Estamos ante un día histórico. Para mal. O mejor dicho, inesperado. Pero, a fin de cuentas, histórico. El Barça debuta en la Europa League. No es una broma. Es la consecuencia de un lustro de gestión calamitosa de Josep María Bartomeu. Es la constatación del desplome de la obra futbolística más bella de la historia del Barcelona.
Muchos culés nunca han visto a su equipo jugar una competición europea que no sea la Champions. Otros, nos acordamos a duras penas de aquella eiminatoria contra el Celtic de Glasgow que acabó con el Barça de Ronaldinho eliminado. Pero, en aquel bache, empezaba a estar el germen de algo realmente bello. Qúizás, aferrarnos a aquel recuerdo nos pueda dar un poco de esperanza en medio de tanta tormenta.
Sinceramente, hay pocos argumentos que me permitan creer que el Barça es favorito para ganar esta competición. Voy más allá. Creo que este Barça lo va a pasar mal contra el Nápoles, especialmente jugando el partido de vuelta en el estadio que encumbró a Maradona. El equipo de Xavi, por más que vaya dejando brotes verdes por aquí y por allá, no termina de cuajar, y alterna ratos, incluso partidos (como contra el Atlético) ilusionantes, con tramos de partidos realmente desconcertantes.
No ayuda una plantilla mal confeccionada, lastrada por lesiones como las de Ansu Fati o los problemas en una defensa muy vulnerable, con un Ter Stegen que no termina de recuperar las alas de ángel salvador. Estará por ver las tablas que muestran Gavi, Nico y Pedri, las perlas que serán dueñas y señoras del centro del campo en el futuro del Barça, mientras que en este presente tortuoso aún impone su criterio Busquets y se sigue esperando a que Frenkie de Jong sea aquel jugador que enamoró a Europa con el Ajax. Arriba, tendrán que acelerar su acoplamiento Ferrán y Aubameyang, con un Adama que ha entrado pletórico, y con el denostado De Jong (Luuk) convertido en héroe inesperado.
Pero, pese a todas las dudas, incertidumbres y carencias, es mejor volver a la esperanza. Quiero remontarme a ese 2004. Cuando se sembró la semilla de una década gloriosa, con cuatro Champions incluida. Entonces estaba Ronaldinho como rutilante estrella alrededor de la que se construyó un proyecto ganador. Ahora falta ese golpe de efecto en el vestuario.
Pero entonces estaban Puyol, Iniesta, Xavi y Valdés. Una camada de futbolistas jóvenes, de la casa, que acabaron comiéndose el mundo. Ahora están Araújo, Eric, Gavi, Pedri, Nico y veremos hasta qué punto Ansu.
El Barça tiene un futuro prometedor, que hay que saber gestionar con inteligencia. Pero para el presente, mientras no se encuentra la regularidad en liga, toca volver a recuperar la confianza en Europa.
Mirémonos al espejo y veamos la sonrisa de Ronaldinho que alumbró los orígenes de la década más brillante de la historia del Barça.