Tras el buen sabor de boca que nos dejó la remontada con un hombre menos en Pamplona, nos vamos al parón obligado del Mundial, líderes en Liga pero apaleados por el fracaso de la Champions. Sensaciones encontradas como la de este parón. Por un lado, un Mundial para cualquier futbolero es lo máximo, pero nos vamos a tirar mes y medio largo sin vovler a ver al Barça, y eso siempre jode.
Aprovechando este impasse hasta que empiece el Mundial el próximo domingo con ese apasionante Qatar-Ecuador, voy a escribir acerca del futuro del Barça, no solo de su situación actual, de la que ya hay literatura suficiente como para igualar a Lope de Vega, sino sobre todo en clave de futuro. Y para ello, dado que al final no me llegó la oferta, me voy a poner la gorra de CEO (director general para los boomers no angloparlantes) que tan bien me quedaría (especialmente en mi cuenta bancaria) y repasar varios de los temas que entiendo marcarán el futuro inmediato y a medio plazo de la entidad, como son la masa salarial, el traslado a Montjuic, el Espai Barça y el modelo de gestión y gobernanza del club.
Tras las famosas palancas, que apenas nos pusieron de nuevo en la casilla de salida, compensando las mastodónticas pérdidas que nos dejaron Bartomeu y sus secuaces, y una vez superada la Pandemia que aceleró la certificación de nuestra penosa situación económica, el Barça tiene delante de si una labor colosal para restaurar los beneficios regulares que puedan permitirnos soportar la enorme deuda actual y la futura, con un estadio y un Palau por hacer, en una coyuntura de inflación acelerada, problemas de suministro de materias primas e incertidumbre acerca del futuro cercano del fútbol entre Superligas, UEFAs y FIFAs.
Y el primer punto sin duda a tratar es el principal culpable de la situación actual y de la dificultad de atajarlo o, en muchos casos siquiera atacarlo con eficacia: la Masa Salarial. En primer lugar es importante definirla, porque muchas veces se desconoce su naturaleza y composición. Es la suma de las amortizaciones anuales (precio de traspaso entre años de contrato firmados) y retribuciones (sueldos, primas varias incluidas las de fichaje y fidelidad, seguridad social, derechos de imagen e indemnizaciones) de todos los deportistas del club. A su vez ésta se divide entre la masa inscribible y la no inscribible. La inscribible es la que corresponde al primer equipo de fútbol y a su cuerpo técnico; la no inscribible corresponde a todos los deportistas de la entidad (filiales y otras secciones) que no se incluyan en la masa inscribible.
Para hacernos una idea, en la temporada pasada (20-21), de acuerdo a las cuentas presentadas en la Asamblea, la masa salarial total del Barcelona fue de 518M de euros. De estos, 305M son retribuciones del 1º equipo, 100M son retribuciones del resto deportistas del club, y 113M son amortizaciones (107M del 1º equipo). Esto representa el 69% de los ingresos de explotación, excluidas las palancas.
Este año, entre los fichajes del verano, y las cantidades aplazadas en temporadas anteriores que se abonarán durante la temporada 22-23, esta masa será de 656M, lo que representa un peligroso 77% sobre los ingresos de explotación, un 10% por encima del límite máximo aconsejado que se encuentra entre el 55 y el 70%. Una situación insostenible incluso si no tuviéramos los problemas previos que indudablemente tenemos. Y es la causa del actual déficit operativo del club (alrededor de 100M€ anuales), pues por mucho esfuerzo que se ponga en la contención del gasto en otras áreas, la masa salarial eclipsa cualquier éxito en este ámbito.
Ante la negativa de los jugadores con los sueldos más desacompasados con la realidad actual del club y del fútbol post-pandemia, como son los capitanes, Ter Stegen, Frenkie de Jong y Lenglet, nos encontramos ante una situación límite. Los 3 últimos, junto a Piqué son precisamente los que acordaron unilateralmente, en la previa de la formación de la mesa de negociación de la plantilla con el club, y apenas una semana antes de la huida de Bartomeu, con nocturnidad y alevosía que se suele decir. Sin embargo, en la garantista instancia jurídica laboral, como no puede ser de otra forma, es difícil demostrar la ilegalidad de estos contratos. Y la presión que se podría ejercer sobre ellos quedó absolutamente desacreditada cuando Laporta comenzó a sacar millones de ingresos como si no hubiera un mañana con las palancas este pasado verano.
Eso no significa que no se puedan negociar la estructura de los contratos, optando por una mayor variabilización real de los ingresos. Y variables reales, no del tipo jugar 20 partidos o el 60% de los minutos en los que el jugador está disponible si hablamos de un titular indiscutible. Hablamos de apostar por el club y por si mismo acompasando su éxito personal y económico con el del equipo, e incluso hacerle partícipe de los fracasos del mismo, como puede ser la eliminación en fase de grupos de la Champions, que sea una penalización para los emolumentos del jugador como lo es para el club.
