QUERIDOS HERMANOS ALCÁNTARA

Siento debilidad por los Alcántara. Quizá sea por ver Cuéntame desde el primer capítulo, en aquellos tiempos en que consumíamos las series en familia y desde el sofá en una noche entre semana sin más posibilidad que ésa. A veces incluso experimentando conflictos de cohabitación con algún partido europeo. O quizá sea ese magnetismo que sentimos hacia los seres claramente imperfectos, básicamente porque nos recuerdan a nosotros mismos.

En esos días de añoranza que fueron los del confinamiento, nada mejor que echar mano de Informe Robinson para avivar los recuerdos. Los del propio presentador desaparecido, pero también los de esas historias del fútbol de antes, el que acabó el 11 de marzo con un gol de Morata en Anfield Road. De rodillas, mirando al tendido y buscando el perdón. Una estampa que parece un chiste a día de hoy, después de que el madrileño le profese amor eterno a otra camiseta por enésima vez en el último lustro. Hay fotografías que envejecen realmente mal.

El reconocido programa de Movistar tiene, como no podía ser de otro modo, una pieza dedicada a Thiago y Rafinha. Un espacio delicioso en el que sobresale una intervención de la hermana de los angelitos: “Thiago es un señor mayor en el cuerpo de un chaval y Rafinha es un niño en el cuerpo de un hombre”. Una definición certera de alguien que se ha criado con ellos.

Fijémonos sino en un retrato a vuelapluma. Uno decidió irse lejos del Camp Nou muy pronto, donde dicen que hace mucho frío, pero decidió jugar con España en vez de esperar a Brasil. El otro probó suerte en Celta e Inter, más por necesidad que por deseo, pero sin dejar de pertenecer nunca al equipo de su infancia y de su vida. La cesión no deja de ser un emplazamiento a futuras esperanzas. Un “mañana será otro día”. Como si le invadiera el miedo a madurar, de cerrar para siempre una puerta para abrir otra. Además, en contraposición a su hermano, el ‘12’ sí apostó por la canarinha. Una decisión optimista ya que, en Brasil, a diferencia de lo que ocurre en España, sí hay más mediapuntas que virólogos. La apuesta salió bien y permitió al benjamín de la saga ganar el oro olímpico. Una competición que nadie pone por delante de una Champions o un Mundial, ni siquiera de una Liga. Pero cuando le vimos llorando de alegría junto a Neymar en el césped de Maracaná fue cuando reparamos, de nuevo, en que los Alcántara son seres que se hicieron a sí mismos.

Una determinación en la que tiene mucho que ver su padre. Y es que Mazinho representa mejor que nadie la figura del progenitor. Que ser un referente no significa (únicamente) que te respeten. O que te tengan miedo. Que lo que importe es marcar el camino. Dar las herramientas necesarias para que los tuyos se enfrenten al mundo, sean ellos mismos y se atrevan a tomar decisiones.

A decir verdad, uno experimenta cierta nostalgia cuando piensa en las carreras de los hermanos Alcántara. Una sensación de coitus interruptus en muchos pasajes desde el verano de 2013 a esta parte. De mes de abril robado a unas mentes más brillantes que dispersas, las de unos chicos que siempre tuvieron las encuestas a favor entre los románticos, mientras los pragmáticos volcaban el relato en su contra y desconfiaban de ellos. “Hemos vendido a un suplente por 25M€”, espetó Sandro Rosell tras la venta de Thiago, haciendo gala de la generosa visión que tiene de sí mismo. Siete años después, en plena madurez y por un poco más, el centrocampista más destacado de la última Champions ponía rumbo a Liverpool para seguir haciendo gala de su espíritu aventurero. Thiago llegó a su cenit al borde de la treintena. A la edad adecuada para los grandes metrónomos de nuestra era. Como Xavi, como Modric. Y es que, como dijo Albert Morén en cierta ocasión, lo raro fue lo de Kroos.

“Hemos dejado escapar a Thiago, no podemos hacer lo mismo con su hermano”. La frase sobrevolaba con frecuencia en el entorno en los años posteriores a la marcha del mayor de la saga. Y es que el aficionado barcelonista siempre esperó a Rafinha, al que veía como un jugador capaz de suplir con garantías la baja de cualquier compañero que actuara por delante de Busquets, como en aquella quincena de hace dos años en que hizo las veces de Messi en sendas victorias ante Inter de Milán (2-0) y Real Madrid (5-1). Explosiones de luz que nunca tuvieron continuidad, habida cuenta de que sus rodillas nunca estuvieron en consonancia con su talento.

Con todo, los astros parecían alinearse para un final feliz este verano. Thiago alcanzaba la cima europea con el Bayern y decidía dejar Alemania a falta de un año para que expirara su contrato, mientras que Rafa regresaba de su segunda etapa en Vigo. Las mentes soñadoras imaginaban la parte positiva del asunto y, con una pandemia y el club al borde del precipicio económico, el mundo onírico nos brindaba un Barça 2020/21 encomendado a la gente de la cantera. A Messi (faltaría más), Piqué, Busquets o Sergi Roberto, pero también a Ansu, Aleñà, Riqui o Rafinha. ¿Y por qué no Thiago? Todos le imaginamos tomando de nuevo una decisión arriesgada, esta vez para volver a casa. Desgraciadamente, el interés culé nunca fue una realidad.

Por su parte, en el día del cierre de mercado, Rafael dio con sus carnes en la capital de Francia. Fue el enésimo capítulo en que los parisinos le mojaron la oreja a la actual junta directiva azulgrana. Una operación en que también tuvo mucho que ver la conexión Mazinho-Leonardo. Una íntima amistad forjada en los campos de USA ’94, cuando el padre de las criaturas corría hacia la banda con Bebeto y Romario para celebrar los goles de su equipo con el conocido gesto de mecer a un bebé.

Thiago saluda a ter Stegen mientras abraza a su hermano tras la semifinal de 2015

Los hermanos Alcántara ya no jugarán más en el Camp Nou como locales y, salvo que las bolas nos regalen un Liverpool-PSG en futuras eliminatorias de Champions, será complicado verlos coincidir sobre el césped. Riqui Puig hereda por ahora el ‘12’ de Rafa, esperemos que no sus cesiones, como recordó el gran Alejandro Mendo en esa nueva maravilla del Estadi Johan llamada Los Modistos.

También el ‘11’ que Thiago que dejó libre al emigrar a Baviera ha sido motivo de inestabilidad en clave culé. Creímos, mediante pago de 57 millones y punto, que Neymar sería el ‘11’ para un decenio o, al menos, hasta que Messi le entregara las llaves. Pero nada más lejos de la realidad. El dorsal del brasileño, ousadia e alegria, se lo agenció Ousmane Démbélé. El ídolo de los amantes del FIFA. Un jugador que ha dejado más cuentas de Twitter en su honor que jugadas para el recuerdo. En un club que siempre renegó de los -ismos de cara a la galería pero que construyó su relato en base a ellos, el Dembelismo ha venido para quedarse.

De todos los esperpentos culés perpetrados en esta década, duele especialmente la gestión con los que un día llevaron el ’11’ y el ’12’. No ha sido ni mucho menos el episodio más grave, sino uno más en una extensa lista. Pero sí uno que ilustra el trato dispensado al talento forjado en casa. Que, entre tanto eslogan, tanto Masia 360 y tanto cartel en las stores, jugadores con aptitudes para estar aquí durante toda su carrera son utilizados para maquillar un balance económico. Nadie mejor que ellos para reflejar lo que pudo ser y no fue.

Tanta gloria llevéis como nostalgia nos dejáis, queridos hermanos Alcántara.

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