La tercera bala del Paris Saint Germain

Los veranos para los aficionados azulgranas se transformaron en una eterna agonía desde la irrupción del jeque en el fútbol europeo. Inician cada mes de junio con la ilusión de un niño que comienza sus vacaciones. Pero igual que a los niños les llega el arrebatador septiembre, los culés acaban reencontrándose con una pesadilla llamada Paris Saint Germain.

Nasser Al-Khelaifi truncó por primera vez el proyecto del club cuando el Barça masculino todavía tenía el equipo soñado. Iniesta vestía de azulgrana. Y Neymar y Luis Suárez acompañaban a Leo Messi en un tridente que ya ha quedado para la historia. Pero el capítulo más amargo de esta guerra se escribió la pasada temporada. La mala gestión del Barça nos robó el sueño de ver a Messi retirándose en el club de su vida. De repente, nos encontramos viendo la despedida del mejor jugador de nuestra historia desde el sofá de casa. No hubo un Camp Nou lleno coreando su nombre, solo una emotiva rueda de prensa con Messi entre lágrimas.

MARTENS REABRE LA HERIDA

Cuándo pensábamos que la guerra entre Barça y PSG había finalizado, vinieron a por el equipo femenino. Y han logrado arrebatarnos a una de las futbolistas más diferenciales: Lieke Martens. En un inicio parecía que simplemente era una artimaña para desestabilizar al Barça. Ya lo habían hecho en la primera final contra el Olympique. Y quedó en nada. Además, Hansen llegó para tranquilizarnos. Pero la pesadilla volvía a ser una realidad.

La salida de Lieke Martens, además de la gran pérdida a nivel deportivo, tiene un gran valor simbólico. La jugadora de Países Bajos apostó por el Barça cuando nadie lo hacía. La extremo llegó como la mejor futbolista de Europa en un momento en que ninguna internacional de referencia lo hacía. Nadie ponía la mano en el fuego por un club que no tenía nada que hacer ante los grandes. Ella abrió la era. Después llegaron Hansen y Crnogorcevic. Y estas llegadas, junto a la progresión de la plantilla culé, convirtieron al Barça en el mejor equipo del continente.

Y aunque necesitó un par de temporadas para adaptarse, acabó conquistando Europa con su electricidad y desbordes. Y se marcha-también al enemigo- en su mejor momento con el Barça, haciendo mayor una herida que nunca se cerró. Lo más doloroso de su fichaje por el Paris Saint Germain, como siempre, es la falta de transparencia. La sensación de ir siempre por la espalda. La falta de sinceridad con un club que lucha por volver a convertirse en el campeón de Europa.

La salida de una jugadora de su potencial, en año de Eurocopa, cuando la mayoría de futbolistas ya han decidido su futuro, deja al Barça sin demasiado tiempo a reaccionar. Con las prisas de tener que conseguir un recambio de altura para volver a luchar por todos los títulos. El Barça vuelve a estar a contrarreloj. Pero volverán, como siempre hacen.

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