Si algo tenían en común los grandes equipos del Barça del reciente siglo es que todos nos han hecho afrontar cada partido con la expectativa de dejarnos sorprender. Sabiendo que, tras una semana completada y cansada, tendríamos un momento de catarsis emocional. Dejando la mente en blanco para que Leo, Andrés o Neymar la llenaran con jugadas que recordar. El Barça de Pep antes de tener un 2009 para la historia, tiene un final de 2008 divertidísimo, lleno de goleadas y juego frenético sin antídoto que lo contrarrestara. Así como el de Luís Enrique nos regala una primavera inacabable de talento individual.
No sé si es una visión propia – os animo a comentarme si coincidís – pero desde hace unos cuantos años, el culé sufría más que disfrutaba a su equipo, sólo con el consuelo de esperar algo del ’10’ para paliar el tedio. Supongo que, por eso, las veces que no ocurría le mirábamos todos a él. La única vía para escapar de la mediocridad era una falta o un nuevo regate; allí donde el juego era espeso, predecible y a merced del plan propuesto por el rival. No sólo se sufría en las noches grandes – donde todos lloramos – sino en cada partido que precedía a la debacle anual.
Gracias a dios – al que sea – esto ha cambiado.
Obviamente no quiero comparar al Barça de Xavi con el de tiempos históricos, esas comparaciones se las dejo a la prensa especializada. Sólo nos comparo a nosotros, aquellos culés tristones que se sentaban a ver sufrir a su equipo. Y la suerte de que, al fin, parece que la moneda ha girado de cara, que ahora sí hay un camino, una evolución en la que confiar y con la que poder sonreír. Nada es fruto de una única razón; esta nueva era – el “DreamTeen” (nombre que no compro, por cierto) – es la unión de pequeñas cosas. Pequeñas luces al final del túnel que poco a poco van abriendo una salida que estaba llena de obstáculos.
Primero fueron los jóvenes que nos hacía sentirnos orgullosos de nuestra Masía, del manido “ADN”, luego un entrenador al que creernos cuando nos habla de eso que los de las medelicias técnicas llaman juego de posición. Por otra parte, en la esfera extradeportiva, la llegada de un presidente culé ha ayudado a mejorar – sorprendentemente –. La concatenación de buenas decisiones, como desterrar altos salarios de bajo rendimiento y apostar por el talento que mejor resultado – también para las arcas – está ofreciendo. Honor a Mateu Padremany
Ahora nos animo a disfrutar de este nuevo equipo; sin creerme Papa alguno para pediros algo como un ayuno, claro. Pero es ahora cuando el gozo es el más puro. Aquel que sólo se deja sorprender y al que cada nuevo partido lo afronta como una oportunidad para descubrir. Dilucidar los preceptos de Xavi, las pausas de Pedri, las aceleraciones de Frenkie o los desmarques de Ferran. Hablamos de la alegría más pura, aquella que no va acompañada de exigencias en metal – de ganar títulos, vaya –, sino que sólo espera un pase, un control, un tercer hombre en cada jugada. Ver crecer a un equipo, decidiendo a qué se va a jugar, imponiéndose al rival, ganándose el respeto como el niño que llega nuevo a clase.
Yo no aguanto las ganas de volver a ver jugar al Barça. ¿Cuánto hacía que no os pasaba a vosotros?
Escrito por Jose C. Rodríguez (Aka Carahaslem)
Twitter: @Jose_rodriz