FUEGO A DISCRECIÓN | Jorge Ley
Ya pueden ustedes respirar, más que tranquilos, resignados. Ya ha pasado. La época gloriosa del Barça, la de los trofeos que llenaban y llenaban las vitrinas, la que copaba los periódicos con titulares cada cual más celestiales (y hasta ridículos), la que inspiraba presentaciones en Harvard, se ha cerrado. Hay quien recibió la noticia de golpe, como si surgiera por combustión espontánea un trauma acumulado, cuando una gestión criminal de una década apartó al que es Maradona todos los días del Camp Nou. Para más inri, llevándolo a una prisión dorada e indicativa de todo lo que está mal en el mundo. Perdimos la inocencia y no lo sabíamos.
El mercado de vacas flacas del Barça pone los pelos de punta a quien no ha aterrizado a la «nueva normalidad» del club. O a quien se haya quedado embobado en sus odios primarios y directivos. Es entendible. La época, con todas sus nefastas consecuencias, es la de la necesidad. La marcada por la crisis y la decadencia. Es la de los canteranos a golpe de urgencia, los fichajes a precio de remate y los zarpazos al talonario como una ilusión de futuro. Una aspiración de una institución acorde al submundo en el que la han dejado, al borde de la bancarrota. A partir de ahí se pueden entender los movimientos que encabezaron Laporta, Alemany y compañía que, entre otras cosas, pusieron a Griezmann camino de Madrid, a Emerson en un vuelo internacional y a Ilaix Moriba lejos de la que había sido su casa. Es la muestra más gráfica del ajuste del cinturón. En este caso, la exposición más obvia del instinto de supervivencia y sus sacrificios. Las votaciones, amigos, tienen sus repercusiones. ¡Que alguno se pegue el recordatorio en la frente!
Yo comprendo el aspiracionismo frustrado. A veces es peor que tener algo y perderlo. En el caso del Barça, las frustraciones vienen por partida doble. Y Laporta, antes que emprender ningún proyecto, ha de salvar el presente decadente. Habrá que asumirlo y pasar por los traumas de trámite que irremediablemente se vienen. Que el culé se agarre a las piernas de Pedri, de Ansu o Gavi como si fueran un escudo a prueba de futuras depresiones. El mayor error que ha cometido esta Junta es la confusión de lo prioritario y lo urgente. Al no pagar el finiquito del que sigue (¡Y seguirá por una temporada más!) siendo entrenador del Barça, o apostar por su re acomodo, han condicionado los orígenes del futuro de forma innecesaria y hasta contraproducente para quien sea que venga a continuación y para las primeras piedras sobre las cuales construir. Es un lastre, y con él, todas sus consecuencias.