Los soldados de Messi

Hay una creencia bastante populista de que Leo está solo. Algunos lo relativizan concentrándolo todo a la marcha de Suárez. Sin su mejor amigo Luis, el argentino está al lado de jugadores que no han sido competitivos en sus funciones antaño, como Coutinho y Griezmann, y jovenzuelos que tratan de sellar su nombre en el Camp Nou, como Ansu, Trincao y Pedri. Después está Dembelé, que deambula entre ambas situaciones.  La realidad pero, es que Leo lleva tiempo solo, siendo el protagonista de todo el proceso de coser la jugada: compra el tejido, lo cose y genera una obra sin igual. Acompañado por valores de mercado exagerado que se han rendido a sus pies y teniendo que observar la decadencia de su socio charrúa, Leo parecía haber perdido, no la capacidad, sino las ganas de llevar la mochila del juego del Barça. Pero todo parece que empiezan a aparecer luces en Can Barça. Los aires frescos encienden nuevos estímulos.

Lejos de las noches que deciden temporadas y contra un rival que no deleitaba la Champions hace más de una década, en el partido contra el Ferencváros, Leo pareció por momentos aislado pero no todo el juego azulgrana tuvo acento argentino. Sin ser una estructura sólida aun y con movimientos no tan automatizados como debería, el ataque del Barça actuó por momentos en la primera mitad. Los momentos de Trincao, Ansu y Coutinho. Ninguno de ellos tuvo una continuidad pero sí que dieron síntomas funcionales delante el planteamiento defensivo rival. El portugués, como Ansu, no tendió hacia el centro aunque jugaran a pierna cambiada y generó, a la par que amplitud, desequilibrio para  el engranaje. Seis de seis en regates; un sorbo de oxígeno para el Barça, para Messi. La determinación del 17 fue tanto lo que produjo como donde lo produjo, en posición de extremo y sobre todo en la banda derecha, una zona deficitaria en el apartado ofensivo azulgrana.

Por su parte, Ansu y Coutinho fueron más puntuales que constantes. El primero no regateó pero sí que sumó al espacio, algo que tanto su homólogo en el costado derecho como Philippe no hicieron porque lo basan casi todo a la actividad con balón. El problema del brasileño, no tan brillante, es que tiene la responsabilidad implícita de sustituir a Leo por delante el balón cuando el 10 lo recoge en la base y, delante un escenario defensivo como el que planteó el contrario, mostró poca flexibilidad para encontrar soluciones entre líneas. Aun así, los balones que tocó revalorizaron la posesión culer para dar el registro correspondiente a la jugada: pausarla o dinamizarla.

Con una responsabilidad diferente por la situación de juego al que les tocó convivir, Pedri y Dembelé tuvieron una incidencia especial cuando el rival se sintió más fuerte con un hombre más. A los dos les tocó, no solo devenir un punto de soporte con balón el primero y un punto de dinamismo el segundo, sino hacerlo con un jugador menos. Ambos supieron alargar y dar herramientas a Messi por fuera y por dentro. El campo rival fue suyo delante una propuesta contraria más animada en territorio azulgrana: el resultado fueron dos goles y una asistencia. El escenario, más allá de la situación de inferioridad, pareció idóneo para que la línea que deba  secundar a Messi explote pero la pregunta es ¿los soldados de Messi están preparados para batallas más exigentes?

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