Dani y Xavi; cuando éramos felices

Nuestra aproximación a la nostalgia es un arma de doble filo. Disfrutamos recordando aquellos momentos tan bonitos e idílicos en los que, simple y llanamente, todo iba bien. De la misma forma, esos pensamientos chocan repetidamente con la realidad más macabra donde parece que todo va mal. Queremos pensar que siempre hubo tiempos mejores, porque los hubo, pero tal es nuestro punto de martirio que lo que antes fue blanco, ahora es negro. No nos sirven puntos intermedios.

Como el adulto que recuerda lo bien que estaba en casa de sus padres y empieza a valorar todo el trabajo del hogar que antes le parecía nimio, con Alves y Xavi nos suceden cosas parecidas, porque en la costumbre cuesta darse cuenta de la excelencia. Dani Alves ejerció de motor físico, competitivo, anímico y futbolístico en el mejor Barça de la historia, algo que, visto en perspectiva, solo puede estar al alcance de unos pocos elegidos de toda la biblioteca del fútbol. Xavi, por su parte, fue el líder ejecutor de la idea revolucionaria de Guardiola y enseñó al mundo que la convicción del barcelonismo en el modelo era la mejor forma de llegar a los buenos resultados, a los éxitos.

Además de ser agitadores e innovadores del equipo y del club respectivamente, Dani y Xavi son los jugadores que han estado en las posiciones más cercanas a Leo Messi y le han hecho sentir lo más cómodo posible en el verde. Justo lo que Pep Guardiola señaló; solo había que rodear a Leo bien, que del resto se encargaría el argentino. El lateral brasileño y el interior catalán siempre se tomaron al pie de la letra esa función; hacer jugar bien al Barça a través de la posición, la posesión y la precisión para que, en consecuencia, Leo Messi estuviera optimizado en pos de culminar la obra. Todo sonaba tan perfecto.

La pérdida del sistema de posesión de Xavi en 2015, seguido un año más tarde por la pérdida del gran alimentador del monstruo en ese sector, diluyeron la banda derecha del Barça hasta lo irrisorio. Para colmo, la banda izquierda también se quedó coja con la salida de Neymar y un año más tarde la de Iniesta. Mientras tanto, Messi intentó tapar todos los agujeros, pero se fue triste e impotente por no poder dejar en herencia un Barça ya no grande, sino decente.

Pero en ese contexto de subsistencia es cuando resurgen los que amamos para arrimar el hombro. Estamos en el hospital, flirteando con el hundimiento, pero es ahí, en los momentos en que vienen mal dadas, en los que todo se reduce al amor de algunos. Al afecto. A la estima. No hay nada que nos dé más sensación de bienestar que quienes nos hicieron sentir como en casa. Por eso los reencuentros con los que consideramos los nuestros son tan emotivos. Dani y Xavi nos llevan al mundo que fue ideal. A cuando éramos felices.

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