Artículo publicado por Alberto Muñiz (Twitter: @L0bert0)
El próximo miércoles llega uno de los partidos más comprometidos en el corto periplo de Xavi Hernández en el banquillo blaugrana. Comparando momentos de forma da la impresión de que estamos ante uno de los duelos más desequilibrados de la actualidad: los bávaros cuentan sus partidos en Champions por victorias, con un goalaverage que revela un impresionante +16; mientras, el Barça ha conseguido mantenerse con vida hasta la última jornada sumando 7 puntos con dos únicos goles anotados.
La “receta” para acceder a octavos es, a priori, sencilla: mejorar, o al menos igualar el resultado que consiga el Benfica ante la visita del Dinamo de Kiev, ya matemáticamente fuera de Europa. Por su parte, el equipo muniqués está más que clasificado como primero de grupo, aunque se va a encontrar con un Allianz Arena mucho más frío de lo habitual debido a la imposición gubernamental de jugarse a puerta cerrada, en pleno crecimiento de la cuarta ola de la COVID-19.
Donde sin duda hay más desigualdad, salvo sorpresas de ultimísima hora, es en las enfermerías. El Bayern ha confirmado recientemente las bajas de Marcel Sabitzer, Serge Gnabry y Leon Goretzka, así como las conocidas de Joshua Kimmich y Eric Choupo-Moting a causa del coronavirus. Tristemente, aquí el Barça gana por goleada, con un ataque absolutamente en cuadro debido a las lesiones de Ansu Fati, Braithwaite y Agüero a las que se suma un Ousmane Dembélé que sigue sin completar 90 minutos de juego. Por si fuera poco, la sala de máquinas también se resiente sin el actual Golden Boy, Pedri y sin Sergi Roberto, obligado a pasar por el quirófano.
Todo esto completa una situación extremedamente delicada para un Barça que podría verse fuera de la Champions a las primeras de cambio, pero que se ve obligado a dar su mejor versión en esta primera final, que llega, a todas luces, demasiado pronto.