Si Riqui Puig tiene el impacto que tiene no será por calidad, principalmente. El Barça lleva tiempo arrastrando un problema de juego evidente en campo contrario más relacionado con la actividad sin balón que con él. No solo la falta regular de amplitud por el carril derecho o las intenciones amenazantes a la espalda defensiva rival: también la generación de espacios y recepciones por el carril central. Un perfil que en la época guardiolista le correspondía más a Andrés Iniesta pero sabían interpretar ambos interiores y que ahora ninguno representa con solvencia. Puig es un mediocentro inexperto en la posición que exige una madurez más especial. Un joven al que le falta fracasar pero que se desenvuelve con naturalidad donde sus anteriores homólogos no han conseguido adaptarse a los principios básicos de este perfil. El Barça viene faltando este interior que genere espacios por dentro y tenga vocación asociativa, que tenga capacidad para alejarse del balón y al mismo tiempo acercarse a él.
Las intervenciones de Riqui y Ansu Fati estimularon una ofensiva blaugrana menos céntrica de lo que viene siendo habitual. La suma de estos dos socios en el engranaje atacante dinamizó al juego de Lionel Messi y al juego del Barça en campo contrario. El primero, bien vigilado por Brais Méndez en el repliegue celeste, creando espacios por dentro y siendo un activo en el circuito de pases y el segundo, más relevante sin balón, siendo una amenaza al espacio de la defensa rival y para facilitar la incursión de Jordi Alba por el carril. Alba, Puig y Fati eran los vértices de un triángulo sólido que enfortecía el lado izquierdo (38%) en contra del descompensado lado derecho, donde Nélson Semedo tenía que generar la amplitud, la profundidad y la corrección defensiva en caso de pérdida. Arturo Vidal, relacionado con la llegada como falso interior derecho, tuvo otra aportación escasa aunque estuviese en el lado débil por dos motivos. Primero porque Messi ocupa zonas por el centro y la derecha y se entiende mejor con la calle izquierda y por la disposición rival de 5 defensas que hace más difícil atacar el espacio. La retaguardia celeste no solo complicó la tarea de Vidal sino también la de Fati y Jordi Alba por la izquierda. Al extremo en el momento de atacar el espacio y vaciar el carril por el lateral y al 18 su factor sorpresa llegando.
La puesta en escena defensiva del RC Celta de Vigo no tuvo continuidad con balón. En la primera parte le faltó el músculo en la asociación y en la posesión que sí que tuvo en el segundo tramo de partido (21% en el primer tiempo por 44% en el segundo), representado por Rafinha Alcántara. Aunque en los primeros cuarenta y cinco minutos la posesión solo estuviera un 22% en el tercio de campo azulgrana el Celta aprovechó una grieta defensiva que el brasileño explotó en la reanudación. Una grieta que llevaba el nombre de Samuel Umtiti (39% del ataque celtista pasó por el costado derecho). El francés pierde capacidades cuánto más alejado está de Marc-André ter Stegen y su pésima transición defensiva tras pérdida obliga a su homólogo en el otro lado, Gerard Piqué y a Ivan Rakitic a doblar esfuerzos. Iago Aspas lo buscó pero la mala toma de decisiones celtista arriba no dejó los tres puntos en Balaídos.