Leo Messi en el limbo

Tuvo que bajar Dios del cielo para confirmar que estaba muerto. El club que acogió y empoderó a Messi lleva tiempo remolcado por el peso titánico del argentino. A veces suena a a broma lo de que «El Barça es Messi», pero bastó un burofax para apreciar qué hay detrás de la cortina: un abismo negro, frío y sin fin. No, algo peor que un abismo. Algo sin forma y desconocido. Leo, tras semanas de silencio pensado, ha hablado más claro que nunca y sus palabras puede que sean el dardo más afilado al que se ha enfrentado Bartomeu. Messi vino a decir que no hay nada en este club que le motive, que no es que no haya buenas decisiones, sino que no son pensadas, sino que sencillamente obedecen al capricho del destino. El Barça está muerto y tuvo que bajar Dios para narrarlo.

Es difícil aceptar que algo termina. Pero lo de Messi y el Barça es metafísicamente imposible porque el argentino es el FC Barcelona. Es como intentar salir de tu propia piel oxidada y contemplar tu cadáver. No se puede sostener. Bartomeu ha ido construyendo un proyecto faraónico, sobre todo porque el oro y todo lo que ha relucido ha ido enfocado en erguir una tumba enorme, unas catacumbas bañadas de quilates en las que Messi, omnipotente, obrase el milagro. Millones derrochados en grandes futbolistas, bandazos deportivos, un intento absurdo de regresar a la idea primigenia que rechazaste. Todo para construir un santuario de la muerte en el que Leo actuase como intérprete. Lo ataste a su lecho de muerte y le exigiste ganar los títulos. Y durante tiempo funcionó. Porque el Barça viene de una inercia ganadora, la más bestia de su historia, y porque hay una generación que languidece pero sigue siendo buenísima. Ganar es lo difícil, pero con estos futbolistas se rutinizó. Pero Messi y compañía ya no pueden más. Están secos.

Lo que ha venido a decir Leo es que lleva tiempo infeliz en el FC Barcelona. Que no cree en el Barça como ente deportivo de primer nivel. Que quiere irse. Y el Barça, temeroso de verse desnudo, ha renunciado a una reconstrucción que hubiese sido el inicio de algo nuevo para agarrarse a algo que ya no existe. Messi se irá en 2021. Jugará, marcará, hará sonreír, ganará muhcos partidos. Pero el Barça de Messi es algo que no se sostiene porque Leo ya no puede darle más. Y el Barça, a 4 de setiembre, sigue siendo un equipo incoherente, incompleto y mellado. Le faltan piezas, nombres y perfiles, adolece de química y nervio. Messi es un Faraón en tierra de desconocidos.

Leía hoy un hilo en el que se decía que el Barça de Messi era un circuito más que un equipo. El pase de Messi a Alba, las conexiones con Suárez y lo que queda de ese Busi – Messi. Conexiones de calidad, pero un circuito cada vez más cerrado, pequeño y frágil. Un ecosistema que está a punto de caer. El Barça, lejos de afrontar esta realidad, la ha negado y como en Psicosis, ha seguido poniéndose las ropas de su madre (el Barça que ya no existe) para intentar prolongar algo que estaba muerto, seco. El Barça es un terreno yermo en el que Messi ya no puede hacer nacer la primavera. Lleva un año avisando. Eso sí, el culé, ahora, sediente de fútbol y títulos, sonríe anuque solo sea de forma egoísta. Tener a Leo Messi es siempre la mejor noticia del mundo aunque, visto ahora, puede que sea la peor.

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