Los blaugranas rompen la racha de empates imponiéndose por 1-0 al Atlético de Madrid en un Camp Nou con las ideas claras
Crónica de Joan Cebrián
El FC Barcelona ha hecho del debate sobre jugar en Sant Jordi una reivindicación. Jugar a las 16:15 en una de las festividades más importantes de Cataluña -como mínimo la más emotiva- dejaba regustos de todos los colores. Los blaugranas podrían haberse quedado reducidos al derrotismo. Teniendo en cuenta ciertos episodios de la historia del club y del territorio al que representan, a más de uno no le hubiera extrañado. Sin embargo, los culés han optado por sacar pecho. Entre rosas, libros y la clara consigna de «Comparteix el català» (comparte el catalán) el Barça ha ganado por 1-0 al Atlético de Madrid para deshacer parcialmente las malas sensaciones del último partido.
Alicientes para el partido no faltaban. Porque dentro de todos los grandes futbolistas que tiene el Barcelona, el equipo daba la bienvenida a algunas de sus piezas fundamentales. El retorno de Frenkie de Jong al once titular ya suponía un respiro para los blaugranas. Sorprendió que Xavi Hernández contara antes con Ferran Torres que con Ansu Fati, un movimiento que al final de la primera parte cobró sentido. Sin embargo, el retorno más esperado era el de Pedri González. No salió de inicio, pero ver al canario dentro del césped es un motivo que da sentido al fútbol. El Camp Nou añoraba ese joven esvelto que, como un buen escritor, a través de la sencillez hila excelentes historias.
Sin embargo, la primera oportunidad la tuvo «El Principito». Antoine Griezmann avisó al estadio que una vez fue su hogar. Con un disparo que se fue al larguero generó una alarma que despertó al conjunto culé. A partir de ahí, por mucho que los blaugranas tuvieran la pelota, el equipo no generaba el peligro que deseaba. El Barcelona se estaba limitando a copiar las líneas que escribió contra el Girona y el Getafe. Sin ánimo y sin alma, el Barça volvía a ser impotencia de cara a portería. También por la velocidad que faltaban en sus versos en forma de pase. O en la manera en que buscaba el hueco en los tres cuartos de campo o se giraba hacia la portería.
El Atlético de Madrid estaba predispuesto a romper la mala racha del Cholo Simeone en el Camp Nou. Para el técnico argentino, el precio a pagar por celebrar una liga en 2014 en el césped blaugrana era no ganar en el estadio. Parecía tenerlo de cara esta vez: el Barcelona no era estimulante y su Atleti era el conjunto con mejor estado de forma de LaLiga. Sin embargo, Ferran Torres cambió el rumbo del guion. Si el Camp Nou tenía su reivindicación, porqué él no iba a mostrar la suya. El único remate a puerta de la primera mitad fue a parar al fondo de la red de Jan Oblak. Raphinha aprovechó un pase en largo, ganando la espalda a Mario Hermoso. Cedió el balón a Ferran y, a diferencia de todos los otros intentos, en esta ocasión contaba con tiempo para pensar. Sin prisa por poner el punto y seguido, el anteriormente valencianista puso el 1-0 en el 44′.
El punto y aparte llegó en el minuto 61. Pedri volvió al césped después de meses de ausencia y el Camp Nou se elevó. Como si el Síndrome de Stendhal hubiera sido creado por ese joven canario. El FC Barcelona se reencontró más en la segunda mitad en el juego. Frenkie De Jong no aparentaba estar ‘fuera de ritmo’ al volver de una lesión. Asumía responsabilidades a través de conducciones, tal y como le gusta. Acompañado de la prosa isleña, el juego de los blaugranas empezó a parecerse más a lo que se espera que sea. Con la anterior insistencia, las ocasiones para el Barça seguían llegando. Se lamentó Lewandowski cuando, solo ante Oblak, decidió ser egoísta y no ceder el balón a Raphinha -firmando uno de sus mejores partidos- para que pusiera el 2-0 a placer.
De todas maneras, la mejora en la segunda mitad no implicó hedonismo para el club blaugrana. Las cartulinas amarillas (11) volaban en los últimos 45 minutos, la tensión era máxima. Griezmann tuvo una de las mejores ocasiones del partido al tratar de batir a Marc-André Ter Stegen de tacón. El fútbol del francés hacía honra a su apodo, generando la rima entre amor y dolor. Todo esto mientras Ronald Araújo ejercía de todoterreno en el Camp Nou. Tras unos minutos finales llenos de sufrimiento, tras el pitido final los blaugranas pudieron reivindicar su liderazgo. Con la señera en el pecho y compartiendo la lengua en pleno Sant Jordi. Con sus defectos, virtudes y esperanzas de cara al futuro en el césped. Con las inquietudes de cada jugador o las ganas de superar el maldito techo de cristal que a todos nos llega en el algún punto de la vida. Pero sobre todo, entre todas las rosas y literatura que como club ha llegado a generar.