
Ousmane Dembélé es un futbolista extraño. Para el que lo conoce basándose en lo visto, pero también para el que nos habla de su potencial. Un jugador al que casi siempre se le juzga más por aquello que puede ser, que por lo que realmente es. No por nada Xavi Hernández le resalta en su primera rueda de prensa como un jugador capaz de ser el mejor del mundo en su posición. Sin embargo, pese a todo su esperanzador potencial, el jugador sigue siendo muy parecido al que vino de Dortmund. Casado y con unas cuantas cicatrices, eso sí.
Pero esto no se trata de analizar a un futbolista. No es lo que pretendo, desde luego. Lo que realmente me interesa es el juego de expectativas frustradas que, entre todos, hemos generado respecto a él. Visto como salvador de situaciones adversas cuando está alejado de los terrenos de juego – lo cual es muy a menudo – para luego darnos de bruces al constatar que su participación no solventa nada. Pretendiendo esto no ser una crítica exclusiva hacia el francés teniendo en cuenta el contexto del equipo.
En nuestra cabeza siempre ha sido espectacular; para algunos, jugador diseñado para atacar los espacios, para Koeman capaz de mantenerse abierto en banda para atacar el lado débil, pero el caso es que nunca hemos entendido qué es Ousmane. Seguramente ni él mismo entiende quién es Ousmane; si el futbolista que desborda a gran velocidad, o el que posteriormente da un pase al adversario.
El “Dembo” llegó con la misión de secar las lágrimas que nos dejó saber que no volveríamos a celebrar un cumpleaños de la hermana de Neymar, y, realmente, consiguió que siguiéramos llorando por sus más aun habituales ausencias, ya sea por lesiones o una capacidad asombrosa – que compartimos en el Estadi – , de no acudir con puntualidad a los entrenamientos.
Como una de esas canciones que al descargarlas se quedan demasiado largas porque te has comido unos segundos sin venir a cuento, parece ser que el tiempo de nuestro querido, a la vez odiado, Dembo aún no ha terminado. Cuando empecé a escribir este sesudo artículo, envueltos en la vorágine del mercato a ritmo de «Jijantes» y Fabrizio Romano, todo se dirigía a una posible desbandada del que nos hace mamar. Sin embargo, como no es de extrañar en la historia de Dembélé con el Barça, en una nueva contradicción, sucede aquello diferente a lo esperado, quedándose aquí el flamante «7» culé.
Y aquí nos encontramos, en cruces de declaraciones – y de hechos, que es más importante -, entre el Club y el cuerpo técnico. En un nuevo conflicto de prioridades y expectativas, entre el “DreamTeen” y el jugarte la clasificación para Champions con el mayor número de piezas posible. Y dentro de todo, no es descabellado pensar que en este momento en que los caminos parecen destinados a separarse, llenos de “decepción” – como dijo el President Laporta -, Ousmane Dembélé, simplemente por ser cómo es, acabe ofreciendo un verdadero valor al equipo, dando la razón a Xavi, un mejor recuerdo al aficionado y, en consecuencia, haciendo algo dolorosa su marcha estival. Contradictorio Dembo.
Como alguien dijo, seguramente el amor sea una variante del chantaje.
Por tenerte, por querer quererte
Dejé de lado todo lo que sentía
Yo no sabía que tu amor escondía la soledad…
(Efecto Mariposa).