Ten decisions shape your life. Cambiar el aire viciado de un vestuario idem se antojaba tarea compleja e ingrata como lo son siempre aquellas que resultan impepinables a ojos de cualquiera. Como vaya yo y lo encuentre, gritaba el barcelonismo tras el incendiario 8-2. Tan nítido resulta a veces un diagnóstico que se restan méritos al valiente que se remanga y toma decisiones mientras el pueblo juzga a posteriori desde la barrera. Ojalá disponer de repetición de la jugada en la vida para afirmar desde el futbolero púlpito de la slow motion que estaba claro. No era fácil meter mano en este Barça. Si The Strokes calcularon que diez decisiones dan forma a tu vida, Koeman va camino de usar todos los comodines tras pocas semanas al mando. El holandés se sentó en la silla ardiente que Valverde ocupó hasta que pudo y que Setién nunca sintió suya y abrió de par en par las ventanas de un equipo descarriado que necesitaba imperiosamente que el liderazgo se trasladase del campo al banquillo.
Para esto me pagan. Directo y pragmático en su discurso, Ronald dignifica su profesión al haber tomado en poco tiempo más desiciones —como él las llama— que sus antecesores en el cargo y al haber sacudido jerarquías y pocisiones en el campo atendiendo a lo que parece un criterio meritocrático sin fisuras. Era posible, por tanto. Pero que nadie dé por descontado el ímprobo esfuerzo del héroe de Wembley; tan claro teníamos lo que era oportuno hacer con este vestuario, insisto, que debemos valorar en su justa medida el lavado de cara del arranque liguero. El equipo parece otro porque lo es. Hemos aprendido a interpretar el lenguaje corporal del Barça de Messi, Busi y Piqué, un grupo (mal)acostumbrado a poder cada vez que quería y atónito al comprobar en las últimas temporadas cómo no siempre que quería podía. Como dicen los cursis a principios de enero, son sólo dos páginas de 38 pero el libro de estilo de Koeman deja claro que este curso cuanto menos querrán.
Da gusto veros. Destacan sobre el resto un renacido Coutinho, cuyo Erasmus en Múnich huele a punto de inflexión en su carrera, y el estupefaciente Ansu Fati, sin edad aún para solicitar la famosa beca ni para recoger siquiera el premio de mejor jugador que merece cada partido. En su primera etapa culé definí al brasileño como un futbolista micro: es evidente que tiene la jugada en la cabeza pero no siempre transmite saber leer el partido. Con Koeman está floreciendo el Coutinho macro, capaz de controlar the big picture gracias a su nueva pocisión y a un repunte de confianza. La calidad depurada venía de serie. Por su parte, Wonderkid Ansu vuela sobre el césped con el desparpajo de un crío —hasta aquí todo normal— y las tablas de un adulto. El ’22’ sabe cuándo y cuánto acelerar y dónde y cómo frenarse, y ejecuta cada acción con una naturalidad espontánea que no debe dejarnos sin adjetivos como dicen algunos perezosos sino motivarnos a intentar explicar lo inenarrable.
Bienvenida de nuevo, fluidez. El Barça de Koeman emana en estos primeros lances una urgencia creativa que ha de ser la primera piedra del proyecto. Técnico y jugadores han desencallado el freno de mano que inmovilizaba al equipo y es momento de arrancar sin prisa y sin pausa. Aunque ganar siempre es obligatorio en can Barça, lo esencial hoy es escenificar que se quiere. A Ronald no le tiembla el pulso a la hora de tomar desiciones ya sea por teléfono, vía fax o pizarra en mano y sus pupilos parecen haber captado el mensaje: después del primer gol hay que perseguir el segundo. Una idea tan simplista e impepinable como difícil de conseguir, exactamente como la sacudida interna que ha llevado a cabo el holandés en tiempo récord. Yo no olvidaré su valentía al aceptar un cargo de color marrón. Tampoco su determinación para, una vez sentado en la silla ardiente, cambiar dinámicas. El choque frente al Sevilla es una nueva oportunidad para disfrutar de la declaración de intenciones.
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