Seis años después llega un adiós más doloroso que el de Summer a Tom
Desgraciadamente la trayectoria de Luis Suárez por el FC Barcelona no ha sido una historia de amor. De haber sido así, su despedida habría estado a la altura de su peso en el club blaugrana. Sin embargo, sí que ha sido una historia sobre amor. El paso del uruguayo en el Barça ha demostrado la gran importancia que tiene expresar los sentimientos, ser conscientes de nuestros pensamientos en una relación y asimilar los de la otra persona implicada. Esta lección que 500 days of Summer quiso dar a todo el mundo no ha llegado precisamente a las oficinas culés.
Tras tres meses largos de espera, Suárez nos enamoró a todos. Una vez hundió el balón en la red por primera vez en el Camp Nou, arrancó una relación tan intensa como la de Tom Hansen con Summer Finn. Mientras Tom era más de enseñarle canciones y películas a Summer, el “pistolero” era más de regalar goles por doquier a la afición blaugrana. La intensidad del noviazgo con el delantero, tan grande como la de los dos protagonistas de la comedia dramática estadounidense, nos mal acostumbró.
Aunque en su primer año fue uno de los artífices del segundo triplete de la historia del Barça, su exhibición a nivel individual llegó en la temporada 2015-2016. Con 40 goles se hizo con la Bota de Oro, algo difícil en un contexto en el que Leo Messi es el dueño y señor de todos los registros posibles. Nosotros disfrutábamos -como era lógico- de todos los toques en la frontal, los remates inimaginables o las asociaciones con el astro argentino o Neymar Jr. Sin embargo, ese clímax constante fue lo que inició el deterioro de la relación.
Cuando Neymar abandonó el FC Barcelona el culé, inconformista por naturaleza, exigió más a Suárez. En vez de reconocer que cada vez podía ofrecer menos de ese superávit al que tenía acostumbrado al Camp Nou, el uruguayo negó la realidad y quiso seguir con todo igual. Día 1363, el Barça cae en la famosa eliminatoria contra la Roma en los cuartos de final y al “pistolero” cada vez le pesa más el hecho de no ser decisivo en los partidos de la UEFA Champions League. Día 1761, los blaugranas repiten la historia en Anfield y el delantero sigue convenciéndose de que todavía es capaz de aportar algo que ya no podía. Día 2226, el histórico 8-2 ante el Bayern de Munich le sentencia ante la atenta mirada de la afición blaugrana.
Suárez pagó caro no ser capaz de ser claro con sus sentimientos y sus capacidades igual que Summer sí lo fue a la hora de romper su noviazgo. No obstante, todos los implicados en esta historia fuimos Tom en algún momento. Mientras nosotros buscábamos en el uruguayo una vía de escape del abismo que sabíamos que venía pero a la vez renegábamos, él quería demostrar que seguía aportando todo lo necesario para levantar la actualmente tan ansiada Champions.
El hecho de no haber sido capaces de sincerarnos y conocernos a nosotros mismos ha provocado que el uruguayo pasara de tener una historia de amor a tener una historia sobre amor. Él ha acabado destrozado anímicamente. Nosotros, tristes e indignados a partes iguales, sin ganas de volver a verle en el Camp Nou. No obstante, no podemos hacer como Summer y renunciar a nuestro trabajo. En la próxima temporada le veremos pisar el césped blaugrana con la camiseta del Atlético de Madrid, y será algo difícil.
Suárez ha demostrado ser una de esas personas que una vez llega a tu vida te influye y es complicado olvidarte de ella. De hecho, es el tercer máximo goleador de la historia del FC Barcelona. Todos hemos pasado por ese jodido momento en el que te reencuentras con ese amor que te ha impactado tanto y, nervioso e inseguro, empiezas a notar cómo el sudor frío recorre tu piel. Para nuestra suerte o desgracia con el uruguayo repetiremos ese instante, después de todo han sido unos 2267 días muy intensos.