De momento, la prematura retirada de Piqué nos ha aliviado del orden de 45M mínimo entre este y el año próximo (15M esta temporada y 30 la 23-24), en el peor pero más plausible de los escenarios en el que el central de la Bonanova no haya renunciado a un céntimo de los aplazado en temporadas anteriores y a su bonus de fin de contrato, que se rumorea ya cobraba esta temporada en compensación por su diferimiento de agosto de 2021 que permitió inscribir a los fichajes del año pasado desde el primer partido de Liga. Podemos afirmar que Piqué ha sido otra palanca.
La más que previsible salida de Busquets a las MLS este próximo verano también nos ahorrará aproximadamente otros 50M€, que es la cantidad que se ha aireado que cobra el capitán esta temporada, incluyendo aplazamientos y bonus de fidelidad devengados este último año de contrato.
Una vez reducidos estos dos desfases de Busquets y Piqué, la situación todavía se aleja de los 450-500M que podemos considerar una situación saneada de masa salarial. Es más que evidente, porque se ha demostrado eficaz en los grandes clubes europeos que la aplican que las escalas salariales son la única manera de controlar el gasto de la plantilla, además de evitar repetir excesos como los 400M de Coutinho, Dembelé y Griezmann que doy por descontado no se repetirán, principalmente por la imposibilidad que nuestras penurias actuales y el límite salarial de la Liga lo impiden.
Mateu Alemany, con gran acierto, ha conseguido empezar a implantar estas escalas en los fichajes y, sobre todo, en las renovaciones de los jóvenes talentos llamados a liderar el Barça en la próxima década. La negociación de las renovaciones de Ansu, Pedri, Araujo y Gavi han sido largas, y en algunos casos han desatado la impaciencia del famoso entorno, pero se han llevado adelante de manera impecable. Bien es cierto que hemos contado en todos estos casos con la voluntad inequívoca de estos jugadores de quedarse en el club, renunciando a ofertas que en el corto plazo les habrían salido muy a cuenta desde la vertiente económica. Ellos han apostado por el club, y el club lo deberá tener en cuenta en el futuro, lo que supone un cierto riesgo en venideras negociaciones que dada la evolución y juventud de los implicados parecen bastantes seguras de producirse.
Otra decisión para mí muy clara y necesaria es limitar la política de fichajes a aquellos que se presumen titulares desde el primer día. Además de las mencionadas macro-operaciones fallidas de Bartomeu, se nos fueron del orden de 600M€ en fichar jugadores que venían a dar competencia a los que ya estaban en la plantilla, con sueldos por supuesto multiplicados a los de su club de origen y en cantidades importantes, desde Alex Song a Raphinha, pasando por André Gomes, todos los laterales, Arda Turam, Paulinho, Alcácer o Neto. Si el objetivo es asentarse en los 450M de masa salarial, los suplentes no pueden ocupar siquiera 100M de esa cantidad. El margen para equivocarse es mínimo, pero además la recompensa en caso de acertar debe ser la de marcar unas diferencias que la plantilla actual no alcanza a marcar.
Es cierto que los 5 cambios han aumentado el número de minutos de los jugadores 14-18 de plantilla de manera muy significativa, pero en la actualidad ya contamos con suficientes jugadores de los ya actualmente en plantilla que pueden asumir ese rol, y en casi todas las posiciones: laterales, centrales, medios y delanteros que por versatilidad pueden jugar indistintamente en banda o de nueve como recurso.
Una vez retirada la vieja guardia, como mucho con la salida en junio de 2024 de Jordi Alba, la contención del coste de la clase media de la plantilla, con la siempre refrescante aportación de la cantera, que en dinámica positiva siempre suman más que cualquier fichaje de fuera que necesita de ese tiempo de adaptación que la historia reciente nos demuestra que acaba por perpetuarlos en el banquillo a un precio absolutamente inasumible. Y eso sin contar con el grado de identificación que para el aficionado supone ver a un chaval de La Masía acumulando minutos en el Primer Equipo.
En resumen, los futuros contratos del club deben girar entorno a 3 ejes principales: la variabilización de los emolumentos para amortiguar pérdidas imprevistas y premiar rendimientos sobresalientes, la adecuación a unas escalas salariales claras y justas de acuerdo al peso y momento de la carrera del futbolista, y a evitar la contratación de jugadores que no se espera marque una diferencia que haga crecer al equipo, concentrando el esfuerzo en fichajes a lo realmente necesario y diferencial, y conteniendo el coste de la clase media en la plantilla.
Seguirremos comentando…