Todo llega

Vamos de a poquito. Toda travesía por el desierto acaba por definición en un lugar mejor y toda pausa, por anómala y pandémica que sea, termina cuando un dedo amigo pulsa el botón de play y suena aquello de «jueguen, jueguen». Todo llega, recordad estas palabras con el pitido inicial del árbitro. Hemos pasado sed en estos casi 100 días sin fútbol que han desordenado calendarios y prioridades, tres largos meses de los que —lo dejo claro ya en el primer párrafo— no salimos mejores ni más sabios. El Barça visita hoy el oasis de Mallorca para darse un chapuzón de refrescante normalidad y los ojos del despistado espectador podrán por fin alejarse de la curva de contagios y concentrarse en la parábola de una falta de Leo Messi por encima de la barrera. Pero que nadie espere pasar de 0 a 100 en esta romántica escapada balear con la que arrancan los de Setién; será especial por su sabor a segunda primera vez, refrigerante como dar un trago a una cerveza volviendo de la playa pero también hueca como el fútbol de ahora y patosa como la vuelta al cole después de todo un verano sin tocar un libro.

Qué hay de lo mío. El filósofo norteamericano N. R. Hanson apuntó con brillantez que «toda observación está cargada de teoría». Dicho de otro modo, que tendemos a encontrar lo que buscamos. No se ha completado aún la primera jornada liguera y ya estamos inmersos en el fuego cruzado de las quejas y los llantos, esa integritis con la que hace poco bromeó muy seriamente Javier Tebas. Lopetegui exige tiempo extra de preparación, como si el resto de equipos estuviese más rodado que los suyos. Mendilibar y Setién sienten que la norma de los cinco cambios les perjudica por motivos opuestos. Y el Levante y el Real Madrid protestan por tener que jugar en un exilio calculado para ahorrar tiempo y dinero porque nadie les avisó de que las circunstancias cambian de un momento a otro en medio del mayor estado de excepción que recordamos. Somos —aprovecho el segundo párrafo para insistir en ello— igual de egoístas e incoherentes que antes. Si tuviera que rescatar una reflexión de esta primavera confinada, elegiría la de que todos ven en el virus lo que quieren ver.

Esto sí es fútbol. Volviendo al balón, Barça y Madrid se disputarán el título en un veraniego torneo clausura con más puntos en juego de los que invitan a pensar el calendario y el termómetro. Aunque huele a esprint final, hay más margen de error de lo que parece. En las próximas once jornadas confluirán demasiadas variables ignotas como para aventurarse en pronósticos sensatos, pero por lo pronto el muestreo de la Bundesliga —os acordáis de nuestro crush primaveral, espero— arroja algunas pistas. Por ejemplo, el factor campo pierde relevancia y los grandes tienden a imponerse ante la notoria distracción de las defensas de los equipos de menor presupuesto y exigencia en la tabla. Será interesante observar la mitológica figura del futbolista de entrenamiento, el artista de la pachanga de los jueves que podrá al fin brillar cuando el examen cuenta para nota gracias a la ausencia de público. El recién estrenado contexto premiará la fortaleza mental de los jugadores, obligados a no perder el hilo competitivo en un escenario sin estruendo ambiental. Sin distracciones, será crucial no distraerse.

Decíamos ayer. Una de las versiones más discontinuas del Barça que recordamos no debería acusar en exceso la inactividad, período que ha debido servir a la veterana columna vertebral culé para vaciarse y llenarse en lo físico y en lo anímico. Por tiempo para pensar no habrá sido. Tampoco el vestuario azulgrana es ajeno a la inestabilidad reinante, por lo que cabe esperar que los de Setién sean capaces de poner en cuarentena la incertidumbre deportiva y económica y sepan centrarse en el juego, algo que el cántabro intentó inculcar con decreciente vehemencia desde su llegada. A lo mejor los rondos han sentado mejor a la plantilla tras el obligado encierro doméstico. El nuevo viejo fútbol regresa cargado de preguntas que estimulan nuestra mente —sería tan aburrido saberlo todo— y para que nadie diga que la pandemia no ha servido de nada, sería bueno que buscásemos poco a poco las respuestas sin emitir juicios absolutos ni olvidar que este pasatiempo innecesario trata sobre disfrutar. Todo llega, recordad estas palabras con el pitido inicial del árbitro, porque en el minuto 10 ya se nos habrán olvidado.

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