Hace dos días, un profesor de la universidad nos dijo que todos nosotros somos una contradiccón. Disidencia y contradicción, una y mil personas a la vez. Que no tenemos que preocuparnos por discutir con nosotros mismos y luego reconciliarnos. No pasa nada por querernos tirar de la silla y darnos la mano después. Él también era distinto a las doce del mediodía que a las cuatro de la tarde. Fue parte de su presentación de la asignatura, pero también podría haber sido un retazo de la biografía de Ousmane Dembélé.
El jugador francés vive en la contradicción. Capaz de construir una fuente en mitad del desierto, como de malgastar todo el agua que sale de ella. De inventarse goles, como de regatearse a sí mismo. Nadie le acaba de entender. Sus piernas van más rápidas que su cabeza. Se tropieza, le rebota el balón, lo pierde de vista, pero también regatea, recorta y sepulta a su par. ¿Quién eres, Ousmane?
Ya dio pistas en su irrupción al no saber responder si era diestro o zurdo en una entrevista. Y al inicio, de su indecisión nacía aquello que lo hacía especial, pero también está terminando por ser su condena. Con Dembélé nunca puede saberse cómo seguirá la historia, ni si seguirá habiéndola. Ni el rival sabe por dónde saldrá, ni el compañero sabe cómo reaccionar. Ni él mismo parece saber muy bien qué hacer. Dembélé es de aquellos futbolistas que va a lomos de una montaña rusa, improvisando qué hacer a cada momento, dando tumbos a izquierda y derecha, sin saber nunca cuándo frenar hasta que atropella al defensa o cae mareado de la atracción.
Pero el francés continúa siendo uno de los caminos más directos al gol, necesario en los días más grises. De su imprevisibilidad, brotan ocasiones de gol. El francés es capaz de hundir a la defensa y encenderle las alarmas, de picotearla cuando recibe en ventaja, aunque después se convierta también en un foco de pérdidas. Y ahí está la contradicción. El francés es condena y salvación a la vez. En un equipo sin colmillo, ni desborde, el Barça no ha podido renunciar a montarse en su montaña rusa. Una vez pasado el mercado invernal, Xavi debe reconstruir la baraja para que Ousmane no sea más que el comodín escondido bajo la mesa, para que el equipo no necesite de atajos, sabiendo cómo y dónde acercarse al gol por si mismo.
Ahora en sus últimos meses ya de azulgrana, el francés nos lleva a los mundos imaginarios. ¿Qué hubiese sido de él de tener una técnica más pulida, de no haberse lesionado nunca, de haber renovado a tiempo, de saber cuándo frenar? ¿Qué jugador será en unos años? ¿Qué jugador es realmente ahora? Ni él lo sabe. Una y mil personas a la vez.
¿Quién eres, Dembélé?
*Àlex Honrubia (@alexhonrubia_)