FUEGO A DISCRECIÓN | Jorge Ley
Se podría decir que Ferran Reverter, CEO Del Barça, asesinó la sorpresa cuando vino a decir que había periodistas, feliz eufemismo, en la nómina del club. Un cataclismo informativo a la altura de la monja que acude a las urnas o el político que recibe sobres. Resulta un momento de confesión precioso, especialmente si uno recuerda los alaridos de la prensa de orden que no veía urgencia alguna en la moción de censura que pretendía desalojar a la turba de indocumentados que dirigía el club. Concretamente al desastre. Aquella fiesta feliz de conversión a SAD con la que nos emborrachaban las portadas como ejemplo de gestión mundial y el esperanzador porvenir. El futuro, como cualquier trilero metido en chamán de la pseudo administración empresarial vendería.
El silencio mediático respecto al asunto de marras ya es moneda usual. Los corporativismos y los amigos. Los muertos en el armario. La omisión total de gente que te vendía que Rosell y sus residuos posteriores eran poco menos que la encarnación de The Ultimate Businessman. Que no solo los frutos del modelo de éxito del laportismo se pasarían por infusión sanguínea desde el momento en que tomaran los mandos, sino que, insistían como todo buen buitre, también sus méritos. Algo parecido al fascinante fenómeno de los hijos de papá que cobran la herencia y luego se sueñan los reyes del esfuerzo. La del mínimo, básicamente.
La noticia, pues, es que lo hubiesen publicado. ¡Aunque sea a modo de «¡oh dios mío, aquí se juega!» O de hipocresía virgen: ¡»Cómo osa, señor Reverter«! O uno acorde a los tiempos que corren: «¡Y uno de tonto sin pasar por caja!». En esas ocho palabras hay más honestidad por metro cuadrado que en cientos de filtraciones, columnas y artículos de servicio que nos hemos tenido que comer durante una década de intoxicaciones interesadas.
No es, en ningún caso, la revelación más grave que trajo la Due Dilligence. El esfuerzo premeditado de dinamitar el modelo de gestión de club. De ahogarlo en deuda sobre deuda. De llevarlo a los bolsillos de quién sabe qué amigos. Todo con el objetivo de esquilmarlo una vez más ya de forma institucionalizada y oficial. Es indudable. Pero los medios, los periodistas habrían de ser un muro de contención y/o prevención ante el robo y la barbarie. Va siendo hora de que aparezcan en el mainstream del kiosco.