Día 30 de junio o lo que es lo mismo el día de la confirmación. Es el día que certifica la vergüenza e indolencia de una junta que sólo piensa en su propio ombligo. En el día del fin de las suposiciones, nuestros «no puede ser» se tornan realidad. Además, cada año que pasamos en este infierno institucional desde hace una década, se plasma de forma mucho más evidente. A la prensa oficialista incluso les cuesta mucho más tapar dichos ultrajes y ya es decir.
En cada campaña han vivido obsesionados en conseguir finalizar el curso contable en positivo, siempre caminando en el alambre, aún perdiendo activos importantes del calibre de Toure Yayá, Thiago Alcántara o Neymar Jr. o quizás más grave, priorizando la compra-venta por encima de un modelo reconocible y exitoso como con los casos de Paulinho o Yerri Mina. Estos son meros ejemplos de una gestión digamos un tanto particular, siendo políticamente correctos. La negligencia llega en forma de intercambios que estampan una realidad muy oscura.
El más conocido de ellos fue ese Cillessen-Neto, pero siguieron impunes con el Marqués-Pereira o en cierto modo en el Trincão-Abel. Todo ello con el fin de maquillar las cuentas de un club a la deriva, perdiendo patrimonio y por tanto, malogrando los mejores años del mejor jugador de la historia y de un heredado plantel campeón. Siendo esta anómala temporada la más evidente con la atrocidad de la consumación del Arthur-Pjanić o la ratificación con la preponderancia en cobrar efectivo en vez de un mayor porcentaje de una futura venta de Marc Cucurella.
Este grito al aire no trata de analizar si Miralem Pjanić puede ser un gran activo, si Arthur Melo era más bonito en nuestra imaginación que en una futura realidad o si la venta de Cucurella sea una buena operación por no encajar en nuestro estilo (¿?). Esto va sobre una junta que esta maltratando a la entidad a todos sus niveles, porque al final no todo es ganar, algo que tampoco se está consiguiendo como se debería teniendo a Lionel Messi en tus filas. Simplemente son letras en forma de terapia para poder alejar el dolor al sentirte secuestrado.
Esa preferencia por salvar el culo, la inmediatez por encima de cualquier proyecto y siempre tener una serie de vasallos al serivicio de un señor a cambio de utilizar X servicios -encima- a su antojo, se transforma en un auténtico calvario. Ya pueden desplazar lo que significa Unicef próximo al corazón y situarlo cerca del culo, la aberración del siguiente sponsor, infinidad de movimientos un tanto -siendo benevolentes- sospechosos, filtraciones interesadas, llevar a juicio a la institución como tal o los peor pensados, cavilando con un posible meneo de trileros en cuanto a la nomenclatura del estadio con un asunto tan escrupuloso como la pandemia del COVID-19. Todo ello bajo el jodido cobijo mediático y la benevolencia de una serie de socios acomodados en su posición.
Enfrascasdos en la víspera de recibir al Atlético de Madrid, con el ambiente caldeado, sin un público que pueda dictar sentencia, al parecer con un divorcio entre jugadores y cuerpo técnico, con Frenkie de Jong lesionado y con Arthur vestido con la maglia de la Juventus en el banco viendo las peripecias de un obsoleto Ivan Rakitić y del intenso Arturo Vidal sobre el césped, con la posibilidad de ver escapar una Liga en pos del eterno rival, siendo mucho más demérito propio dicho desenlace que mérito de un Real Madrid poco brillante.
Enfado que solo encuentra alivio en la figura de un demente otomano, de un Arda Turan que estará en su casa cerveza en mano, con unos 10 kilos de más, con la pistola encima de la mesa, riéndose de forma burlona de estos ineptos que no son los peores dirigentes de la historia del club solo por el hecho de tener a Messi y también, porqué no, la exigencia del Cholo Simeone y su Profe Ortega. Aunque pensándolo bien, es posible que el bueno de Arda ni pierda unos minutos en ver a sus ex, seguro que tiene otras pericias más provechosas en las que invertir su valioso tiempo.