Septiembre. ¿Quién lo iba a decir cuando hace tanto, y a la vez tan poco, empezaba un año de relativa calma? En enero el Barça andaba líder, aunque sin convencer con su juego. Clasificados para octavos de Champions y con un cruce «asequible» ante un tocado Napoli, como claro candidato a una Copa del Rey por disputar y ante el nuevo formato de Supercopa de España que la Federación creó a medida de los intereses de los equipos más influyentes del país.
No sabíamos nada de un virus que vendría de Oriente. Más bien, el virus ya estaba dentro del club, en la zona noble del Camp Nou. Existía cierto malestar con la directiva pero sin llegar a concretarse públicamente, sin ningún tipo de materialización. De hecho, quien movió ficha fue la propia Junta destituyendo a Ernesto Valverde, más bien por el cómo que por el qué, y nombrando a Quique Setién como nuevo técnico del equipo, un fiel defensor del «Cruyffismo» e imagen icónica que utilizarían desde arriba como nuevo giro de la entidad en pos de recuperar una identidad que parecía ir desvaneciéndose. Mientras tanto, canteranos como Aleñá (diciembre) y Carles Pérez hicieron las maletas a invitación del club, con la intención de cuadrar cuentas. La llamada «ingeniería contable».
En febrero vinieron los primeros acercamientos contaminantes hacia Leo Messi y la plantilla. Supuestas contrataciones vía ‘I3 Ventures’ para difamar en las redes y medios acerca de unos protagonistas que «acumulaban» críticas e insultos, mostrando así el entorno su supuesta disconformidad con el equipo. La Junta, de este modo, eludía su responsabilidad directa y seguía a lo suyo, blanqueando su imagen, aferrada a una (hay que decirlo) fabulosa capacidad de supervivencia a través del silencio, del «aquí no ha pasado nada», del «sigan, sigan». También cuando salió a la luz el choque entre los capitanes (con publicación en instagram por medio) y la dirección deportiva, representada por Abidal, quien desde el palco tuvo que lidiar y dar la cara como parte protagonista del problema. ¿El presidente? A lo suyo, una vez más.
En marzo, a causa de la pandemia, se paralizó la competición pero no el run-run en el Camp Nou. El juego del equipo de Setién suscitaba dudas ya que el margen respecto al Real Madrid se había reducido a 2 puntos y el ‘goal average’ con el conjunto blanco se había perdido. Además, se anunció el acuerdo para la aplicación de un ERTE que afectaba a 309 miembros de la entidad. Este panorama describía la delicada situación económica del club, debiendo aplicar así ajustes presupuestarios para salvar las finanzas.
En abril se aplicó dicho ajuste presupuestario y se trató de blanquear la imagen de la Junta por diferentes vías: fichajes a la vista para distraer la atención del aficionado y entrevistas con Sandro Rosell, fiel amigo de Bartomeu y antecesor en la presidencia. En mayo la tónica fue la misma, si bien se iniciaba la coordinación para preparar la vuelta a la competición, pactada para mediados del mes de junio. Fueron meses transitorios por fuerza mayor en los que hubo más ruido que certezas.
Junio sirvió para que La Liga retomase el protagonismo y, con ello, la atención mediática volvió a centrarse en los jugadores. No obstante, el cierre del ejercicio contable sirvió como excusa para fijarse en los responsables económicos. El fichaje de Pjanic por el adiós de Arthur, sumada a la salida de otros jugadores de la cantera sirvió para que el club sumara con el objetivo presupuestario y no tuvieran que avalar de cara a la próxima temporada. Insistimos, «ingeniería contable». El escepticismo hacia Bartomeu y sus ayudantes iba creciendo, si bien no se preveía lo que vendría después.

En julio el equipo tiró la Liga después de perder la ventaja con tantos empates , incapaz de retrasar el alirón blanco al perder en el Camp Nou ante Osasuna y con un imponente Real Madrid que no perdió puntos hasta tener la Liga totalmente certificada. El descontento hacia el papel desempeñado por el equipo se incrementó tanto que las críticas hacia Setién fueron incesantes y debía agarrarse al papel que desarrollaría en Champions, con la obligación de pasar de ronda y dar una imagen convincente, absolutamente distinta a la ofrecida hasta la fecha. Su tiempo se estaba acabando y no había mostrado nada de lo que había prometido desde el día de su presentación.
