La renovación del central uruguayo llega después de dos temporadas en el primer equipo en las que ha desnudado la fragilidad del dogmatismo
Qué mejor que un mate en mano para celebrar una prolongación de contrato. El pasado 26 de abril el FC Barcelona anunció la renovación de Ronald Araújo hasta 2026, consolidando su apuesta por el que es uno de los centrales más prometedores de la escena mundial. Actualmente asegurar que Araújo es “un proyecto de jugador” -como por ejemplo sí lo es su compañero Sergiño Dest- es una afirmación caducada después de dos temporadas traspasando la consolidación en el primer equipo. Durante estas dos campañas difíciles para el club el uruguayo se ha hecho de querer con el plus de conseguirlo comportándose como una contradicción directa con lo que esperamos en términos generales de la entidad blaugrana.
Araújo ha sido uno de los estandartes sobre los que el Barcelona no ha tenido miedo a agarrarse cuando las cosas no han ido bien. Explicar sus virtudes puede tratarse de una actividad poco innovadora, pues todos las conocemos, pero su calibre hace que nunca sea repetitiva. Y es que el uruguayo es el central que todo equipo querría tener en sus filas: efectivo tanto a campo abierto como encerrado en su propia área. Un corrector que genera placer porque hace del fallo una anécdota en lugar de una dolencia. Pocos jugadores hacen un culto tan apropiado a un tipo de arte tan ‘cuestionado’ como es defender. Sin embargo, cuando más ha brillado ha sido cuando el Barça ha estado “menos bien”. Los recuerdos del hasta ahora mejor Ronald llegan en partidos donde los culés no eran tan dominadores, donde cedían espacio y que ante sus dolencias requerían de alguien que apagara aquellos fuegos que nunca deberían haberse generado.
La situación es la contraria cuando el Barcelona sí se ha impuesto en los partidos -principalmente bajo el mando de Xavi Hernández- con el método del que nunca debería haberse alejado. Aquí Araújo genera más recuerdos de acciones puntuales que no de recitales que a sus 23 años ya ha ofrecido. De hecho, se realzan sus pecados: su falta de pulidez con el balón en los pies o de paciencia. Aunque al uruguayo se le achaca mucho más su primera debilidad por lo que significa el juego de posición, quizás la segunda es más importante. Él mismo corrige gracias a su físico tanto los malos posicionamientos o las anticipaciones precipitadas. Con Ronald urge más perfeccionar su comprensión del juego en todos los aspectos ya que puede ser su gran salvaguarda cuando lleguen los momentos donde físicamente sean superior a él.
Cuanto más reconocible es el FC Barcelona con relación a su estilo, más brilla Eric García a costa de perfiles como el de Ronald Araújo. No obstante, este no es un ejercicio de “-ismos”. El éxito de García, entendido como un polo o una parte del Ying y el Yang, también pasa por contar con Araújo como su opuesto. Recalcar la ‘torpeza’ del uruguayo con el balón o la falta de contundencia del catalán es quedarse en la superficie, especialmente teniendo en cuenta la joven edad de ambos jugadores. La inmediatez significa echar por tierra la importancia y el valor que tiene todo proceso de aprendizaje. Depende del contexto el camino es el propio fin, pero en clave Barça este no es el caso. En el Camp Nou que el tándem tenga éxito cobra una especial importancia para tener las espaldas cubiertas el día que Gerard Piqué no esté sobre el césped.
Con la renovación del central el FC Barcelona reivindica la importancia del proceso. El uruguayo ha sido durante los últimos dos años una contradicción -tanto por las cualidades por las que ha brillado como en la situación en la que lo ha hecho- y ahora el club quiere convertirlo en una ratificación dentro de cómo entiende el fútbol. El club blaugrana demuestra su voluntad por hacer una realidad aquello que Albert Nadal y Jordi Cardero escribieron en el Diari Ara: que educar a Araújo en la doctrina Xavi es posible. Pasó por las manos de García Pimienta e independientemente del técnico que le dirija cuenta en Carles Puyol con un gran ejemplo de cuál puede ser su evolución hacia el defensa “total”. Dicen que menos de cinco contradicciones es dogmatismo y Ronald ha demostrado en los últimos dos años que entre los blancos y los negros existe una variedad de grises completamente válida siempre que se entiendan los porqués.