El mosquito más tonto de la manada

Decía La Oreja de Van Gogh (la buena): igual que el mosquito (y en este caso no me refiero al Dembo) más tonto de la manada; yo sigo tu luz aunque me lleve a morir. Así se podría definir un poco la tendencia del aficionado culé en los últimos tiempos. Convencidos de que habrá algo que nos convencerá de que existe algo de luz que seguir, nos volvemos a sentar ante el televisor mientras el colegiado da el pitido inicial y empezamos a entrever los vacíos en el centro del campo, la nula planificación de la salida de balón, lo poco arropado que está Busquets, lo que se echa en falta un entrenador que ofrezca consignas tácticas a sus jugadores (¡cómo te echamos de menos, juego de posición!) o que, definitivamente, lo de Luuk de Jong no es el fútbol. Y aun así, un gol de Ansu ante el equipo que peor defiende de la Liga, un par de regates de Memphis o la jerarquía de Araújo nos hace pensar que todo puede ir a mejor aunque Ronald Koeman siga sentado en el banquillo como primer entrenador.

Esta relación tóxica que acabo de mostrar me ha recordado al joven amor de la adolescencia: después de un desplante detrás de otro, de desilusiones, de pensar que hasta aquí has llegado y que no soportarás nada más, el más mínimo detalle -como la recuperación (total) de Ansu o del Kun Agüero o volver a ver el Camp Nou (más o menos) lleno- te hacía volver a ilusionarte y a dejar volar la imaginación en busca de situaciones que nunca pasaron. Supongo que esto es, en parte también, lo bonito del fútbol. A pesar de todo, la noche del domingo volveremos a fijarnos en la pantalla para ver cómo la salida de balón sigue siendo un bodevil, cómo Busquets estará tan desprotegido como acostumbra en el Camp Nou (todo lo contrario que con España) o cómo don Ronaldo Koeman volverá a la defensa de tres centrales (que cada uno escoja su propia aventura, si es que no se da todo a la vez); aún con la ilusión de que los buenos se junten y que Ansu, Memphis o incluso el Kun nos den algo que nos haga más llevaderos los días hasta el día del Dinamo de Kiev.

Al menos, con el Barça, tengo la certeza de que algún día esos detalles de los que hablaba antes sí que corresponderán a mi ilusión y a mi imaginación.

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