Escribir sobre un jugador es siempre un reto. Lo difícil, o así lo percibo yo, no es tanto la parte meramente descriptiva en la que se recorren las cualidades y deficiencias del jugador sino aquella que tiene que ver con los sentidos, la que trata de comprender al futbolista en toda su complejidad, lo que implica no solo su forma de jugar o su estilo, sino su idiosincrasia, lo que le va por dentro. Ahí la intuición juega un papel importante y esto es peligroso. Con Ansu Fati (2002) las virtudes y los defectos son algo secundario, pues su insultante juventud y su absoluta falta de respeto -de forma biententendida- hacia el papel que tendría que jugar provocan que, de forma instantánea, lo primero que llame la atención sea, precisamente, lo que no se ve. Ansu es irreverente, a ratos sardónico. Las ataduras que podríamos presuponer en un futbolista tan joven no existen, Fati juega como si todo lo que le ha pasado durante los últimos 11 meses fuese normal.
No tardaría Ernesto Valverde en acudir a Ansu Fati ya no como un futbolista que empezar a instruir, no como una figura que mostrar a la afición para hacerla soñar con el futuro – el ejercicio favorito de todas las aficiones- sino en un ejercicio de supervivencia. A sus todavía 16 años Ansu entraba en El Sadar en un partido que el FC Barcelona iba perdiendo ( y terminaría empatando). Valverde, apenas una semana después de haberlo hecho debutar en una abultada victoria ante el Betis, tenía que aceptar que Ansu era ya una opción real para cambiar cosas. Fati se convirtió, desde el minuto uno, en una especie de catalizador de la rebeldía y la irreverencia que la primera plantilla venía pidiendo a gritos durante los últimos años. Ya no es una cuestión de nivel, sino de fuego interno. A Ansu le corroe por dentro la lava propia de la juventud, es un volcán a punto de entrar en erupción. El trabajo del cuerpo técnico es cuidar esa explosión, moldearla, darle forma y sentido. Que no sea un estallido incontrolable, sino una especie de explosión dulce, rítmica, coherente.
Poco tardamos, los que teníamos poco visto a Ansu, en captar las virtudes, terriblemente buscadas, de este joven talento incipiente. Lo mejor, o lo más sexy, en ver crecer a un futbolista joven es que es está hecho de un material amorfo que en cierta medida es una especie de cuenco vacío sobre el que vaciar tus pensamientos, tus preferencias. Ansu tiene virtudes, unas que, poco a poco, definirán su posición y rol, pero a día de hoy me parece un error catalogarlo como un extremo, porque su fútbol es aun virgen, no contaminado, y sus impulsos pesan más que las etiquetas. Lo que sí podemos decir es que Ansu Fati tiene mucho gol. Olfato. Es más determinante dentro del área que a 35 metros y esto, en un jugador de 17 años, es rarísimo. No hace gala de un cambio de ritmo prodigioso ni de una punta de velocidad endemoniada, pero sí de una inteligencia y una habilidad para hincar el diente que te hacen preguntar si realmente el futuro de Ansu está en banda.
Ya escribí aquí un perfil a nivel tecnicotáctico sobre Ansu fati, por lo que no me extenderé. Lo que sí me gustaría señalar es que Ansu, como Riqui Puig, del que escribí este artículo, han sido capaces de hacer valer sus virtudes y atenuar sus defectos, algo que es capital para cualquier canterano cuando debuta, pues básicamente lo que hace es sacar provecho de una mala dinámica para influir de forma directa, insuflando energía o aportando lo que se necesita, un ejercicio compensatorio que hace que este jugador se afiance en el primer equipo. Pero se establece una relación de necesidad, de dependencia. El FC Barcelona tiene que ser capaz de sacar lo mejor de Ansu sin depender en exceso de lo que él sea capaz de ofrecer, es decir, de ser un cojín para su crecimiento y no a la inversa. Que los tiempos no se inviertan. Hasta la fecha el Barça ha vivido en una especie de ambivalencia en la que ha intentado proteger y mimar a Ansu sin esconder la necesidad casi patológica que tienen respecto al de Guinea-Bissau. Ansu, a día de hoy, da más de lo que recibe de su entorno.
Y aquí, llegados a este punto, es interesante acercarse a la naturaleza futbolística de Ansu porque es particular. Son 7 goles en Liga en apenas 24 partidos de los que solo 11 ha salido como titular. Jugando 44 minutos de media. Es decir, un gol cada 149 minutos. Estas cifras, aun en fase embrionaria, enseñan o insinúan el tipo de futbolista que puede ser Fati. Lo que muestra es que partiendo desde la banda, por muy abierto que esté, su zona de confort es el centro, que el punto G en el fútbol aun bisoño de Fati es cercano al área, y que es dentro de ella donde parece tener 28 años. Ahí sorprende la cantidad de movimientos que ya domina, ya sean desmarques cortos pero explosivos y rupturas para buscar el balón. Es olfato y talento, algo innato y que siente como suyo. A simple vista, tiene tintes del primer Cristiano Ronaldo, un extremo que ya se intuye que va atener una relación especial con el gol. Ansu puede ser un futbolista de 20/25 goles en Liga si continua evolucionando así.
La pregunta es, ¿Ansu tiene potencial/pinta de poder convertirse en un delantero centro? Tal y como está el panorama en el FC Barcelona y viendo los futbolistas que suben, es una pregunta pertinente. Ansu ha demostrado tener mucho gol y manejarse muy bien en esas zonas peliagudas pero, obviamente, aun está muy verde físicamente como para poder imaginarnos una respuesta coherente. Pero si su físico avanza de forma natural, ganando fuerza, resistencia y siendo capaz de sostener el pico de velocidad, es una opción interesante a manejar, sobre todo por como Ansu se relaciona con su entorno. Con un 86% de acierto en el pase, el joven delantero es muy inteligente, paciente y tiene aprendido el ABC de la cantera. Sabe cómo jugar. Y su tendencia es, si se le permite, irse hacia el centro para participar más y enmendarse en acciones que, en banda, el resultan más difíciles.
Tiene el talento para hacer jugadas, algo indispensable en el delantero moderno, y la sapiencia y habilidad para integrarse en la coralidad que demanda el equipo. Tiene las dos bases de inicio, y esto constituye una ventaja competitiva terrible respecto a otros futbolistas. Ahora se trata de, poco a poco, ir limando las asperezas en su juego y curtirle para que arremeta con sentido los varapalos que el fútbol le va a dar. Ansu juega y sabe jugar, tiene fútbol e intuición, su fútbol es maduro, casi que demasiado para la edad que tiene, pero no ha perdido esa pátina juvenil, como de niño, que obliga a mirarlo con una sonrisa benevolente.
Ansu está en ese jodido momento de su temprana y casi insultante trayectoria en el que necesita mucho protagonismo y minutos pero sin que la exigencia queme y castigue sus dóciles piernas. Es una etapa confusa y en la que el club debe tratar de ponerle las mayores facilidades posibles, relegando a Ansu a un rol que le asegure minutos y responsabilidades a su justa medida. Que sea él, con su ímpetu y su talento, quien exija tener más y no al revés. Pero pensar en ello es ya una pista más que importante sobre la clase de pepino que es Ansu Fati. El Barça tiene a un molde con formas atractivas, es función del técnico de turno darle forma y hacer que sus necesidades y las del Barça se cubran.