Agosto fue el mes de la convulsión. La victoria ante el Napoli generó cierta esperanza de cara al emparejamiento de cuartos contra el Bayern. Nada más lejos de la realidad. 2-8. Diez goles en un partido y el Barça solo había transformado uno (Suárez), pues el otro fue en propia puerta de Alaba. Humillación histórica, ridículo con mayúsculas, sin paliativos, sin excusas. Setién sin margen, que estaba más fuera que dentro, vislumbraba su adiós con cada gol del conjunto alemán. La afición lo tenía claro y encontró culpables rápidamente: el entrenador, cesado días después, y una directiva comandada por Bartomeu que trató de impulsar una cortina de humo con la contratación de Ronald Koeman, mito de Wembley, como imagen del modelo. Empezó a constatarse que el club necesitaba una regeneración en todos sus estamentos y el Bayern fue el punto de inflexión. Abidal dejaba de ser secretario técnico y el propio Gerard Piqué se ofreció a salir del club, sí así lo consideraban oportuno, con tal de ayudar a dicha renovación deportiva. Pero lo peor estaba por venir.
El capitán, Leo Messi, que no se había pronunciado aún tras la debacle, presentó un burofax en el que pedía legalmente su desvinculación contractual con la entidad. El desastre se había consumado y la atención mediática del mundo del fútbol giró en torno a aquel documento que, según la parte del argentino, permitía salir libre del club y buscarse un destino en el que poder seguir aspirando a títulos y, sobretodo, conquistar de nuevo la Champions League. El cisma generado en la sala magna del Camp Nou ha sido histórico. Partidarios de su venta contra partidarios de su continuidad, al precio que fuera. Pero el argentino tenía tomada la palabra y sus abogados así lo expresaron. El club se acogió a la FIFA, quien permitió extender las competiciones hasta su finalización, y negó dicha cláusula de liberación al término de la temporada.
De vuelta a septiembre, Messi ha concedido una entrevista a Goal España en la que ha declarado que se queda en el club de su vida, pues no quiere entrar en litigios con la entidad. Es su manera de demostrar amor al Barça, amén de todo lo aportado hasta la fecha. Ahora, con la Moción de Censura en marcha y unas elecciones a la vista en abril 2021, su futuro pende de un hilo. Para algunos, es el fin de la polémica. Para otros, un punto y seguido al culebrón, pues esta historia no ha acabado. Bartomeu respira aliviado por no convertirse en el presidente que perdió al mejor jugador de la historia pero queda profundamente señalado, a pesar de que la prensa servilista no se haga eco en sus medios afines ni en la propia web oficial del club de que los Mossos aprecien indicios de delito en el «Bartogate», con casos de administración desleal y corrupción entre particulares y sobrecostes de hasta el 600%, poniendo así entredicho la auditoría que llevó a cabo PwC. Quien calla, otorga.
En materia deportiva, que Messi continúe depende de que Koeman consiga formar un equipo que agrade al argentino y, a su vez, sea capaz de jugar y competir. Con Rakitic ya en Sevilla, se intuyen bajas pero no se concretan y, mientras tanto, las nuevas incorporaciones no se pueden acometer. En materia institucional, la Moción de censura, salga adelante o no (a día de hoy lleva 7.500 votos de los 16.500 necesarios), debe suponer que el socio dé la espalda a la junta y el voto se dirija hacia una regeneración íntegra del club. Además, los candidatos a la presidencia tienen la obligación de conquistar al capitán con un proyecto sólido, atractivo y cuya ejecución no sea a largo plazo, pues el Leo tiene una edad y, con ello, ciertas urgencias deportivas. Por tanto, esta temporada no ha de ser tomada para volver a empezar, sino para iniciar el proceso de transición con la que poner fin a los últimos 10 años de gestión y así volver a nacer. Son meses para impulsar el renacimiento del Barça y de Messi.
*Esteban Carrasco