Canta Serrat: “…amontonado en tu arena guardo amor, juegos y penas…” Esa arena llena de buenos y malos recuerdos que describe el cantautor y compositor catalán puede ser perfectamente la de una surfera playa de Canadá o la de una idílica cala en Barcelona. Canadá y Barcelona. Barcelona y Canadá. Dos lugares del mundo separados por un inmenso océano y miles de kilómetros, pero con una cosa en común: ambas han visto crecer a dos niños llegados del tercer mundo. Davies y Fati. Fati y Davies.
UN REFUGIO PARA SEGUIR VIVIENDO
El 2 de noviembre del año 2000 vino al mundo Alphonso Boyle Davies en Buduburam, Ghana. Sus padres habían llegado allí empujados por la segunda guerra civil de Liberia, su país de procedencia. Casi medio millón de personas fueron desplazadas de su tierra. Los enfrentamientos sangrientos entre dos o más naciones siempre son algo terrible, pero cuando esa sangre se derrama entre iguales dentro de unas mismas fronteras la crueldad se recrudece aún más. Así, Debeah y Victoria, padre y madre de Alphonso, llegaron al campo de refugiados construido por la ONU situado en Ghana, territorio relativamente cercano a Liberia. África atravesaba por un momento de cambio; el siglo XXI asomaba a la vuelta de la esquina y el continente negro debía dar un paso al frente y acabar con la lacra del miedo y el terror que asolaba a la inmensa mayoría de sus países desde hacía décadas. La vida no fue fácil para los Davies en Buduburam, y basta con leer una frase de Victoria para darse cuenta: “teníamos que saltar por encima de los cadáveres para ir a buscar comida”. Pasados unos años todo eso cambió.
Cuando Alphonso tenía cinco años, un programa de reasentamiento para refugiados de guerra llevó a toda la familia a un nuevo mundo. Dejaban atrás a sus seres queridos en África, pero también el pánico y el horror de una vida bañada en dudas. Edmonton, Canadá, era un (otro) punto de partida con posibilidades infinitas, el primer mundo, nada de lo que habían conocido hasta el momento se parecía a aquello. De ahí en adelante, la vida del pequeño Alphonso no dejaría de ser un camino lleno de retos. Melissa Guzzo, su profesora de Educación Física, le introdujo en Free Footie, una asociación para que los niños sin recursos pudieran jugar en campeonatos federados. El cohete empezaba a despegar. En el año 2015, con catorce primaveras, se incorporó a la academia de los Vancouver Whitecaps. El proyectil ya estaba en órbita. En los Caps destacó desde el primer día, dando muestras de un poderío físico aplastante y una depravada velocidad. El 17 de julio de 2016 debutó en la MLS. El artefacto volador era imparable. Meses más tarde, ya en 2017, recibió oficialmente la ciudadanía canadiense, para debutar ese mismo año con la selección absoluta del segundo país más extenso del mundo. Rusia wins. El OVSI (Objeto Volador Sí Identificado) viajaba por la galaxia de la liga norteamericana a su antojo, se paseaba como Pedro por su casa. Se siguieron sucediendo los acontecimientos hasta que en enero de 2019 el Bayern Múnich pagó la irrisoria (visto el rendimiento ofrecido hasta el momento) cantidad de 10 millones de euros. Alphonso volvía a saltar el charco, esta vez en sentido inverso. El viejo continente no se imaginaba la fuerza con la que aquel meteorito en forma de jugador de fútbol iba a impactar en Baviera.
CARNE PA’ LA PICADORA
Hansi Flick, entrenador: “Gana muchos duelos defensivos gracias a su trabajo. Tiene un desarrollo excelente”.
Thomas Müller, compañero: “Ritmo explosivo. Nunca hemos tenido un jugador como él. Jamás está quieto, es como el correcaminos, bep bep”.
Todas las declaraciones y opiniones vertidas sobre el ya asentado como lateral izquierdo del gigante bávaro son de un tono muy positivo y de continuas alabanzas a su desempeño en el breve recorrido que lleva en Europa. En Londres, por ejemplo, ya saben cómo se las gasta Davies. En el partido de ida de los octavos de final de la Champions League, antes de que nos asolase esta terrible pandemia mundial, el Bayern barrió al Chelsea por 0 goles a 3. Aquel día, Alphonso pasó por Stamford Bridge como Othar, caballo de Atila, rey y caudillo de los temidos guerreros hunos, pasaba por las llanuras de Europa Central y Europa del Este dejando miseria y resignación en su camino. Los aficionados blues no olvidarán fácilmente lo que un niño de 19 años hizo con su equipo aquella fría noche londinense. Viendo el nivel del Bayern a día de hoy, parece que el Fútbol Club Barcelona cuenta con pocas posibilidades de clasificarse para las semifinales de la máxima competición europea de clubes. El conjunto de Múnich se ha convertido en una máquina perfecta de picar carne con unas cuchillas tremendamente afiladas, y el inestable e inseguro Barça de los últimos meses (años) parece un dulce corderito esperando a ser entregado a las fauces de la engrasada e infalible maquinaria alemana. Los siguientes 90’ dictarán sentencia.

