40 años de militancia culé

Hoy, 40 años después, os voy a contar una historia. Todos los que me conocéis, sabéis que soy un loco del fútbol, espero que en el buen sentido del término. Seguro que me imagináis dando patadas a una pelota antes casi de andar. Pero no fue así. No voy a decir que lo mío fuera un descubrimiento tardío, pero os aseguro que tengo bastantes recuerdos de infancia anteriores a la entrada del fútbol en mi vida.

Mi afición por el fútbol surge a comienzos de los 80. Hasta entonces, yo no había mostrado demasiado interés por el fútbol, ni siquiera jugaba en el colegio, ya que recuerdo que en el patio vallado de mi primer colegio, me dedicaba más a los columpios que a la pelota. El fútbol entró de pleno en mi vida a principios de 1981, en una fecha exacta: el 7 de febrero de 1981. Y con un partido concreto: UD Las Palmas- FC Barcelona.

Ese día, sábado para más señas, yo me encontraba con mi familia en el pueblo de mi madre. Un pueblecito en el valle del río Mesa, perdido en un enclave donde se juntan las provincias de Zaragoza, Soria y Guadalajara. Allí, por entonces, no había casi televisores; es más, el único teléfono del pueblo estaba en la casa de la operadora, la inolvidable Teodora, a quién teníamos que llamar para hablar con mis abuelos o mis tíos, y que éstos se dieran el paseo hasta su casa para poder hablar con nosotros. Toda una odisea a ojos de los actuales nativos digitales, pero que era el pan de cada día de una España ya olvidada, pero que os aseguro que existió…

El único contacto con el mundo se producía a través de la radio. Los transistores, algunos de bolsillo, con o sin auriculares, como el que acompañaba a mi abuelo, que nos dejó a meses de cumplir los 100 a finales de año y vaya desde aquí mi recuerdo y amor eterno, y que era su única compañía en las noches de pastoreo, frío y oscuridad solo eclipsada por la luna, o los más voluminosos de las casas, siempre en lugar preferente, facilitando la escucha en familia, rodeando el aparato, muchas veces más antiguo que las propias casas.


Una de esas radios de salón es la que utilizaba mi padre, el primigenio Culé de Chamberí, cuando estábamos en el pueblo para, desde el comedor de la planta de arriba, poder seguir a través de Radio Nacional de España, la única emisora que se podía sintonizar en condiciones allí, el partido de su equipo, el Barça.


Ese día el partido se disputaba por la noche, y mi padre, sentado en su butaca, combinaba su segunda gran pasión, la lectura (la tercera, la música clásica, era incompatible en esas circunstancias), con los comentarios del partido por la radio. Yo, como siempre por entonces, andaba zascandileando por la casa y sus alrededores, entre el corral, la cocina, la lumbre de la chimenea y el salón, corriendo arriba y abajo por las escaleras. Veía a mi padre un tanto preocupado y le pregunté qué le pasaba. Me contó que perdíamos 1-0 al descanso.  «Perdíamos», me dijo, como sabiendo ya que, con esa pregunta, me había sido inoculado para siempre el virus del barcelonismo. Y bien que fue así…


A partir de ese instante, como en los siguientes 40 años, me pasé casi toda la segunda parte con él, escuchando la narración del partido. Y todavía hoy, mi padre sigue siendo mi primera opción como compañía para ver cualquier partido del Barça. Esa noche, contrariamente a lo que solía ocurrir en aquellos comienzos del nuñismo, marcamos en el primer minuto de la reanudación, y a partir de ese momento, fueron cayendo los goles hasta el 1-4 definitivo, con un gol final de Quini de penalti. Increíblemente soy un culé nacido en la victoria. Y remontando. Hasta para eso soy contracultural.

A partir de entonces, y hasta hoy, el fútbol ha formado parte de mi vida. Ha estado presente en múltiples momentos importantes, e incluso cuando no lo ha estado, ha formado parte de ellos, como en el día de mi boda, que coincidió con el Mundial de Sudáfrica, justo aquel día que España dio el paso adelante definitivo, superando los fatídicos Cuartos de Final, venciendo 1-0 a Paraguay. Y todos mis amigos futboleros se quedaron sin verlo, sin una mala cara. Eso sí, son múltiples las fotos de la boda con gente con auriculares, con la radio como hilo conductor, como punto de unión al fútbol. Exactamente igual que aquel primer partido en el Estadio Insular de Las Palmas en 1981.


Y vosotros, ¿cuál es el primer recuerdo que tenéis del fútbol?, ¿ya rompíais jarrones y otros adornos de porcelana y cristal en casa antes de ir al cole? Contadme, malditos, contadme…

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