Barça guadianesco. Nunca tuve del todo claro si la buena era ‘la de cal’ o ‘la de arena’. Hasta intenté idear uno de esos trucos casero-futbolísticos de los que a veces nos valemos para doblegar a rivales pequeños de lo cotidiano: las líneas del campo se pintan con cal y eso tiene que ser positivo, me dije por asociación mental. Resulta que no es así y una rápida búsqueda —no en 20 y pico años de Google sino por y para este texto— zanjó el debate: la buena es ‘la de arena’. Afirmo con propiedad, por tanto, que los de Koeman encadenan dos partidos dándonos ‘la de cal’ en medio de una indefinición estilística y morfológica que desorienta. Tras El Clásico disparé a bote pronto que al Barça le falta pasión, pero el concepto se antoja vaporoso incluso viniendo de mí. Acudí al menos etéreo arte del análisis táctico y aprendí de Albert Blaya que quizá estemos ante un equipo «trabajado para verticalizar sus ataques, hacerlos cortos y hacer muchos». Un conjunto que no arranca y «se cortocircuita cuando tiene que atacar más de lo que le gustaría». Pues ya hemos aprendido dos cosas en un párrafo.
Lo de Messi. Hace tiempo eché balones fuera afirmando que tenía a Leo aparcado en doble fila, consciente de que pronto alguien haría sonar su claxon y me tocaría mover mi opinión. Aquí va. La semana ha estado marcada por la enésima polémica ‘Sanidad vs Twitter’: si nueve de cada diez doctores recomiendan caminar una hora al día, diez de cada nueve tuiteros han condenado airosamente que el capitán azulgrana pasease por el verde cuando el reloj estaba a punto de mandar a todos sotto la doccia. Es muy futbolero reducir los 604.800 segundos que componen una semana a un breve clip donde Leo hace de sí mismo. Muchos han descubierto la pólvora que hoy le falta al argentino de cara a gol al quejarse de que no defiende. No sé si este será el último de los problemas del Barça, desde luego yo lo colocaría en zona de descenso. De la tormenta oportunista rescato una lúcida reflexión de Sergio Vilariño: de Messi «no molesta que no corra, molesta que por un pequeño espacio de tiempo no gane partidos solo. El cortoplacismo es lo que tiene». Respiro y quiero pensar que pronto entrarán.

Viento de cara. Resulta llamativo que los días en los que el Barça ha mostrado su mejor versión coincidan con aquellos encuentros en los que se adelantó en el marcador (Villarreal, Celta, Ferencváros, Juventus, en menor medida Dinamo), mientras que no ha sido capaz de remontar cuando ha comenzado perdiendo (Sevilla, Getafe, Madrid, Alavés). Koeman y los suyos fluctúan entre buenos mimbres e innegable fragilidad. Porque cuando el viento sopla a favor, este Barça work in progress ha transmitido una urgencia creativa capaz de despertar optimismos aletargados. Pero cuando toca remar, por el momento el depósito de la autoestima culé está seco y busca respuestas que no llegan. Curiosamente y en contra de la reciente tendencia del club, la Champions se ha puesto de cara mientras en Liga a menudo sale cruz. El equipo poco a poco consigue escenificar que quiere sin terminar de autoconvencerse de que puede cuando parece que no puede. Cada partido supone para este Barça indefinido la oportunidad perfecta de recordarnos que la buena es ‘la de arena’.