Cada vez se cuentan menos los partidos que Messi saca su hambre competitiva despiadada que lo enjuvenece diez años. A él y al equipo. Estos se ven sobre todo en Champions, cuando el presente adquiere más signifcado, cuando no se puede especular tanto con él. En estos partidos, sus compañeros son súbditos a los pies de su Rey pues su magnetismo aumenta porque saben que el campo contrario es suyo. Las líneas del número diez se vislumbran más en la estructura y sus representantes tienen una responsabilidad diferente. Aunque tuvo que convivir en esta tesitura, Frenkie de Jong no fue un jugador más.
Del holandés nadie dirá que ha tenido un mal año pero la opinión pública se ha puesto de acuerdo para recalcar que no ha estado a las expectativas. Su temporada ha sido claramente de crecimiento, de conocimiento de la realidad que le depara a un jugador con más futuro que presente en un equipo grande. En Amsterdam vivió la última campaña de su juventud futbolística y este curso ha sido el primero de su madurez por lo que ha tenido que lidiar. El listón del ideal que representó en el Ajax a toda Europa, vestir la piel de un grande del continente y, sobre todo, ser un interior en el equipo de Leo Messi.
El partido frente al Nápoles define la mejor representación de lo que puede dar el neerlandés al Barça actual. Por impacto con balón y sin él. En la base, el Barça se nutrió de su giro más conducción, como era habitual en el Ajax, para hacer frente a la puesta en escena intimidante del Napoli en campo azulgrana, sobre todo en el segundo tramo de partido. Afianzar una salida que no es tan determinante en los pies de Rakitic. De Jong no solo fue el receptor del primer pase en el primer escalón sino también en el segundo, dando posibilidad a superar la primera línea de presión del Nápoles des del pase de Ter Stegen y el toque finísimo del holandés al primer toque.
En campo contrario, al que el 21 no estaba acostumbrado en Amsterdam, sobre todo en ataque estático, su evolución ha sido evidente. En especial su interpretación del pase, uno de sus puntos no tan fuertes, que fue determinante con envíos punzantes entre líneas. De Jong aportó añadidos por el pasillo central que la estructura no facilitaba, como la mala amplitud y profundidad. Significó un actor importante donde el Barça ha carecido de ellos, sobre todo desde la marcha de Iniesta. La incidencia en el último tercio fue de igual forma en el ecuador del campo, donde pudo jugar de cara y superar líneas con su portento físico y su conducción singular. Ahí, Griezmann y Messi como terceros hombres potenciaron la capacidad del neerlandés en el momento de darle forma a la posesión blaugrana. Del mismo modo, también fue un jugador que, en el segundo tramo, cuando el equipo le costó más tejer un circuito de pases óptimo, pudo soportar en lo individual al equipo desde la lectura de los tempos del encuentro y saber calmar la jugada y acelerarla.
Frenkie De Jong llegó al Barça hace trece meses con la sonrisa juvenil y la mochila cargada de optimismo de un jugador que había enamorado Europa. En el Camp Nou iba a experimentar una nueva profundidad alejada de una estructura táctica para su juego, después de una temporada histórica y teniendo que acompañar a Messi, formar parte de su engranaje. Frente al Nápoles, De Jong demostró estar preparado para jugar en el equipo y asumir la responsabilidad en el epicentro del juego.