Me parece tragicómico que a estas alturas de la película, aún exista gente que cree – en serio, es irrisorio – que Josep Maria Bartomeu es un incompetente, cuando ha cumplido su misión a la perfección: destruir – o borrar – todo matiz cruyffista que exista en el entorno Barça. Y lo más macabro de todo, es que en todos los aprietos que metió al club – en lo deportivo y en lo económico – él mismo se encargó de arreglarlo en un eterno juego de lavado de caretas.

Así que no nos engañemos, aquí hay una realidad, ni Bartomeu es un tonto que no sabe gestionar un club, ni las consecuencias de la mala administración son la debacle del actual Barca (por más que Sport y Mundo Deportivo hagan el papel mediático de poner la pelota en cancha de los Lionel Messi, Luis Suárez, Ernesto Valverde y compañía).
Leí un tweet que me llamó la atención, de un conocedor del fútbol como pocos, de Julio Maldini, en el que señala una verdad La directiva del «jamás un presidente, que es elegido por los socios, debe ceder a las presiones de un jugador», esto es irrefutable, totalmente de acuerdo con Maldini. Aquí el problema es que no es el caso; no es que Bartomeu esté cediendo «a las presiones de Lionel Andrés Messi», simplemente lo está poniendo en una situación extrema: el abismo o mi espada.
El presidente del Barcelona sabe, porque es un genio del mal y tiene a toda una junta pensando en cómo mantener el poder, que cargarse a Messi es el primer paso para convertir al Barcelona en lo que ellos más desean: un club al estilo Chelsea, PSG o el mismo Manchester City; con altísimos presupuestos, que gastan millonadas ingresando sumas jugosas, pero con la diferencia de que el Barcelona es un club de socios y no propietarios. Ese es un plan atractivo para quién maneja el dinero y se encarga de las finanzas, pero para lo deportivo y los institucional, es un desastre. Y no descubro nada, los resultados me dan la razón.
El caso es que Bartomeu, como el genio que es, ha utilizado todo lo que está a su disposición para enrumbar al club hacia lo que él y sus amigos desean. Utilizaron el aparato comunicacional para desprestigiar a las piezas que les fueron incomodas, trajeron a los técnicos que más le convenían para sus ideales deportivos, luego de machacarlos – donde todos tuvimos que ver en eso – los utilizaron como chivos expiatorios y ahora, luego de ganar tantas batallas en tantos frentes de guerra, va a por el último eslabón, la pieza estructural más fuerte que hasta ahora parecía «intocable»: la de Leo Messi.
¿Cuál es el plan? Sencillo, plasmar en la opinión pública la matriz de que Messi tiene elección, que Bartomeu renuciaría si Leo decide quedarse. Pero claro, la excusa es que el argentino diga que el problema es Bartomeu; y no, no lo es, aquí el problema es el sistema, léase, todo lo que está por detrás de Bartomeu.
De nada sirve que Messi se quede para que después el argentino se manche, hoy, la decisión de irse es la más sensata porque expone y desnuda a la directiva. ¿Sobreviven? Sí, lo hacen, pero momentáneamente. Porque hay que ver si son capaces de superar el estigma de que ellos hicieron que Messi se vaya.
Destruir identidades y chivos expiatorios, prácticas comunes
Que quede claro, esta opinión que tengo no es algo que me invente yo, es una cosa que algunos lo notamos a leguas y a millas de distancia; que además se venía venir. Solamente hace falta volver meses atrás, años quizás, y analizar a cuentos accidentes trágicos sobrevivió Bartomeu. El choque en Turín se lastró a Luis Enrique y en el verano se fue Neymar – a estas alturas ya hasta tengo mis dudas si el presidente no tuvo nada que ver en la facilitación de la salida del brasilero –, luego se repuso de Roma y Anfield, dos de las peores derrotas de la historia del club; y ahora, como si fuera poco, el que tiene un pie y medio fuera del Barcelona es el único tipo que se ha encargado de salvar al club del naufragio absoluto (Messi, por si quedan dudas). Mientras tanto, Bartomeu sigue en el cargo, y no está intranquilo en absoluto, a ese señor no le importan los Hashtag en Twitter ni que algunos hinchas entren por las puertas del Camp Nou a la fuerza. A él solo le interesa resistir, ganar tiempo y cargarse a todo aquel que no le sirva.
¿Acaso no es simple? Xavi no quiere venir, Guardiola no quiere saber nada, Puyol está con Messi, Abidal es hoy un personaje completamente detestado en el mundo Barça – chivo expiatorio – y el movimiento Sandro Rosell sigue siendo hoy por hoy un frente fuerte en la comunidad culé. Hay muchos barcelonistas que hoy atentan contra el estilo, que se olvidan de lo que hizo al club exitoso, que no quieren saber nada de Messi, que odian a Pep; y un largo etcétera. Diez años de gestión y gobierno sirve como caldo de cultivo para cambiarle la mentalidad a mucha gente y convertir al club en una institución mediocre, y no, no es un fenómeno que ocurre únicamente en el FC Barcelona; pasa en todo el mundo, solo que algunos se dan cuenta más rápido que otros.