Hará ya un año hablaba con Sergio Vázquez sobre algunas historias en las que poco importa la voluntad inicial del autor. Más bien nada. A medida que avanzan, son los propios personajes quienes se adueñan del relato, lo transforman, lo devoran. Y ahí toda planificación se va al traste. De repente, el protagonista se detiene y te dice, perdona, pero yo me llamo Juan, no José. Lo jodido es que estas historias suelen ser las buenas.
En la presentación de su novela, Malaherba, en Barcelona, Manuel Jabois comentaba el mismo problema. Medio libro le faltó a Tambu, el protagonista, todo un niño, para apoderarse de la voz y el tono de la novela e incluso de su propio autor. En resumidas cuentas, terminó siendo el mismo Tambu, y no Jabois, quien decidió su devenir, también su final. Nadie pudo decirle nada.
Con Ansu Fati, otro niño, sucede algo similar. Aún no ha cumplido la mayoría de edad, no puede conducir, tampoco beber. Este año estaría empezando la universidad. Pero la edad poco importa para tomar las riendas, mira a Tambu. Ya desde su debut ante el Betis, cogió el relato y se adueñó del estilo, el ritmo e incluso la trama. Ernesto Valverde apenas tuvo que escribir la presentación en el primer párrafo, el resto ya fue obra del niño. Gol ante el Osasuna. Gol ante el Valencia. Abrazo con Messi. Y una asistencia, por si necesitaba más de sí la historia. Primer capítulo acabado, los esquemas iniciales por el suelo. ¿De qué sirve prepararse las cosas con personajes así?
Ni cambiando el autor a mitad de temporada, nadie le arrebató el guion. Aquí la historia la escribo yo: veinticuatro partidos en liga, siete goles, 17 años. Ni el héroe de Wembley quiso interponerse en su llegada: primer partido en liga este año, dos goles. Al siguiente, uno más. Y semanas antes, primera convocatoria con la selección absoluta, primer gol y primera exhibición. Llegan las alabanzas, el vértigo y las comparaciones. Eto’o, Cristiano Ronaldo, Neymar. Oídos sordos y una sonrisa. Que me llamo Ansu y aquí el que escribe la historia soy yo.
En una travesía de arena y polvo ha aparecido la sonrisa de niño de Ansu. A la espera de que vuelva la de Messi, tal vez la mejor guía en el Camp Nou para continuar hacia adelante. Él escribe la historia.