Anoche el Barça volvió a caer, sin tan siquiera hacer el amago de levantarse. Volvió a hacerlo un miércoles, y también volvió a demostrar que no es capaz de sobreponerse a un primer golpe.
Un Camp Nou lleno hasta la bandera invitaba a su equipo a dar un golpe sobre la mesa. A alzar la voz y dar ese toque de atención que provocase un cambio de percepción en el resto de rivales europeos, que ya desde hace años, ven al Barça como un juguete al que desmontar, el que ayer el Inter acabó por romper. Y es que, salvo milagro, esta temporada el Barça volverá a jugar por segundo año consecutivo la Europa League.
Señalados quedan los jugadores, principalmente las ya famosísimas ‘vacas sagradas’. Una de ellas es Gerard Piqué, que hace tan sólo unos meses tenía el descaro de mandar el siguiente mensaje a Laporta: «Tráeme al mejor central, que lo convertiré en suplente», decía. Ayer el defensa sacó a relucir todas sus carencias y su escaso nivel competitivo que deja en evidencia su figura posiblemente desgastada y que, por el bien del club, debería dar un paso a un lado y dar por cerrado un cambio generacional. También queda expuesto Sergio Busquets, que instantes después de completar un partido que dejó mucho a deber, se permitía frases como «el resultado nos afectará de cara a El Clásico» o «teníamos que aspirar a más con los fichajes que se han hecho». Quizás, también tendría que haber aludido a ser más valiente con las salidas.
Y en medio del caos y de la incertidumbre, está Xavi Hernández. Una insignia del Barcelona que tiene su cuota de responsabilidad. «La Champions está siendo cruel con nosotros», afirmó. Una frase que, seguramente, cabrea a aquellos culés que aún permanecen en la senda de la autocrítica que parece haber abandonado su propio entrenador.
La realidad es que hace tiempo que el FC Barcelona es cruel consigo mismo. Y un discurso victimista como éste sólo hace dar la razón a aquellos que siguen viendo al Barça desde la ternura.
De cara a los medios, Xavi asegura que «asume toda la responsabilidad», pero no deja de repetir que «si falla la defensa, fallo yo también», casi queriendo decir que se ve arrastrado por la inoperancia de sus propios jugadores. Xavi se equivoca posicionándose en este lado mediocre del discurso con el que contrarresta la inyección de moral y autoestima que ha intentado inculcar Laporta desde que volvió a presidir el Barça. Ese intento de volver a abrazar al amor propio no va acorde al discurso triste y depresivo que mantiene Xavi, y que perjudica tanto a él como a sus jugadores.
La de ayer volvió a ser una derrota dura. El Barça sigue atrapado en unas telarañas psicológicas que no le permiten reaccionar ante un gol y que le mantienen vulnerable ante cualquier mínima molestia.
La Champions League es para el Barça esa pesadilla recurrente que siempre vuelve a tu cabeza y que, de manera inconsciente, ya ha dejado trauma. Un trauma que sigue acrecentándose con la falta de autocrítica de Xavi durante cada rueda de prensa. Un discurso que no beneficia al FC Barcelona, y mucho menos al propio Xavi Hernández. Igual es hora de aceptar la ‘enfermedad’ y de plantarle cara. Y para eso, habría que empezar por buscar responsables. Entre los que, por supuesto, se encuentra Xavi.