Artículo escrito por Diego González (@DGGonzalez_)
Dicen que el tiempo pone a cada uno en su lugar. Cosas que tiene el destino, se crea o no en él. Algunos pensamos que algo tiene que ocurrir porque así ha sido planificado, sin saber qué ni cómo. Por ejemplo, yo con Eric García, tras verle por primera vez en la International Champions Cup con 16 o 17 años, tenía la fe ciega de que algún día terminaría triunfando en el FC Barcelona. Una corazonada, tal vez, pero que empieza a cumplirse a partir de esta temporada cuando ya se ha convertido en el principal líder de la renovada defensa de Xavi Hernández.
Cómo no, en esa “primera vez” lo que más me llamó atención fue su impecable salida de balón para un jugador aparentemente enclenque físicamente que debía ser intimidado ante cualquier presión rival. Por aquella época hasta lucía melena. Y el caprichoso destino le quiso juntar con el entrenador que mayor importancia ofrece a sus defensas como constructores principales de cada una de las jugadas, Pep Guardiola. Cómo no, ambos encajaron a la perfección en un proceso progresivo en materia de minutos hasta ganarse el puesto de titular. Duró poco, principalmente por su negativa a la renovación cuando su pasado culé volvió a cruzarse en su camino. Mientras Guardiola volvía a tener que despedirse del que iba a ser su perfecta construcción de central. «No puedes imaginar cómo me siento. Tengo el corazón partido. Eric es como un hijo«, comentó a raíz de los rumores de salida del jugador.
Casi seis meses en blanco hasta su llegada a Can Barça, Luis Enrique no dudó en incluirle en sus primeras convocatorias tras su retorno a los banquillos. Las críticas aparecieron, especialmente desde el sector madridista por las posibles conjeturas que existían entre la vinculación del seleccionador nacional con el FC Barcelona y el que iba a ser su nuevo fichaje. Pero el asturiano, como suele ser habitual, esquivó las falsedades y otorgó a Eric la titularidad al tercer partido desde su debut.
Misma historia se repitió con Koeman y con Xavi Hernández en su primera temporada de azulgrana en el primer equipo, a pesar de la irrupción de Araujo y de la solidez en el puesto de central de Piqué. Cierto es que no respondió a las expectativas que se habían generado, con errores flagrantes sin balón que sirvieron de alimento a sus detractores. Eric ya se había convertido en el centro de la diana por el excesivo protagonismo que estaba adquiriendo sin ofrecer el debido rendimiento.
En uno de los veranos más alentadores para los seguidores del FC Barcelona con fichajes en cada línea, la defensa fue el sector que más renovación necesitaba. Solo Araujo se presumía como intocable. Xavi comunicó a Piqué el rol secundario que iba a adquirir en su segundo año como técnico, llegó Christensen, sonaba Koundé y de Eric, en cambio, no se tenían noticias sobre su estatus. Pero la pretemporada fue como un punto de inflexión. Jugó de titular, destacó junto al central danés y no cometió ni un solo error. Como si en tres meses hubiesen transcurrido cinco años para ganar la experiencia de la que había pecado en su primer año.
No era un espejismo su estado de forma, sino que siguió con el mismo nivel o superior en los primeros partidos de LaLiga. El fichaje de Koundé parecía que iba relegarle al banquillo para que el francés compartiese zaga con Araujo, sin embargo, Xavi no dudó en mantenerle como líder de su defensa. Ahora nadie podía criticarle porque estaba dominando con y sin balón, sumando estadísticas sobresalientes: 58 pases completados por partido (92% de efectividad), siendo 21.3 en campo contrario (84% de efectividad) y con 3.7 duelos ganados por encuentro (58% de efectividad). «Para mí, tenerlo en el equipo es una alegría. Podría ser un capitán perfectamente con 21 o 22 años«, se refirió Xavi sobre Eric.
Y como dije al principio: el tiempo pone a cada uno en su lugar. Guardiola, Luis Enrique, Koeman y Xavi le otorgaron un rol principal en sus equipos, mientras los osados aficionados, especialmente de un sector ajeno al FC Barcelona trataron de crear una caricatura sobre Eric enunciando debilidades inexistentes o menospreciando sus grandes virtudes. De momento, deberán aguardar silencio.