia de disparo y como nueve puro, siempre tuvo en mente la portería rival. Su magnífica zurda, su velocidad y esa fijación por la portería rival, haría de Hansi una figura que valorarían en toda Europa. La revista France Football lo llamaría «El Bulldozer del Barcelona», por su habilidad para tirar del equipo hacia la meta rival y pelear cada balón con los defensas más duros del continente.
Sus goles pese a la marcha del equipo en Liga y Copa, servían al Barça para ir pasando eliminatorios en la Recopa de Europa. Y era en esas eliminatorias, realmente complicadas, cuando Krankl aparecía, marcaba y enamoraba a la afición. Su capacidad era tal, que los defensas se veían obligados a marcarle muy de cerca, liberando espacios para otros compañeros como Neskeens o Rexach, que sabían aprovecharlos.
De cabeza, de chilena, de potente chut, driblando al portero, empujándola a la red… El grito en el Camp Nou era, siempre, GOL DE HANSI.
UNA SEGUNDA NIT MÀGICA

La temporada anterior, 1977/78, el F.C. Barcelona enfrentaba al Ipswich Town, un equipo inglés que brillaba con luz propia. Su entrenador, otro posterior conocido del banquillo culé, sir Bobby Robson. El duelo de ida de cuartos de final de la Copa de la UEFA dejo a los catalanes al borde del abismo. 3-0. El pesimismo no hundió a los azulgrana que en el partido de vuelta, en el Camp Nou, ganaron 3-0 y se clasificaron para las semifinales gracias a los penaltis. En semifinales, el PSV, uno de los dominadores europeos de entonces. Y en la ida un mismo resultado. El 3-0 no desalentó a nadie. Todos confiaron en la remontada. Y en otro partidazo, en el Camp Nou, el Barça se quedaría, una vez más, a las puertas de una final europea. Ganó el FC. Barcelona, por 3-1. Aquel Barça dirigido por Lucien Müller, se alzaría con la Copa del Rey, y con ello disputaría, un año más tarde la Recopa de Europa, o Copa de Campeones de Copa.
Krankl formaba parte ya de aquel Barça. La deriva en España contrastaba con un aparente paso firme en Europa. Tras derrotar por un total de 4-1 a un duro Shakhtar Donetsk en dieciseisavos de final (3-0 en el Camp Nou y 1-1 en tierras ucranianas), el Barça se enfrentaría al vigente campeón de la competición, el Anderlecht belga.
El duelo de ida de Octavos de Final se calentó en exceso. Los azulgrana llegaron a tierras belgas donde fueron recibidos con estrépito. El campeón belga se empleó con excesiva dureza y con una actuación arbitral muy discutible, se impuso por 3-0 a los catalanes. Los de Müller no merecieron tal resultado. Una noche funesta cara a puerta, con dos balones al larguero y un tercer gol en contra tras un control con la mano del goleador rival parecía hundir las esperanzas catalanas.
El partido de vuelta sería un 1 de Noviembre de 1978 en el Camp Nou. El ambiente, tras el partido de ida calentaba nuevamente el ambiente. Los medios volvían a soñar con la gesta de levantar el 3-0 con la magia del Camp Nou. El Barça saldría a por todas. Especialmente motivado tras su mal partido en la ida, Hans Krankl, indiscutible en el once, impondría su velocidad y fuerza ante los belgas. El Anderlecht, un equipo que destacaba por un ataque vistoso no sería fiel a su estilo. Trataría de encerrarse ante la avalancha blaugrana. Sabedores de la necesidad de marcar pronto, los de Müller salieron a por todas. Apenas 8 minutos de juego y Hansi arranca por la izquierda, quiebra a su rival y de un fortísimo zurdazo abre el marcador.
El Barça no dejaba de empujar. Asensi volvió a toparse con el poste. Y justo antes del pitido final de la primera mitad, el ansiado 2-0, de Heredia, a pase de Charlie Rexach. Se llegó al descanso con un Camp Nou abarrotado, crecido, animando incesantemente a los suyos en busca de a remontada final.
La segunda mitad transcurría bajo el mismo panorama. El Barça jugaba y creaba ocasiones pero el balón parecía no querer entrar. Los nervios y el pesimismo histórico del socio empezaban a notarse cuando Zuviría, en solitario, anotó el 3-0 que igualaba la eliminatoria. El resultado no se movería hasta los penaltis, aunque Krankl dispondría de un par de ocasiones que no llegaron a buen puerto.
Tras la prórroga, nuevamente, los penaltis. Y el socio al borde del colapso nervioso. Krankl anotaría el suyo. Rexach, Neskeens y Bio harían lo mismo. Los Belgas se hundirían anotando un único disparo. El Barça se clasificaba, eliminando al campeón, tras otra noche mágica.
EL CAMP NOU PAGA SUS DEUDAS

