El problema del FC Barcelona con sus figuras veteranas no se encuentra en su fecha de nacimiento, sino en su gestión
Artículo escrito por Joan Cebrián (@Motijoan)
“Al día siguiente nadie murió. De hecho, por absolutamente todo lo contrario de las normas de la vida, causó en los espíritus una perturbación enorme”. El escritor portugués José Saramago (1922-2010), Premio Nobel de Literatura en 1998, escribió en Las intermitencias de la muerte qué pasaría si de golpe desapareciera la mortalidad en un país entero por muy incrédulo que sonara. Toca todos los aspectos que podría suponer un fenómeno como este para ratificar que la vida tiene un ciclo. Sin llegar al extremo de la muerte, con la edad podría redactarse algo similar. No al mismo nivel de Saramago, claro, pero al menos podríamos encontrar identificado al FC Barcelona y su gestión con los jugadores más veteranos.
Establecer un origen concreto es difícil, pero entre otras muchas cosas los últimos años al FC Barcelona se le ha atragantado gestionar correctamente el avance del tiempo. Con jugadores valiosos como Gerard Piqué, Sergio Busquets o Jordi Alba se encontraba en un estado de ánimo de inconsciencia. Como aquellas familias de Las Intermitencias de la Muerte que a priori veían una inmortalidad garantizada mientras colateralmente sanitarios, negocios o instituciones religiosas se echaban las manos a la cabeza al no saber qué hacer sin la muerte. Los primeros por pura gestión de las plantas hospitalarias, los segundos porque su existencia dejaba de tener sentido sin esta.
Más allá de sectores como los mencionados, el problema de la ausencia de muerte se centraba principalmente en todas aquellas personas que técnicamente estaban vivas pero a la práctica eran ‘muertos vivos’ por sus condiciones. La inmortalidad como castigo en lugar de premio, algo que fomentaba el tráfico de personas hacia la frontera del país. Trasladar los cuerpos al territorio vecino donde sí podía morir y, por lo tanto, descansar en paz. Sin embargo, aquel que ya se había hecho a la idea de la inmortalidad no se preocupaba por nada. Sacaba la bandera al balcón a modo de celebración y miraba para otro lado porque no le incumbía. Hasta que siete meses después la propia muerte escribe una carta en la que anuncia su retorno y entonces todo son manos a la cabeza.
El momento en el que el FC Barcelona recibió su carta particular fue en los famosos cuartos de final contra el Bayern de Munich donde cayó por 8-2. Después de años mirando hacia otro lado la realidad le cayó de golpe. Las banderas que el club colgaba en su balcón en forma de resultadismo cayeron por el pánico y las prisas. Quería solucionar rápidamente una mala situación estructural ante una masa social enfadada. Entre muchos contratos carentes de sentido o fichajes carentes de sentido, la anterior directiva dirigida por Josep Maria Bartomeu consiguió que una parte del debate se centrara en la edad de los jugadores más longevos. Como si todo lo otro hubiera dejado de existir durante el estado de ánimo de inconsciencia.
El problema una vez más no está en lo que pone en un carnet de identidad, sino en la gestión de cada caso en particular. Jordi Alba sigue siendo titular indiscutible con 33 años porque desde la salida de Lucas Digne realmente no ha tenido demasiada competencia o una gestión que la creara. Con la misma edad Sergio Busquets sigue siendo el tatuaje que refleja lo que es el FC Barcelona. Cuando el equipo juega a lo que debería él es excelente y cuando no es el caso sufre. Teniendo 35 años, Gerard Piqué sigue siendo el mejor central de la plantilla si las lesiones no le persiguen. Sin embargo, la diferencia entre el caso de Piqué y el resto es que el central catalán sí tiene cubiertas las espaldas. El Barça cuenta con futuro en su posición gracias a Ronald Araújo y Eric García pero también con soluciones a corto plazo como la incorporación de Andreas Christensen.
Tanto Alba como Busquets son futbolistas cuyo juego no miente, tanto para lo bueno como para lo malo. No ocultan ni sus virtudes ni sus defectos: sabes lo que hay. Destacar de todas formas que el caso del de Badía del Vallés es especial, ya lo dice el propio Román Riquelme: no hay otro igual y confundió al fútbol con su exagerado nivel. El problema es que en los debates centrados en la edad se les acusa de que ya no les queda fútbol en sus piernas cuando la clave de toda la cuestión se encuentra en saber cómo aprovecharlo. No hacer que jueguen todos los partidos, tener un suplente de garantías en situaciones de mucha presión psicológica, jugar con ellos a través de ciertos planteamientos… Son muchas las variables posibles que evidentemente Xavi Hernández tiene en cuenta.
El populismo de la edad entierra todo aspecto futbolístico posible hasta el punto de querer negar lo que podría aportar un fichaje como el de Robert Lewandowski. Incorporar a alguien que desde su llegada a Munich ha clavado prácticamente 40 goles por temporada no deja de tener valor porque va a hacer 34 años. Como si el FC Barcelona no necesitara algo que incluso el propio Manchester City de Pep Guardiola ha hecho con la firma de Erling Haaland: hacerse con una figura que acabe de definir todo el fútbol que genera. Como si el Camp Nou no necesitara un escalón de competitividad y carácter dentro de la máxima situación de presión. Si habláramos de un proyecto a largo plazo a su alrededor sería otra historia completamente diferente. Pero negar todo el fútbol que puede aportar una figura veterana de calibre mundial por su edad no tiene sentido alguno, mucho menos cuando jóvenes como Ansu Fati tienen la oportunidad de ser esponjas a su lado.
En cambio, la otra cara del debate de la edad es seguir creyendo en Frenkie de Jong más por lo que nos podemos llegar a imaginar lo que puede ser que no por lo que ha sido en el Camp Nou. No porque el holandés esté escaso de talento o de jerarquía, sino porque ni ha aportado todo lo que se esperaba de él ni se ha adaptado como creíamos que iba a hacerlo. Todo sea dicho, el contexto en el que debía hacerlo tampoco era el más sencillo para él. Sin embargo, al tener 25 años, es mucho más fácil seguir insistiendo en los ‘posibles’ y señalar a todo aquel que supere la treintena. No impera la lógica y en estos ciclos lo único que hacen es cavar la propia tumba de este tipo de jugadores. Concretamente la misma con la que quieren enterrar a las figuras más veteranas, haya mortalidad o no.
No es cuestión de usar el pasado como velo para no ser críticos con figuras como Alba, Piqué o Busquets. El objetivo debe ser centrar el debate en los aspectos importantes y dejar de concentrar los esfuerzos en un ámbito que también puede suponer la tumba de los jugadores más jóvenes en un futuro. Pan para hoy, hambre para mañana. Todo sea por poder instaurar con normalidad lo que hizo Luis Enrique con el propio Xavi en 2015 -el jugador que eligió para sustituirlo o su FC Barcelona son temas de debate que van aparte- si la situación así lo exige. Ya lo decía el propio Saramago: “A propósito, no resistiremos a recordar que la muerte por sí misma, sola, sin cualquier ayuda externa, siempre mató mucho menos que el hombre”.