Masoquismo de largo aliento

FUEGO A DISCRECIÓN |  Jorge Ley

Como mínimo, bajo la calamitosa gestión de Gaspart había un cierto orgullo gregario relacionado íntimamente al «ser culé». El equipo se despeñaba, la administración no se sostenía ni con alfileres y la foto habitual era la del circo de los horrores, pero había algo de dignidad tragicómica en el hundimiento. Con el reciclado neoñunismo, no queda ni eso. Ni la gracia incómoda que provocaba Núñez con sus ocurrencias lingüísticas. En esta aventura del rencor, es imposible imaginarse un ataque de dignidad del presidente de la Junta directiva poniéndose de pie para dejarse pitar y que los asistentes al Camp Nou le muestren, entre pañuelos blancos, la puerta de salida.

Es ciencia ficción. Escribía Rafa Cabeleira en El País hace unas semanas que el Barça no tenía que pagar a nadie, ni nada para tener la admiración de propios y extraños hace tres segundos en tiempo histórico. No había que apelar a extrañas campañas publicitarias para que el resto te imaginara en la cima, básicamente porque vivías allí. Ahora habría que pagar una suerte de resarcimiento económico y moral a todos los aficionados del Barça (¡Y extra muros!) que se ven condenados a vivir semanalmente este suplicio que es de todo orden menos futbolístico. ¡Y con todo y el alíen al que dejaron entre trapos desde quien sabe dónde! 

Y no es inmune casi nadie. Ni Messi mismo. Que ha bajado otra vez a dar la cara tras el desvarío que le pasó al Barça frente al Osasuna, después de perder La Liga y que define muy bien para lo que ha quedado este equipo de muertos vivientes: Un desvarío que le pasó al Barça, un acontecimiento que los arrolló. De tiempo a acá, el Barça no provoca cosas en el campo, sino que espera a que pasen y, sobre todo, a que le pasen por todos lados. Lo que solía ser una desagradable sorpresa en los tiempos del Tata Martino no es ya sino la insoportable rutina de la vacuidad.

Pocas cosas retratan tan bien a este equipo acongojado como el hecho de que tres párrafos después me he acordado, así entre borrones de un nuevo trauma por venir, como si uno ya viera las futuras pesadillas entre parpadeos, que aún queda la bala de la Copa de Europa en la recámara y una vuelta en el Camp Nou contra el Napoli de Gattuso. Y no lo veo correcto. A este equipo solo queda darle la necesaria sepultura que le han negado desde hace años inconscientes, funcionarios y fanáticos del masoquismo, y que, por supuesto, es absurdo postergar.

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