Guerra de tigres y poetas
“Paseo por la ciudad de nuestra juventud
y busco una calle para mi nombre.
Las calles grandes, ruidosas,
se las dejo a los grandes de la historia.
¿Qué hacía yo mientras se hacía la historia?”
Estos versos han sido extraídos de uno de los muchos libros escritos por el llamado “Poeta de la Guerra de los Balcanes”. Izet Sarajlić comenzó a crear poesía a finales de la Segunda Guerra Mundial y no paró hasta sus últimos días allá por 2002. Siendo el poeta en habla eslava más traducido de la extinta Yugoslavia, supo contar como nadie todo lo que ocurrió en su país (y alrededores) a base de poemas y ensayos. Y lo que ocurrió, y por lo tanto lo que contó, fue una guerra terrible que segó las vidas de millares de personas. Mucha culpa del pánico que se extendió como la pólvora la tuvo Željko Ražnatović, líder paramilitar serbio que creó y entrenó un grupo altamente preparado para martirizar y asesinar a todo aquel que no compartía ideología con ellos. ‘Los Tigres de Arkan’ fueron el terror de los Balcanes durante un largo, demasiado largo, periodo de tiempo. El genocida acabó incluso comprando un equipo de fútbol con el que logró varios éxitos a nivel nacional, pero eso es otro cantar y muy desafinado.

Viaje a una nueva realidad
El pequeño genio creció en el diminuto país centroeuropeo con una sola imagen en su cabeza: un balón. Con la nacionalidad luxemburguesa en el bolsillo, un adolescente Pjanić llegó a debutar con las categorías inferiores de dicha nación, para más tarde declarar en un comunicado oficial su firme intención de representar a Bosnia a nivel absoluto. Y así fue, como la vida en Jurassic Park, el talento se abría camino. Su país de origen lo reclutó para nunca más dejarle marchar. A nivel de clubes, el primer paso fue entrar en la academia del Metz, situada a escasos 50 kilómetros de la residencia familiar. A partir de ahí el crecimiento fue imparable. Debut en Ligue 1 con el primer equipo, fichaje por el dictatorial Olympique de Lyon de la primera década del siglo, salto a Italia de la mano de la Roma y culmen al ser traspasado a la todopoderosa Juventus de Turín por poco menos de 40 millones de euros. Todo esto en apenas ocho años de carrera. Y ahora, Can Barça.

La evolución de “Il Pianista”
Pjanić comenzó su carrera viviendo muy cerca del área rival, mediapunteando (palabra que he visto utilizar a los expertos, aunque dudo mucho de su existencia) por detrás de un delantero y dejando un repertorio de pases y lanzamientos de larga distancia que hacían presagiar cosas muy lindas, que diría Leo. Ay Leo. A medida que han pasado los años, el jugador balcánico ha ido retrasando su posición hasta situarse de regista, lo que en Italia llaman al 5 del equipo. Para entendernos, el Pirlo de los últimos coletazos. Desde esta nueva situación, el bosnio es el encargado de colocar a su equipo en campo rival, ya sea mediante la asociación con los interiores o mediante cambios de juego en largo a los extremos o delanteros. Con una precisión de relojero en sus envíos, Il Pianista es capaz de poner en clara ventaja a sus compañeros y dejarles en mano a mano con su marcador o incluso con el portero. E aquí el problema en clave Barça. Desde hace dos lustros el punto central del campo culé se llama Sergio y se apellida Busquets. Se puede hablar de si jugará de interior en un 4-3-3, o en un doble pivote (a mi querido @culedechamberi le están dando mareos leyendo esto del ‘doble pivote’) con el de Badía del Vallés, o en un rombo, o yo que sé dónde. El caso es que por mucho que soñemos y analicemos dónde jugará Miralem Pjanić, el encaje no será sencillo. A Quique Setién Ronald Koeman, o a quién sea, le queda una compleja ecuación por delante para despejar la X del jugador bosnio. Tócala otra vez, pianista.

Carácter indomable
A título personal, como confesión, siempre he sentido especial predilección por los deportistas balcánicos en cualquier tipo de disciplina deportiva. Con un carácter arrollador, intenso y competitivo hasta la extenuación, les tienes que matar y pisotear veinte veces para que no se levanten. Dejan hasta la última gota de sudor, ya sea en un campo de fútbol, una cancha de baloncesto, una pista de balonmano o una piscina de waterpolo. El esfuerzo es innegociable. ‘La maglia sudata sempre’. Aunque en este caso concreto Pjanić es más un ‘jugón’ que un ‘gladiador’, la sangre balcánica que corre por sus venas le da ese puntito más que todo equipo necesita, incluso el Barça. Sí, incluso el Barça. Como máxima expresión de ese carácter tenemos al eterno Dražen Petrović, la mayor bestia competitiva que jamás existió.
«Siento algo muy extraño cuando pierdo, algo difícil de explicar. En estos momentos pienso mucho y analizo qué es lo que ha pasado, cuáles son los errores y rectificar lo antes posible. Me enfado mucho cuando el equipo pierde»

Ya para finalizar, me gustaría dejar una reflexión. En la película “Malditos Bastardos” de mi venerado Quentin Tarantino, Mélanie Laurent interpreta a la pequeña Shosanna Dreyfus, que escapa de la muerte en su propia casa a manos del coronel de las SS Hans Landa, increíble y oscarizadamente (tampoco creo que exista esta palabra) interpretado por Christoph Waltz. El citado coronel acribilla sin piedad a los Dreyfus que estaban aterrorizadamente escondidos bajo el suelo de su casa, pero la joven Shosanna consigue regatear a la guadaña para más tarde convertirse en protagonista y heroína del filme. En este punto podemos establecer una relación ficticio-real entre Shosanna y Miralem. Seres inocentes que burlan al terror para más tarde ser actores de una historia llena de luces y con muy pocas sombras. Allá donde estén ambos, la niña en la ficción y el niño en la realidad, quizá se hagan la pregunta con la que comenzábamos este humilde artículo: “¿Qué hacía yo mientras se hacía la historia?”
