Comprobar que el enemigo está en casa

En una goodbye party pude ratificar que, evidentemente, no estamos tan equivocados

Columna publicada por Joan Cebrián (@MrMotijoan)

Desde el inicio de mi Erasmus -que a penas llega al mes en el momento en el que escribo estas líneas- mi vida ha cambiado bastante. No por el hecho de cambiar de país, vivir solo o hablar otro idioma por muy parecido que pueda llegar a ser. Más bien por tener que dejarte llevar y ver hacia dónde te lleva la brisa. En casa tenía una “hiperresponsabilidad” que me autoexigía saber con un poco de antelación cuál era un plan para cumplir con mis obligaciones y, si era posible, hacer. Dejar las responsabilidades en un segundo plano para decir sí a todo y, como dicen, que sea lo que Dios quiera. Un ejercicio que realmente no es para tanto pero que para alguien como yo -a quien la ansiedad normalmente le suele carcomer- su significado tiene cierta importancia.

Fue así cómo acabé la semana pasada de rebote en una goodbye party. Te encuentras a gente conocida y como eres ‘el nuevo’ pues te invitan. Acabas ahí de rebote. Sin embargo, realmente es acojonante porque ves cómo te hacen el favor de evitar que estés parado por la cara a cambio de nada. En ese preciso momento era divertido ver cómo replicabas lo que Enrique Ballester, columnista de El Periódico, explicaba en Despedidas y comienzos. Evidentemente sin el mismo carisma que él y Stefano, su colega italiano, pero estabas en plena convocatoria después de la llamada. Lo importante de todo esto es que en la concentración me topé con Daniel, un tipo eslovaco que ratificó que en Barcelona no estamos tan locos cuando afirmamos que el enemigo está en casa.

La cosa es que, de toda la gente nueva que fui conociendo aquella noche, Daniel y Sasha -una chica ucraniana a quien evidentemente no ibas a hablar de política- fueron de los más receptivos. Conversaciones básicas que sirven como cartas de presentación: cómo te llamas, de dónde eres, qué estudias, por qué en Lisboa y mira los distintos motivos por los que te vas a disfrutar mucho la ciudad. Pero la cosa es que mostraron un gran interés por integrarme, cosa que agradezco. Después agotar todas las balas de las conversaciones iniciales, Daniel salvó la jugada con el fútbol, el gran comodín universal. El chaval salvó una posible catástrofe social con una parada digna de Ter Stegen en pleno pico de nivel.

Aunque aquello de ir a base de dinero no le acabara de convencer, Daniel me comentó que él era del Chelsea. Comentar un rato la Premier, la maquinaria que hizo Thomas Tuchel para ganar la última UEFA Champions League y la mala pata que tuvo Frank Lampard con todo lo que prometía. Tras incidir en que los blues y el FC Barcelona contábamos con una rivalidad europea bonita -al menos en la historia reciente- tocó el cambio de mundo. En otras palabras: que el chaval más cruyffista de la ciudad (no por sabio, si no por pesado) hablara de cómo va la cosa en Can Barça. Os podéis imaginar que la chapa se llevó por mucho que estuviera completamente lúcido de forma no irónica. Para mi desgracia es la consecuencia directa de ser un “turras”.

Sin embargo, Daniel fue en todo momento el más ágil de los dos. Después de intentar resumirle en breves minutos la situación actual del club condenando la anterior directiva, el tipo me lanzó una pregunta sencilla pero certera: ¿por qué? Lo cierto es que me dejó descolocado porque la situación me sorprendía. El tío estaba flipando tras la explicación porque no entendía por qué el Barça se desvió -o lo desencarrilaron- del modelo que le funcionaba. Un tipo de Eslovaquia había comprendido en pocos minutos la idiosincrasia del Barça y que a lo largo de la historia cuando ha llegado a lo más alto ha sido gracias a su filosofía, ADN o modelo, da igual cómo queráis llamarlo. La verdad es que fue tan triste explicarle toda la decaída como no poder darle un motivo exacto de la mala gestión. ¿Maldad, egoísmo o las dos cosas? Lo cierto es que no tenía una respuesta concreta.

Aquella conversación futbolera con Daniel generó sentimientos encontrados en mi interior. El tipo ratificó que, evidentemente, no estamos equivocados cuando señalamos como el historiador Ángel Iturriaga que “el Real Madrid es el adversario y el Rosellismo el enemigo”. Por un lado tranquilidad, pero por el otro incerteza. Lo que no todavía no me cabe en la cabeza es cómo alguien que está a unos más de 1.500 quilómetros de Barcelona y sin ser culé entendió todo mucho mejor que gente que sí se hace llamar barcelonista pero que realmente sólo responde a sus propios intereses. Y para el colmo todo esto fue antes de la presentación del Informe Forensic. Ahora la duda está en si la gente que no comprende los por qués lo hace por incapacidad o porque se niega a intentarlo.

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