Ojo, que igual vuela

FUEGO A DISCRECIÓN | Jorge Ley

Hay que remontarse un rato para recordar un inicio de carrera tan precoz en el Camp Nou como el de Ansu Fati. Es una cosa tan especial y única, y el Barça un club inmisericorde tan dado a aplastar talentos a media cocción, que como tal hay que tratarla. Y hay que hacerlo agitando el mantra de la debida precaución; que ya hemos visto innumerables genios fugaces que se han quedado impresos en la retina como one hit wonders, niños que no dieron el salto competitivo, de madurez o mental para permanecer en la tempestad de la élite. El famoso click. El que les permite a los cracks de toda la vida elevarse por sobre del resto como si fueran el Dalai Lama. Riqui Puig contó hace nada que «fuera del Barcelona hace mucho frío», pero el Camp Nou, claro, se ha llevado por delante a más de un buen soldado. Ansu Fati es un superdotado atrapado en el cuerpo de un menor, a tal punto que no es merecedor del Man of the match por meras trabas burocráticas, y así, se escabulle entre piernas forjadas ya en mil batallas como si viviera a placer entre las cuchillas. Es el último masoquista. Si sigue así, lo próximo es hacerle un roto al reglamento.

Partiendo de la banda, una especia creída extinta en Barcelona, y llenando el centro se va sacudiendo las presiones del entorno al ritmo que se le caen los goles de los bolsillos como quien lanza la carga sobrante al Atlántico. Mario Gaspar, internacional español y jugador del Villareal hasta el sábado, aún se lo imagina entre parpadeos como si fuera el humo de Lost: Aparece de la nada, vuela como enjambre y a su paso deja más de un destrozo. El Barça es un club que, ante la convulsión de una Junta incapaz de tener dignidad y elegancia aunque sea por gracia en la despedida, se ha encontrado a un pequeño diamante que renueva esperanzas incluso después de haberse quedado Messi a regañadientes. Con la incertidumbre del uy uy rondando. La carga sensorial y futbolística de la messidependencia la está aliviando, aunque sea por un rato, un adolescente que tiene la portería contraria tatuada por todo el cuerpo. Como si fuese su amiga y le conociera todos los secretos. Sus cifras son sobrenaturales, sí, pero más inexplicable es que salga a disfrutar, máxima cruyffista por antonomasia, a pesar del deterioro de un club tan mal manejado que produce toxinas por generación espontánea.

Él no atiende esas minucias, claro. Se ha puesto el equipo en la espalda como si Messi necesitara de camillas. ¡Que es el puto Leo Messi y no Dembélé! Pero Ansu no entiende de jerarquías, ni de status quo, y este 4-2-4 de electrones libres de Koeman le potencia su áurea ganadora como si en un cuarto de hora fuese a volar. A la próxima ruleta lo interviene la DEA, Pep Segura o el ministro de Sanidad. Que caiga con pie de seda, que aparezca justo cuando la casa se incendia, que te abra el paso y los marcadores como si tuviera dos bazucas por piernas… Fati va camino de constituirse en el hecho diferencial. Y, por ahora, es difícil atisbar dónde está su cielo. Hay que tenerlo en cuenta, especialmente si uno va por la vida descargando bajas pasiones y quiere utilizar a un chico incapaz de entrar a un bar como ariete contra el que lleva el 10 en la espalda y no tiene nada que demostrar. Hasta para los tristes rencores hay un método y unos códigos.

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