Barça-Eibar. Sonaba aburrido de primeras; con el único aliciente plausible de ver a Pedri jugando a sus 18 primaveras. Para sorpresa de un servidor, otro gallo cantaría.
Hay niños y niños; vidas y vidas, pero sobre todo y ante todo: hay maneras y maneras de ser niño en el juego de la vida. Puedes ser Pedri o puedes ser Braithwaite. Sí, Martin también es un niño. Por bizarro que suene: él también lo es, solo que, algo mayor. Porque para él la edad es un número, uno de esos que tanto repudiaba en el tuto. Y es que, juraría que era de letras. Y lo digo con cierto fundamento sólido debido a sus redes sociales, en las que hace muestra de ser un excelso lector. Pero vaya, para el caso, patatas.
Nacido en Dinamarca, idolatrado en Toulouse y empequeñecido en el Boro: el nueve es un tipo nuevo. Sin ser bisoño en el fútbol de primer nivel, carece de experiencia en astronomía (insisto: seguro que hizo el bachiller humanístico). El danés nunca antes había partido de un contexto tan favorable, nunca se había codeado con tanta estrella junta. En la Ciudad Condal su juego se antoja como ese zumo agrio de por la mañana con la pizca exacta de azúcar. Justo la cantidad que cualquier jugador necesita, justo lo que Braithwaite necesitaba.
Al fin y al cabo, eres la media de las cinco personas que te rodean. A mí eso me lo explicó mi madre a su manera: con ese “cuidado con quien te juntas, eh” tan maternal como protector. No cabe duda de que Martin se sabe la lección, y agradecido él, disfruta de su oportunidad. Y es que, en eso se basa todo: trabajar al principio, creer en el proceso y disfrutar del resultado final. También es verdad que, lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta: si no te da la calidad… olvídate.
Ayer Braithwaite se olvidó de dónde estaba la portería y apenas recordaba aquello del fuera de juego, se sabía falto de tino. No fue el partido del pobre Martin, no. Pero él no desespera, es paciente, atesta aplomo, y tiene fe, mucha fe. Creyó, cree y creerá en él. Desde siempre y para siempre -como quien felicita a un viejo amigo-.
Sabe que está ante su primera niñez, ante una niñez de ensueño y la disfruta, como todos deberíamos hacer, como todos deberíamos haber hecho.
Felicidades Martin, te lo has ganado.