El verano comienza mucho antes de la fecha marcada del 21 de junio. Los meses previos sirven de preparación de planes, itinerarios y demás tipo de preparativos para evitar cualquier imprevisto que frustre los planes vacacionales. Entre aviso y aviso, se precisa una profunda labor para lograr poner de acuerdo los diferentes intereses de un grupo. En cambio, la gran parte de las personas se caracterizan por saber entre poco y nada el destino que les aguarda, dejándose llevar por la influencia del resto. Nadie sabe predecir cómo funcionan las preferencias de Ousmane Dembélé, sin parecerle importar mucho cuál será la próxima camiseta que vestirá y prestando su toma de decisión a Moussa Sissoko, que ha trabajado durante meses para conseguir el “mejor resort” para el francés. Sonó París, pudo ser Londres, y finalmente será Barcelona, al menos hasta 2024. Porque hay veces que, por mucha previsión que quieras imponer, termines improvisando sobre la marcha.
Artículo escrito por Diego González (@DGGonzalez_)
El extremo, tras todo un año intentando resolver su futuro, vuelve con un gran desapego por parte de la afición azulgrana al sentir que, de nuevo, su club se convierte en un hostal en el que no se necesita ni permiso de entrada ni de salida. También porque consideran que el rendimiento del ex del Dortmund no supera los mínimos para exigir una renovación a la alza como demandaba su agente. Realmente, como su juego sobre el campo, la estancia de Dembélé en la Ciudad Condal ha transcurrido como una montaña rusa: con sobrecoste, llegó como el sustituto del vaivén de emociones que dejó Neymar tras su marcha al PSG; después de sus tres primeros partidos una infortuna lesión en Getafe le apartó de los terrenos de juegos durante más de cuatro meses y derivando en otro tipo dolencias musculares que frustraron su primera racha de regularidad durante el siguiente año. En el curso 2019/20 únicamente disputó 492 minutos en nueve partidos, para terminar recuperando sensaciones a la posterior temporada hasta volver a caer lesionado, no con el FC Barcelona, sino con la selección francesa en la Eurocopa. No apareció hasta noviembre de la última campaña y, desde entonces, solo le alejaron del equipo motivos relacionados con su renovación. En resumen, desde que llegó a Barcelona ha jugado 274 partidos oficiales, perdiéndose 124 (45,26%). Sin embargo, la insistencia de Xavi por retenerle no solo llevó a recuperarle del exilio deportivo, también para reservarle un sitio fijo en su proyecto olvidando los desplantes de Sissoko.
Este culebrón refleja el empoderamiento que adquiere Xavi en el devenir del proyecto que como en los clubes potenciales de Europa, tienen en la figura del entrenador las consecuencias de sus éxitos. Cualquier directivo habría rechazado seguir negociado con Dembélé y su clan, pero el técnico catalán ha priorizado el esperado rendimiento de un jugador con características únicas a que se ponga en duda ciertos valores que definen al club, con el lema més que un club por bandera. En su esquema los extremos adquieren gran parte de la responsabilidad en los resultados, y el francés es el único extremo puro entre las diferentes variantes que se encuentra en la plantilla con Ferran Torres, Ansu Fati, Collado, Ez Abde, o el recién llegado Raphinha. A priori, será con el brasileño con el que deba competir para ser la primera opción en la banda derecha, pero teniendo en cuenta el particular calendario de la cercana temporada, el entrenador culé podrá repartir equitativamente los minutos entre ambos.
También tendrá Xavi un profundo reto por delante para conseguir amoldar en su juego de posición a un jugador acostumbrado a cabalgar en solitario. Durante el mejor tramo de la última temporada se percibió una evolución en el perfil del francés, optando por la paciencia para recibir el balón en posiciones abiertas y olvidando su tendencia a buscar el balón cerca de sus compañeros para arrancar una circulación propia desde 40 metros. Dembélé deberá reducir el número de sus intervenciones, rehuir de la repetición y priorizar la eficacia de sus acciones. No por el bien de que el Barça ataque mejor, sino por que defienda de una forma más ordenada.
Además, a pesar de que la operación pueda poner en duda las estrategias de Joan Laporta o Mateu Alemany, realmente es la primera vez que se ha mostrado firmeza ante un jugador omitiendo sus exigencias económicas. Ni se ha firmado una contratación de larga duración, –únicamente hasta 2024–, ni se ha excedido en los términos económicos –a la espera de comprobar la facilidad de las variables–. Así, se vuelve a remarcar que la prioridad actual del club se centra en la recuperación financiera, pero sin dejar de formar un equipo competitivo. La rebaja salarial permitirá que, en caso de no rendir según lo esperado, Dembélé tenga un mejor cartel para otros equipos que puedan acometer su inversión.
Hace tiempo existía el mito de que los polos opuestos se atraían, hasta que la ciencia lo terminó desmintiendo. Ahora Dembélé se encuentra con el reto de conseguir rebatir esa base científica al tener sobre él una vigilancia extrema del aficionado en cada detalle que deje sobre el campo, entre los que no faltarán los abucheos como si de un jugador visitante se tratase. Terminará siendo una relación de amor-odio como ha acostumbrado durante su carrera, pero quién sabe si a sus 25 años le haya llegado al fin la madurez futbolística y la inversión haya ofrecido sus primeros resultados positivos.
Imagen: Marca