Los blaugranas empatan de nuevo por 0-0 en otro partido que ha dejado peores sensaciones por la falta de estímulos que no por el resultado
Crónica de Joan Cebrián
El Barça ahora escribe más pendiente de la fecha de entrega que no de los múltiples factores que pueden hacer divertido un proceso. El equipo dirigido por Xavi Hernández ha visitado el Coliseum Alfonso Pérez con la sensación de tener la mirada más puesta en el fin de LaLiga que no en acabarla bien. Los blaugranas han protagonizado otros 90 minutos donde le han faltado distintos aspectos para ser atractivo. El Getafe CF planteó el partido que sobre el papel se podía entender que planearía y el Barcelona llegó con lo puesto. Como si ni siquiera se hubiera hecho la pregunta de si era más adecuado ponerse la chaqueta tejana o la cazadora.
Técnicamente, el equipo de Xavi no tuvo falta de ganas para intentar resolver al partido a su favor. Al menos, desde la pizarra, el egarense ofrecía novedades al apostar por Alejandro Balde como extremo. Complementó su titularidad con Jordi Alba, que volvió al lateral izquierdo, creando un movimiento que señalaba más carencias en el vestuario que no virtudes. Quizás Balde ahora sea la prenda de moda del Barcelona, la que cubre muchas debilidades. Sin embargo, tener que recurrir a él planteaba un dilema: ¿dónde estaba el desborde? Una respuesta para la que, a priori, el técnico blaugrana no creía que Ansu Fati o Ferran Torres tuvieran respuesta.
La intensidad con la que arrancó el duelo fue un oasis en pleno desierto. Getafe y Barcelona empezaron calientes por un cruce de acciones. La que inicialmente fue una falta no señalada a Sergio Busquets acabó en agarrón de Gavi y poco después, mientras los azulones intentaban sacar rápido, otra acción del capitán que pudo ser amarilla. Sin embargo, la cartulina fue a parar al joven canterano. La secuencia era una película de Charles Chaplin: no necesitaba diálogos para hablar por sí sola. A partir de allí el andaluz desapareció en comparación a cómo había empezado.
El Getafe tuvo en Munir El Haddadi alguna ocasión cerca de ser peligrosa. Sin embargo, entre pases cortos y bombeados, el Barcelona lamentó no materializar las dos ocasiones más claras del partido. Dispuso de ellas en la primera mitad, cuanto Marc-André Ter Stegen hizo como portero lo que se espera de un interior. El portero alemán fue incisivo en el momento adecuado para, con la ayuda de un astuto Robert Lewandowski, dejar solo a Raphinha ante David Soria. La definición del brasileño estalló contra el palo y el rechace del balón, que fue a parar a los pies de Balde, también acabó en el mismo lugar tras una intervención de Soria.
El bloque bajo del Getafe delató aquellas verdades que todo el mundo conoce pero nadie quiere recordar. Sin Pedri los blaugranas cuentan con dos marchas menos en su coche. Daba igual que el equipo insistiera en diagonales trazadas desde la amistad como la de Ronald Araújo con Balde. Si en anteriores partidos al equipo le pesaba la inefectividad de cara a portería, en esta ocasión era la fluidez con el balón, algo que en Can Barça puede ser sinónimo de existencia. En el 5-4-1 del equipo dirigido por Quique Sánchez Flores sólo había una pared en blanco que el Barcelona se negaba a iluminar de color. Tanto que casi fueron los azulones los que brillaron con una ocasión de Borja Mayoral al borde del pitido final.
Los alicientes interesantes estaban fuera del césped: niños subidos a un árbol para poder ver el partido, Xavi haciendo un toque de mayor calidad que el de los 22 titulares estando de brazos cruzados y Twitter aportando canalladas preocupantes. Concretamente la que señalaba Albert Blaya, periodista de Relevo: 22 pases entre Franck Kessié y Gavi. Al Barcelona le ha vuelto a pesar la existencia y al Coliseum Alfonso Pérez el empate le sabe a oro debido a la situación en la parte baja. En la mano de los blaugranas está cómo acabar la temporada y dejar las cosas encarriladas para el próximo curso. Pero de momento no sabe ni qué ponerse.