Con un 5-1 en contra al Viktoria Plzeň le ha tocado ser la víctima de un FC Barcelona que muestra tener todas las herramientas necesarias para cambiar
Crónica de Joan Cebrián (@Motijoan)
Técnicamente el FC Barcelona lleva gustándose desde este verano. Véase a través de los movimientos en los despachos y las pequeñas pruebas vividas en pleno agosto. El debut liguero contra el Rayo Vallecano fue la excepción que confirmó el verano. Es cierto que una de las virtudes del presidente Joan Laporta es esa facilidad para transmitir optimismo, pero quedaba un escenario importante donde hacerlo: la UEFA Champions League. El historial reciente del Barcelona habla por sí solo y el equipo, en lugar de enterrarse en los miedos del pasado o el pánico que puede generar dar el primer paso, se ha crecido imponiéndose al Viktoria Plzeň por 5-1.
La gran novedad del Barcelona para su debut europeo fueron los cambios. Jugadores habituales como Eric García o Sergio Busquets dejaban el once titular al mismo tiempo que figuras como Ansu Fati, Sergi Roberto e incluso el cuestionado Jordi Alba volvían. El veterano lateral izquierdo salió de nuevo como titular después de varios partidos en el banquillo. También apareció Gerard Piqué a partir de la segunda parte. Xavi Hernández había reconocido que era un día para rotar y, más allá de hacerlo, lo mejor fue que con los cambios los aficionados seguían igual de tranquilos. Como si las piezas del engranaje no fallaran después de tantos años con traumas.
Teniendo a Ansu Fati, Pedri González y Robert Lewandowski en la izquierda, los aficionados podían intuir que el protagonismo estaría por allí. Pero el Viktoria Plzeň tenía planeado un marcaje individual para Fati, por lo que el Barcelona optó por buscar más el espacio a través de la derecha. El resultado fue sorprendente: Sergi Roberto mostró un gran nivel -ejerciendo tanto de lateral-interior como profundizando cuando era necesario- y Ousmane Dembélé hizo uno de los mejores partidos que se le recuerda hasta la fecha. Quizás al principio el extremo pecó de perder balones, pero era capaz de enmendar sus propios errores con recuperaciones. Con el paso de los minutos Dembélé ya estuvo más acertado con sus decisiones.
De momento una de las marcas personales de Xavi Hernández es la estrategia a balón parado, la misma que anteriormente al Barcelona le hacía tanto daño. El primer gol nació en el minuto 12 a partir de ahí: Dembélé centró hacia Joules Koundé, que asistió de cabeza a Franck Kessié. Il comandante fue listo encontrando el hueco y Koundé disipó cualquier duda existente sobre su fichaje con su tercera asistencia en tres partidos jugados. A la media hora, Sergi Roberto asistió a Robert Lewandowski. La reacción “le pega, le pega, le pega” del narrador José Sanchís era lo que todo culé pensaba en ese momento. Porque todo el Spotify Camp Nou lo sabía y así fue: controló con la izquierda perfectamente para acomodársela a la derecha, girarse y pegarle al balón a la Jindřich Staněk.
A pesar de sufrir algún contraataque tras perder el balón en pleno proceso de circulación, el Barcelona se recreaba. Lewandowski estaba generoso y le regaló de espuela a Pedri una ocasión que, de entrar en la red del Plzeň, habría derretido a toda la afición. Pero el conjunto checo no quería quedarse atrás y le dio un toque de atención al Barça. En el minuto 44 Jan Sýkora puso el 2-1 para que el Barça recordara que, incluso en un contexto ideal, los planes podían desviarse del camino. Para evitarlo Lewandowski marcó el segundo en el añadido gracias a Dembélé. El extremo perdió el balón, pero en la misma jugada lo recuperó, encaró y centró para que el delantero polaco rematara a placer en el segundo palo.
La sorpresa en Can Barça llegó con la sustitución de Roberto por Piqué teniendo en cuenta que el lateral estaba realizando un gran partido. Ese cambio hizo que el Barcelona buscara hacerse superior especialmente por la banda izquierda, aunque realmente con Lewandwoski le daba igual el dónde. El delantero polaco no sólo hizo un recital de remates, también de movimientos sin balón: interpretaba correctamente dónde debía moverse para darle espacio a sus compañeros o cuando tenía que dejar de ser estático posicionalmente para recibir de espaldas y favorecer la circulación.
Teniendo en cuenta el resultado, para Ferran Torres el partido era una reivindicación personal, una oportunidad para demostrar que puede superar los baches. El anteriormente jugador del Manchester City materializó ese pensamiento con una asistencia para que Lewandowski firmara el tercer gol -pegándole de cara en la misma zona donde había inaugurado su marcador personal- y con un golazo tras una excelente asistencia de Dembélé. Torres leyó correctamente el espacio que ambos centrales del Plzeň dejaron, así que el francés se la picó para que rematara de volea a placer.
En una semana en la que se ha achacado que actualmente en el Barça “los jugadores corren más que el balón” o que “el equipo juega a la contra”, el equipo ha finalizado el partido con 20 remates y un 77% de posesión. Los datos sin contexto no son nada, pero es este el que pone en valor la primera victoria del Barcelona en la Champions League. Porque volver al lugar donde sufriste nunca es fácil, pero el club está dispuesto a darle ese ansiado beso al trofeo de campeón de Europa. Ahora el club blaugrana ha demostrado estar en el verdadero camino para gustarse, no por si la Champions es más importante que LaLiga, si no porque está dispuesto a deshacerse de sus fantasmas personales para cumplir uno de sus objetivos y abrazarlo. Pero en este escenario, teniendo delante rivales como el Inter de Milán o el Bayern de Munich, lo mejor para el Barcelona es no descarrilarse con la impaciencia.