La adicción al tormento

Plomizo y cansino, como con terminal apatía, el Barcelona ya no se puede aferrar ni a los flashes de Lionel Messi o a las pinceladas de Pedri. No seré yo quien ponga la cruz a un equipo que llevaba notoria mejoría desde inicios de año, pero en cuestión de días volvió a las viejas andanzas, como ese adicto que lleva sobrio varios meses, consigue trabajo, pero, en el momento clave, vuelve al consumo de lo prohibido. Así es este Barça adicto al tormento.

Aún así, el Barça es un equipo que intenta tapar sus falencias hasta más no poder. Busquets salta a presionar en con sinfónica desincronización, pero es tan bueno haciéndolo que gana 1 de 3, y ese duelo ganado basta para dejar sensación que algo de pressing alto se recuperó. O Pedri que, en su empeño de dejarnos boquiabiertos, devuelve paredes creativas empalando la pelota y sale al anticipo como en un torneo de barrio. Con eso, a veces, también basta para dejar sensaciones positivas.

Así llegó el 1-0. El jovencito, futuro y presente del Barça, se lanzó a por una papa caliente en el área; punteó, recibió contacto y el resto es historia. Messi solo tuve que ir a la carrerilla, esperar que Ledesma diera atisbo de movimiento y soplar el balón al otro lado.

Messi se convirtió en el jugador del FC Barcelona con más partidos jugados en LaLiga, también, con su gol, alcanzó a Luis Suárez en la lucha por el Pichichi. (Foto: LaLiga)

Pero el resultado era mentiroso, los de Koeman monopolizaron el balón y las llegadas, porque tanto fueron que lograron, de vez en cuando, quebrar el durísimo muro que armó la visita. El Cádiz, aun así, ya había avisado que sabía como dañar a un Barça de mala cara.

Ni los frenos de mano de Dembele, ni la magia de Pedri, ni el talento de Messi; tampoco el dinamismo de Puig, no hubo salvador para un final que parecía llevaba estampa en su portada.

Koeman, a quien se le había elogiado por darle ciertos rasgos de identidad al equipo, no mejoró al enfermo con la medicina desde el banquillo. De hecho, lo empeoró y, en una escena tragicómica, Lenglet se mandó su enésimo fallo de la temporada. Una jugada que caricaturiza cualquier análisis o crónica que se pueda hacer, impropio de un jugador del calibre del francés.

¿Cuántos fallos lleva el Barça esta temporada? Muchos, pero este, a diferencia de otros, no pareció algo casual, sino de estado anímico. De desconcentración; de miedo al fallo, de saberse incapaz de sobrevivir y competir hasta mayo. Así como los robóticos centros de Alba, o los espacios a las espaldas de Busi, la lenta circulación y el mal retroceso; todos males endémicos de un colectivo que se ve al espejo y se sabe mediocre.

Y apareció el verdugo, Álex Fernández, a bajar la guillotina con un certero tiro desde los once pasos. Ni Ter Stegen pudo salvar en esta ocasión.

En cuestión de 11 días, el Barcelona cayó vs. Sevilla por Copa del Rey, fue goleado en Champions a manos del PSG y también perdió dos puntos valiosos en casa vs. Cádiz.

La imagen a posteriori, cuando solo quedaban migajas, también es endémica: Piqué de 9 intentado resucitar al cuerpo, como si ya no hubiera desfallecido. Una revelación del desespero, una situación a la que el culé ya se acostumbró hace mucho.

Luego de tres malos resultados consecutivos, que destruyen toda la buena dinámica de la que venía el FC Barcelona, resta ver si al menos un acto de rebeldía futbolística puede salvar de su muerte al adicto del tormento.

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