Pese a la marcha del equipo, era evidente que Krankl era el preferido de la afición. Sus goles se cantaban como si fuesen los únicos. El aficionado sentía que Krankl había dado mucho por el club. La clasificación del Barça para la final de la Recopa de Europa en Basilea, contrastaba con su marcha en España. Y Krankl, sin embargo, había brillado en todas las competiciones. Otra final europea y el Barça con la imperiosa necesidad de ganar. Fuese como fuese el equipo, el esfuerzo de Neskeens y los goles de Hansi eran la esperanza de los culés.
Antes de la final, vuelta a la Liga. Partido frente al Espanyol de Barcelona. Un duelo que el equipo gana 2-1 con gol de Krankl. El derbi era la piedra angular del año en Liga. Y se había resuelto con victoria. Restaban SÓLO unos días para la finalísima en Basilea.
Al salir del estadio, los jugadores se fueron con sus familias. Hansi se subió a su coche con su mujer. De camino a casa, en mitad de la Avenida Diagonal, la tragedia parecía apoderarse del austriaco. Una colisión en el lateral de su coche con otro vehículo paró el corazón de todo el barcelonismo. Krankl saldría ileso. Pero su mujer sería ingresada de urgencia y necesitaría varias intervenciones de gravedad. Los médicos tuvieron que solicitar donaciones de sangre para salvarle la vida.
Y fue en esas circunstancias que Barcelona se ganaría para siempre a Hansi. Los socios y aficionados acudieron masivamente a donar. Todos querían ayudar a salvar la vida de Inge, la esposa de Krankl, que estaba en quirófano. La propia directiva azulgrana acudió a donar. “La cola era tan inmensa que daba la vuelta al recinto hospitalario” contaría Joan Garspart. “Josep Lluis (Núñez) y yo mismo tuvimos que dar paso a una brigada de bomberos que acudió a donar. Cuando nos iba a llegar el turno, un responsable médico salió a informar que no era necesario y que Inge estaba fuera de peligro”.
La solidaridad de Barcelona enamoró a Hansi. Tras varios comunicados agradeciendo a toda Cataluña su ayuda para salvar la vida de sus esposa, Krankl no podía menos, que darlo todo por el club.
DEDICADO A INGE
En unas circunstancias especiales, por su accidente y el estado de su esposa, el Camp Nou se preguntaba si su ídolo, Hansi, podría jugar la final de Basilea. Los médicos aseguraron que su esposa estaba fuera de peligro. Pero seguía hospitalizada. Hansi pasaba las horas a su lado. Cuando lo peor de su operación había pasado, Inge se dirigió a Hansi para pedirle, por favor, que jugase la final. Krankl tranquilizó a la afición. “Si Inge está bien, jugaré”. Rexach cuenta una anécdota sobre las bromas que harían con el accidente de Inge: “Siempre le decíamos que su esposa llevaba más sangre culé que él”.

Todo el barcelonismo esperaba que su nuevo ídolo jugase en Basilea. La propia esposa de Krankl le pidió que jugase. Los médicos aseguraron a Hansi que todo estaba controlado, que no existía peligro. Hansi acudió a entrenar un día antes de la final de Basilea, se concentró con el equipo y le dijo aRifé, que había sustituido a Müller en el banquillo: “Jugaré, marcaré y se lo dedicaré a Inge”.
Llegó la gran final. El Barça quería alzarse con su primera Recopa de Europa. Enfrente, el Fortuna de Düsseldorf alemán. El estadio lucía sus mejores galas. Hasta 35.000 culés abarrotaron la gradería llenándola de colorido con banderas de Cataluña y azulgranas. El duelo en la grada se había ganado. Comenzó el partido con Hansi perdido. No obstante, sus compañeros salieron dispuestos a todo. Minuto 5. 1-0. Vicente Sánchez pone el primero del Barça en el marcador. El estadio se venía abajo. Pero sólo 3 minutos más tarde, empataban los alemanes. El partido era de ida y vuelta. Los alemanes lanzaban sus contras mientras el Barça dominaba el juego y acosaba la meta rival. En el 34’, gol de Asensi. La afición animaba como nunca. Pero sólo 7 minutos más tarde, volvían a empatar los alemanes. Toda la segunda parte el Barça dominó y asedió la portería alemana sin suerte. Se llegaría a la prórroga.
El esfuerzo pesaba en las piernas. Las contras alemanas eran cada vez más peligrosas. En el 104’ Rexach pondría el 3-2. Y sólo 7 minutos más tarde, en el 111’ un joven Carrasco que se va en velocidad de su par y pone un balón al punto de penalti para Hansi Krankl, que anota, batiendo por bajo al arquero, el 4-2. Hansi salió gritando emocionado, de rodillas, mientras lo abrazaban todos sus compañeros. Minutos más tarde, el equipo Alemán anotaría el 4-3, pero la Recopa ya tenía dueño.
Hansi anotó, como había prometido. Dedicó públicamente aquel gol a Inge, su amada esposa, perotambién a todo el barcelonismo, al que pagó una deuda enorme, con un gol que a la postre valdría la primera Recopa de Europa del F.C. Barcelona.
UNA ETAPA BREVE, PERO REALMENTE INTENSA

