Primero Carles, después Xavi, más tarde Andrés. En mitad de la pandemia él y ahora tú, Gerard. Decirte adiós sería intentar olvidar un pasado que sigue presente cada día de mi vida. Decirte adiós sería volver a decir adiós a una persona importante, y como en estos últimos años han sido muchas las veces que lo he hecho, prefiero pensar que todo seguirá igual. Y con algo de suerte tendré razón, porque tal y como tú has dicho en la despedida, transmitirás a tus hijos tu amor por el Barça tal y como tus padres han hecho contigo. No serán Gerard, pero sí Sasha y Milan. No serán Gerard, pero sí Piqué.
No es casualidad que la parte más feliz de toda historia sea la niñez. El ser humano tiende a desechar todo aquel momento malo que sufrió para poder decir: «Ojalá tener otra vez 10 años». Y yo, aunque intento pensar que cada día soy más feliz que el anterior, también me estoy convirtiendo en ese tipo de persona. Pero a mí me dieron motivos. Cada 3 días me daban motivos. Crecí viendo a 11 tipos en un terreno de juego masacrar a sus rivales como si de una película de Tarantino se tratase. Crecí entre sangre. Una sangre que me hacía feliz, porque no hay nada que haga más feliz a un niño que la crueldad. Hoy el guardaespaldas de mis asesinos favoritos dice adiós, y sin ser protagonista su muerte duele igual, porque todos sabemos que sin guardaespaldas jamás hubiese habido asesinos.
Su figura es inabarcable y difícil de analizar, al igual que las películas de Tarantino (sí, otra vez). Sin tener las capacidades para ser el mejor defendiendo a 60 metros de su porteria lo era. Había, hay y habrá centrales físicamente mejor y más preparados que Gerard, pero dudo que alguna vez vea uno más inteligente que él. El delantero rival se relamía en el vestuario imaginando su duelo vs Piqué porque habiendo tantos metros a la espalda del central parecía imposible no tener, mínimo, una oportunidad de quedarse en frente del portero, pero bastaban pocos minutos para que esa ilusión se convirtiese en una pesadilla. Dentro del campo era un profesor de instituto, no dejaba a nadie darse la vuelta. Y si en clase ya molestaba, no me quiero imaginar estar 90 minutos con una torre de 195 cm detrás tuya diciéndote que hoy no va a ser el día de girarte para hablar con los colegas. A los delanteros solo les quedaba resignarse, callar y asentir, igual que en la ESO.
Mi yo más infantil te agradecía tu pasotismo y prepotencia, mi yo actual admira lo que has sido como futbolista y el periodista que llevo dentro nunca te podrá recompensar la sinceridad con la que siempre has hablado. El periodista quiere respuestas que vendan, el buen periodista que le hablen desde el corazón. Y ahí también eres el mejor.
Gerard Piqué se marcha. Y con él también lo hace una parte de mí. La parte de ese niño ingenuo que no soñaba con ser futbolista, soñaba con ser jugador del Barça.