APARTANDO LAS PIEDRAS DEL CAMINO
Canta Sabina: “No pasaba de los veinte, el mayor de los tres chicos, que vinieron a atracarme el mes pasado…” Algo parecido a esto debieron sentir los jugadores del Athletic Club de Bilbao cuando hace prácticamente dos meses, en el partido liguero celebrado en el Camp Nou, estaban cosechando un valioso empate a cero con la hora de partido cumplida. Entonces, unos imberbes chiquillos decidieron que ese partido habría de ganarlo el por aquel entonces actual campeón de liga española. Riqui Puig y Ansu Fati entraron al campo como un vendaval por la ventana en pleno otoño y pusieron el templo culé patas arriba. 1-0 y a otra cosa. De esos chiquillos, el más joven es Anssumane Fati Vieira, nacido el 31 de octubre del 2002 en Bisáu, Guinea-Bisáu. Su historia es, al igual que la de Alphonso Davies, un sendero lleno de piedras, baches y obstáculos.
Ansu es hijo de inmigrantes guineanos que hace veinte años dejaron su país para instalarse en el sur de España. Su padre, Bori Fati, hizo de avanzadilla y desempeñó varios trabajos hasta que por fin pudo llevar al resto de la familia a su lado. Bori había sido jugador semiprofesional de fútbol en Guinea-Bisáu hasta 1998, cuando se tuvo que trasladar a Lisboa para buscar un sustento a la vez que jugaba para clubes modestos de la zona. A principios del nuevo siglo el destino situó a Bori en el pueblo sevillano de Marinaleda, conocido a nivel local por ser gestionado por un alcalde muy afable y cordial con los expatriados. Pasaron los años y los hijos de los Fati comenzaron a jugar, y a deslumbrar. El hoy extremo culé creció y se formó en los Peloteros de Herrera, equipo del municipio vecino. El Sevilla, con el ‘Rey Midas’ Monchi a la cabeza, no tardó en poner sus ojos encima del incipiente talento bisauguineano. Solo estuvo un año en el conjunto hispalense, ya que la temporada que realizó un (aún más) joven Ansu puso en estado de alerta a los ojeadores de los mejores equipos del país. Real Madrid y Fútbol Club Barcelona llamaron a su puerta, y en el caso del conjunto blaugrana fue en el sentido literal de la frase. Un emisario del club se presentó en la casa de los Fati con el contrato del niño en la mano. No hubo dudas por parte de Bori. La Masía esperaba.
Era el año 2012 cuando el chico se incorporó al alevín culé y desde ahí la evolución fue a pasos de gigante. Aquí tenéis algunos de los records pulverizados hasta el momento por la perla de la cantera:
24/7/19: Firma su primer contrato profesional con el FCB.
25/8/19: Segundo jugador más joven en debutar en liga con el FCB.
31/8/19: Jugador más joven en marcar en liga con el FCB.
14/9/19: Jugador más joven en ser titular en el Camp Nou. También el más joven en marcar y asistir en liga.
17/9/19: Jugador más joven en debutar en la Champions con el FCB.
10/12/19: Jugador más joven en marcar en la Champions con el FCB.
5/7/20: Autor del gol 9000 en la historia del FCB.

EL FUTURO ES SUYO
Ahora solo nos queda disfrutar de todo lo que viene por delante con estos chicos que parecen tocados por una varita mágica. Dos historias de superación y lucha de varias generaciones en las que el final parece que será de cuento de princesas, un final feliz.
Davies y Fati. Fati y Davies.
Serrat y Sabina. Sabina y Serrat.
Para terminar os dejo unas líneas de un libro sobre lo que el gran continente olvidado representa para la gente que lo ha vivido desde dentro. Desde aquí os recomiendo su lectura.
“Este continente es demasiado grande para describirlo. Es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria. Solo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos África. En la realidad, salvo por el nombre geográfico, África no existe”.
Ébano, Ryszard Kapuscinski