Artículo escrito por Tomás Basanta (@tbasantavaz).
Ni todo sirve ni todo es desechable. Es la frase que debería tatuarse la directiva del Fútbol Club Barcelona, y también el culé medio. Ni todos los jugadores que despuntan en algunos partidos serán aquellos que devolverán la gloria propia de la primera quincena de siglo, ni a todos hay que echarles para hacer caja. Es difícil no ilusionarse con un joven que sube al primer equipo y cuaja buenos partidos. De igual modo, es complicado no despreciar cierto talento en una época de crisis, en la que hacer dinero es esencial. Pero, lo más complicado es encontrar el punto medio, en el que ilusión y pragmatismo puedan convivir.
Es difícil ver el mal en alguien de la Masia. Un culé ve a Nico, Ansu o Gavi y se llena de orgullo, la vida se ve de otra manera. Ve a Iñaki Peña hacer las cosas bien en Turquía y también se alegra. Porque todo culé siente a la Masia como propia. Lo que de allí sale, tiene mucho que ver con su vida. Y si lo que sale es medianamente bueno, el culé se viene arriba. Pero, cuando hay sentimiento, el fallo es más difícil de ver. Uno quiere quedarse con todo. Cuesta aceptar que Bojan se quedase en el camino, que Mingueza puede que no tenga el nivel suficiente, que Riqui ya tiene una edad o que seguramente tengamos que decidir entre Arnau Tenas o Iñaki Peña.
Si bien, y más en las épocas de crisis, el culé es humano. No duda del amor que le tiene a su Club. Tampoco de que volverá a lo más alto. Pero es impaciente. Necesita resultados ya, más aún cuando viene de asistir a la época más gloriosa en la historia de un club de fútbol. Por ello, puede caer en el que nada sirve, en que no hay tiempo para esperar. En que mejor fichar a lo contrastado y dejar ir a los “quizás”. Y así se marcha un chico con 21 goles en una temporada (Jutglá) y pueden irse uno que tiró la puerta abajo (Nico) y otro que ilusiona con su capacidad de humillar al rival cada vez que regatea (Abde).
Cuesta dejar salir, y es difícil no dudar de todo cuando el curso de las cosas no es el esperado. Pero, en el punto medio está la virtud. Fuimos el mejor equipo que han visto jugar nuestros ojos (2010/11) con una plantilla de 24’63 años de media. Solo juntando veteranía y juventud volveremos a la cima.
Imagen: La Vanguardia.