Bienvenidos al fútbol moderno

El 8 de agosto de 1990, Jean-Marc Bosman demandó a su club, el RC Liège, al exigirle 600.000 euros para poder salir de su club aún teniendo vencido su contrato y ofreciéndole una renovación a la baja, llevando a la Federación de Fútbol de Bélgica (RBFA) y a la UEFA a los tribunales. Cifra prohibitiva para un centrocampista belga de bajo nivel, que tenía la idea de marchar libre al USL Dunkerque de la categoría de plata del fútbol galo y que no podía asumir dicha cuantía.

De la mano del abogado Jean-Louis Dupont y tras cinco años de una batalla legal, consiguieron doblegar los poderes fácticos del fútbol para asegurar el derecho de los futbolistas a convertirse en agentes libres al finalizar sus contratos y la libertad para ejercer su profesión en cualquier estado integrante de una Unión Europea sin restricciones como ya hacían con otros sectores laborales. Situación de la que el propio Bosman no pudo aprovecharse, ya que fue repudiado e indemnizado a posteriori, pero no pudo evitar caer en la depresión, alcoholismo y en la subsiguiente ruina.

La ultra conocida Ley Bosman fue una realidad el 15 de diciembre de 1995 sentenciada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea con sede en Luxemburgo. Sus efectos fueron haciéndose hueco de forma paulatina y vemos cómo en la última final de Copa de Europa pre Bosman en mayo del 1995, venció el AFC Ajax de Louis van Gaal con tres jugadores no nacidos en Países Bajos (Jari Litmanen, Finidi George y Nwankwo Kanu), mientras que su rival, el AC Milan de Arrigo Sacchi sólo contaba con dos (Zvonimir Boban y Marcel Desailly) pero ya se hizo evidente en la de 1998 donde el Real Madrid CF derrocó a la Juventus contando con hasta 8 jugadores nacidos fuera de sus fronteras en el once inicial (Bodo Illgner, Christian Panucci, Roberto Carlos, Fernando Redondo, Christian Karembeu, Clarence Seedorf y el autor del tanto Predrag Mijatović).

Aquello apuntilló un fútbol que estaba en plena ebullición, como ya se intuía con la creación de la Premier League en 1992 respaldada por un multimillonario acuerdo con Sky para televisar los partidos por un monto de 305 millones de libras o la profunda reestructuración que originó la UEFA con la primera edición de la Liga de Campeones abriendo la participación a equipos que no fueran campeones de sus competiciones domésticas.

Este inicio del fútbol moderno le pilló al FC Barcelona descendido de la gloria que alcanzó en Wembley con una posterior desintegración traumática del Dream Team. Toca contextualizar que cuando Bosman derrocó al establishment balompédico, Johan Cruyff estaba viviendo sus últimos días como técnico blaugrana y se había iniciado una guerra con Josep Lluís Núñez que digamos aún no ha finalizado (ni jamás finalizará).

Aquel último Barça de Cruyff contaba con 5 jugadores considerados extranjeros (Gica Hagi, Gica Popescu, Luis Figo, Meho Kodro y Robert Prosinečki) de los cuales solo podían coincidir tres sobre el verde según la normas de la LFP. La temporada siguiente con Bobby Robson a los mandos y un Núñez mucho más dispuesto a gastar para reforzar el plantel, contó con hasta 10 jugadores no nacidos en España (Emmanuel Amunike, Laurent Blanc, Fernando Couto, Luís Figo, Vítor Baía, Juan Antonio Pizzi, Hristo Stoichkov, Giovanni Silva, Gica Popescu y Ronaldo Nazário).

El FC Barcelona de la 96/97 conquistó la Recopa en Róterdam con hasta 7 extranjeros sobre el césped (Vítor Baía, Fernando Couto, Gica Popescu, Luís Figo, Ronaldo Nazário, Hristo Stoichkov y Juan Antonio Pizzi. | Foto vía: FC Barcelona.

Ya podemos ver que tuvo efectos inmediatos, y ese cóctel de potenciación lucrativa con los derechos televisivos mayormente, los ingresos por parte de la UEFA en su renovada competición y la posibilidad de reforzarte con muchos jugadores de otros equipos con menos poder económico, propiciaron que los grandes clubes crecieran de forma exponencial y que victorias como las del Estrella Roja, Olympique Marseille, Steaua de Bucarest, Celtic FC, PSV o Feyenoord de Rotterdam, se vislumbren como auténticas hazañas y solo hace falta observar que desde que se instauró dicha ley solo han conquistado el mayor entorchado del viejo continente clubes de cuatro países (España, Inglaterra, Italia y Alemania. La brecha cada vez se hace más grande, sean bienvenidos y dispuestos a odiar si así lo desean, al fútbol moderno.

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