Krankl se había enamorado del club, de la ciudad y de Cataluña. Lo tenía todo para ser aún más grande, difícilmente más querido. Pero Rifé, segundo entrenador con Müller y primero tras su destitución, era un hombre muy severo, de pocas palabras y en seguida, la forma de ser de ambos chocaría.
Su segunda temporada no empezó como la primera. Los goles no llegaban y todos se preguntaban qué le ocurría a Hansi. Otra estrella del equipo, Johan Neskeens, había abandonado la entidad para que Núñez pudiese anunciar el fichaje de Simonsen. El extremo debería dominar la banda y saturar el área con balones a Krankl. Sin embargo, su rendimiento no fue el esperada, y tener que suplir en mediocampo la figura de Neskeens, suponía que a Krankl le llegaban menos balones.
Las diferencias con el entrenador se acentuaron. Los choques entre ambos eran cada vez más habituales. Krankl llegó a reconocer años después: “(Rifé) Es muy buen segundo entrenador y como primero un desastre”.

Tanto daba que hablar su mala relación con el técnico, que la directiva le buscó un sustituto. Por aquel entonces, el F.C. Barcelona era muy distinto. los cracks iban y venían. Algunos triunfarían, otros no darían ni la mitad de lo que de ellos era esperado. Hubo que desprenderse de Hansi, para que un brasileño, que resultaría un fracaso absoluto, llegase al club. Hansi se iría cedido al Rapid y sería sustituido por Roberto Dinamita.
En 1981, Hansi volvería a la entidad azulgrana, para acompañar a Quini en una delantera asombrosa. El míster, Kubala, sería cesado y Helenio Herrera, el Mago, volvería a hacerse cargo del equipo. Su fútbol no era el que desde la llegada de Michels al banquillo proponía el Barça. Hansi se vio relegado al banquillo, y Quini jugaría como único delantero centro. Ese mismo año, HH ficharía a Schuster, que ocuparía la plaza de extranjero que dejaría Hansi Krankl, que se resignaría después de todo “Acepto la decisión pero no la entiendo”.
Durante años se preguntó el barcelonismo «¿Que ocurrió con Hansi?» Fueron habituales las conversaciones y los debates sobre su figura. Se especuló con una mala relación con Quini, algo que el propio Hansi se encargaría de desmentir «Quini y yo éramos y aún somo amigos. Pero llegó un entrenador que era un maestro del catenaccio. Y en ese fútbol, o Quinni o yo sobraba.»
El Barça dejaría marchar a Hansi, al que muchos dicen, le desagradó el fútbol de primer nivel. Volvería al Rapid y después jugaría en otros equipos austriacos, de un nivel muy inferior.
Krankl nunca volvería a ser el mismo. Brillaría en su país, Austria, aunque no volvería a salir a jugar fuera. Según Pere Ger, periodista, “Volvió a Austria pese a tener ofertas mejores, porque el fútbol ya no le ilusionaba. No le gustaba esa vida” Y no debe estar muy equivocado. Hans Krankl, enamorado del Barça, de Barcelona y de Cataluña, nunca volvería a la entidad. Él mismo reconocería, años después, en una entrevista: “Fue una gran desilusión, porque el Barcelona es el mejor club del mundo”.

Pero Hansi no sólo es un goleador. pese a todo, su corazón siempre se quedó en el Barça y en Cataluña. Fiel a su amor por el club, la ciudad y Cataluña, Hansi llegaría a ejercer la capitanía de su club, llevando, en homenaje, la senyera.
Es complicado explicar a qué se debió su salida del club. La explicación mas factible era las diferencias que escondía la relación con Helenio Herrera, el Mago, pero anclado en un fútbol pasado que en nada tenía que ver con e ideario futblístico anterior, ni del propio Hansi Krankl, ni del Barça.
No obstante, Hansi siguió enamorado del club. su amor aún es palpable a día de hoy. Uno de esos astros del fútbol que pasaron por el Barça, de grato recuerdo para el culés en general, los veteranos, y quizá, redescubierto para muchos más jóvenes.
Precisamente para esos, para los que no conocían esta hermosa historia de amor entre un jugador y un cub de fútbol, nada puede describir mejor a Hansi que su lapidaria frase en un castellano aún en pañales: «Primero está el Barça. Y después la nada.»